Víctimas del hate desde antes de llamarse Swedish House Mafia -cuando aún contaban con un cuarto miembro, Eric Prydz- los suecos fueron los pioneros en lucrar con el odio de su público al nombrarse con el apelativo que les dieron: La mafia sueca del House, ni más ni menos, un trío conformado por tres DJs que durante su primer período activo (2009-2013) lograron conquistar gran parte de la escena electrónica mundial con temas que la noche del viernes resonaron en el Estadio San Marcos en lo que parecía un adelanto del verano.
A diferencia de su país natal con temperaturas que alcanzan los -20 grados y que mantienen un clima helado por el resto del año, Lima es una ciudad donde se necesita mezclar la humedad más el viento que corre en lugares abiertos como un estadio generan para generar una sensación de frío. Algo que el público espera no sentir al bailar toda la noche. Para el trío conformado por Axwell, Sebastian Ingrosso y Steve Angello, bailar no era suficiente.
¿Cómo calentar la noche y al publico? Los suecos lo resuelven con fuego, mucho fuego que salía de todas partes y de todas las maneras posibles, en un espectáculo similar del Circuito Mágico del Agua, pero que en lugar de mojarte, eleva la sensación térmica del lugar para luego dejar al público con frío nuevamente al disminuir progresivamente la canción que luego explota junto con fuegos artificiales que son lanzados desde todas partes del escenario.
La noche continúa con una versión sampleada de “Roxanne” de The Police, momento en el que las luces rojas inundan el estadio y las pulseras en las manos de las personas se sincronizan al encender una luz del mismo color. Se escucha: “You don’t have to put on the red light”, y el estadio estalla con láseres rojos que iluminan cada rincón del recinto, mientras la cerveza cae y las camisetas oficiales de la banda se alzan junto con las manos que siguen las órdenes de Axwell: “¡Put your hands up, Lima!”
A estas alturas, la consola es manejada por una sola entidad llamada Swedish House Mafia y no por los tres DJs que, después de emprender carreras individuales que no alcanzaron el éxito de la agrupación, se reincorporaron a la banda en 2018, retomando el proyecto que los colocó en un pedestal en la música electrónica y esta noche en un escenario que emula un horno que prepara una de sus canciones más potentes, “Turn On The Lights Again”, tema que hace lo suyo enmudeciendo al público en espera de que la canción alcance su punto culminante. Los DJs detienen todo, necesitan más ruido para esta canción. “We start again. Ready for this?” menciona con una sonrisa Axwell. El comienzo se repite, algunos lanzan sus camisetas al escenario, y esta vez la canción continua hasta finalizar.
La cantidad de parlantes y el piso de plástico que recubre el estadio vibra, mientras la sensación asciende por el cuerpo e inevitablemente hace que cada parte del cuerpo se mueva involuntariamente, cerveza en mano incluida. Una vez más, Axwell, quien parece haber aprendido algunas palabras en español, toma el micrófono y anuncia que su llegada se debe a su público y a Machu Picchu. Declaración que confunde al público, algunos se ríen, otros prefieren hacer caso omiso y seguir disfrutando.
Sebastián Ingrosso toma la palabra esta vez en inglés. “We are going to make you jump, you will jump with us”, una promesa que cumplen en compañía de la voz de The Weeknd en el fondo. Todo forma parte del encanto, al igual que sus movimientos en la consola que parecen no repetirse. El espectáculo no tiene desperdicio, las manos de todos los que están en el lugar se desplazan de derecha a izquierda siguiendo los movimientos de Ingrosso mientras los láseres verdes se alzan sobre su cabeza.
Ya son casi las 10:20 p.m. y el lugar se llena de humo y luces blancas, mientras la música se vuelve más lenta y el volumen desciende. Axwell vuelve a la seguridad del inglés y empieza a agradecer. Esta es la primera señal de que el concierto está llegando a su fin. Luego se escucha “There was a time...” acompañado de un ritmo muy conocido, era el momento de “Don’t You Worry Child”, la última y definitiva señal de que el espectáculo concluirá pronto. Las cámaras de los teléfonos móviles inundan el ambiente antes de que explote la última canción junto con fuegos artificiales de todos los colores en el cielo, además del fuego que gasta sus últimas cargas de la noche, dejando entrar el frío en el lugar.
Termina la última canción de la noche, mientras los DJs se retiran con la promesa de volver y un coro de voces detrás de ellos que les pide una última canción, pero aunque los suecos quieran regresar a la consola para hacer lo que más les gusta, el Estadio San Marcos no perdona, pues a las 11 de la noche, cualquier evento, por increíble que sea, debe finalizar.
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