El reconocido actor y director Osvaldo Cattone falleció este 8 de febrero a los 88 años. Ídolo de miles y figura icónica del teatro peruano por décadas, el intérprete nos entretuvo no solo en la televisión, sino también en las incontables obras que se estrenaron por años en el Teatro Marsano. Reproducimos la última entrevista que el artista otorgó a El Comercio en diciembre del 2020.
NOTA ORIGINAL
La vitalidad con la que Osvaldo Cattone habla y recita extractos de “El rey se muere”, obra con la que estaba a punto de volver a las tablas antes de que la cuarentena llegue a truncarlo todo, sorprende. No solo por la excelente memoria que ostenta a los 87 años sino porque acaba de salir de una Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) debido a una complicación provocada por la prostatitis que lo aqueja. Ocho días fueron los que tardó en recuperarse de un trance que pudo ser mortal, pero esa determinación que lo acompaña desde siempre espantó a la parca. “Voy a luchar, voy a salir de esto”, afirma con tanta seguridad y optimismo desde el otro lado del hilo telefónico que no queda dudas de que así será. Antes, sin embargo, deberá esperar los resultados de un examen médico que establecerá si es necesario o no dar paso a una operación. En esta entrevista el inacabable Cattone cuenta los pormenores de la enfermedad que lo hizo colapsar, pero también las razones que lo hacen persistir y resistir ante las duras embestidas del tiempo.
¿Qué fue lo que pasó?
Yo tenía una próstata que protestaba desde hace como dos años, pero no me decidía a operarme. Encontré un buen médico que era enemigo de las operaciones y empecé a hacer un tratamiento con él para desinflamarla. Cuando fui mejorando me creí Superman, porque yo siempre alardeé de buena salud. Abandoné el tratamiento y seguí haciendo mi vida. Lo que pasó es que todo lo que había mejorado se fue al diablo y mi próstata se fue inflamando y me atacó los riñones. De pronto empecé a tener problemas para orinar, pero no le hacía caso. No me di cuenta de que la orina que no salía iba infectando el resto del cuerpo.
¿Cuándo empieza realmente a preocuparse?
Una noche a las 3 o 4 de la mañana me sentía hinchado, descompuesto, así que llamé a Alerta Médica a ver si me daban algo para dormir. La doctora que me salvó la vida me dijo “Si usted no se interna en este momento en una clínica le pronostico dos días de vida. Está totalmente infectado, todos sus valores se han disparado”. Me asusté y con la misma ambulancia me llevaron a la Clínica San Pablo. Me metieron en emergencia y lo primero que hizo la doctora que me atendió fue ponerme una sonda para que yo drenara toda la orina que tenía en la vejiga. Me metieron a UCI porque todos mis valores estaban subvertidos.
¿Cuánto tiempo se quedó en la clínica?
Pasaron ocho días para poder recuperarme. Estaba hecho mierda sin saberlo y yo había seguido batallando en el teatro con una aparente buena salud. Al salir de la clínica la doctora Rosa Reátegui, que sigue mi caso, me puso una sonda en ‘el pirulo’ y ahora estoy en casa así.
¿Cuál es su rutina ahora?
Duermo bastante, como sano según la dieta que me dieron en la clínica y camino un poco por el jardín. Ahora estoy estupendo de ánimo, de mente, totalmente abierto a la vida y con ganas, como me dijo la doctora, de merecerme vivir unos años más. El domingo me sacan la sonda y los médicos van a evaluar si me tienen que operar de la próstata o si con este régimen que estoy haciendo se achicó lo suficiente para poder llevar una vida normal. ¿Sabés cuánto me costó estar en la UCI de la clínica? Diez mil soles diarios. Estoy empobrecido, en la miseria. Pero me importa un carajo porque estoy con ganas de empezar de nuevo. Lo único que me salvó es tener un corazón absolutamente sano.
¿Después de superar este difícil problema qué fue lo primero que se le vino a la mente?
Te puedo decir que he comprendido que el que no tiene un poco de ahorros, de plata, se muere. No tengo derecho a hablar mal de la clínica porque me salvó la vida, pero realmente es muy costoso enfermarse, sobre todo para un hombre de mi edad. Pero me estoy reponiendo y aunque te parezca mentira todas las tardes repaso el texto de “El rey se muere”. Yolanda, mi enfermera, cree que estoy loco, que estoy senil cuando me escucha decir “¡no me moriré nunca, carajo! Lo principal es la política. Lo principal es el estado de mi reino. Lo principal es seguir con la corrupción”. Quiero volver al teatro.
Justamente, la obra “El rey se muere”, que se quedó en stand by en marzo, tiene una nueva oportunidad ahora que se anunció la apertura de las salas de teatro.
Lo primero que tenemos que hacer es limpiar. Vamos a desinfectar el teatro y respetar los protocolos que nos pide el Mincul para ensayar y luego, si dios quiere, por fin debutar. Ya veremos si vendrá el público que solo podrá ocupar un 40 por ciento del local. La pandemia nos agarró cuando faltaban quince días para el estreno. La obra ya estaba puesta con un elenco maravilloso Martha Figueroa, Wendy Vásquez, Christian Ysla, Haydee Cáceres, Pablo Saldarriaga. Es una sátira política. Mirá qué hermoso lo que dijo Eugene Ionesco, el autor, “en política todo debe cambiar para que todo siga igual”. Esta es la historia de un rey demente que arruina un país. Es corrupto, ególatra, hedonista.
¿Y con qué político cree que se podría hacer un paralelo?
Yo tomé como inspiración a Alan García, pero no voy a cometer la estupidez de compararlos. Tienen algo que ver porque era un hombre, como yo, de verborragia, de vitalidad y que siempre dio la mejor imagen. Al protagonista de la obra le anuncian que tiene cáncer y que le quedan pocas horas de vida, pero no quiere morir. Cree que utilizando el poder que tiene como rey, con esa hegemonía, esa fuerza y esa protección va a vivir eternamente, pero poco a poco se da cuenta de que llega el final y muere porque, obviamente, es un ser humano. En esta sátira muy interesante se habla de la vida y la muerte con mucha precisión.
Hay alguna frase de “El Rey se muere” con la que se identifica o quizás resuena con más fuerza en su cabeza?
Hay un momento en que mi personaje le dice a su amante “clamas por lo que nunca tuviste, yo desprecio lo que siempre tuve”. Me encanta esa frase. La adaptación que ha hecho Edgar Saba es genial. Se ha dejado la esencia de Ionesco pero se le ha dado una óptica más contemporánea.
En esta obra el protagonista se rebela ante la muerte. De alguna forma es lo que usted acaba de hacer, resistir ante ella, no dejarse vencer.
Una noche estando en UCI pensé mucho en la muerte. En mi testamento he puesto que me tienen que cremar porque no quiero estar encerrado toda la muerte en un cajón. Eso me parece terrible. Además porque te van a visitar un domingo, luego otro y luego te abandonan. ¿Para qué estar así? En cambio el fuego purifica todo y las cenizas pueden ser tiradas al mar o a donde fuere. Tuve esa idea. Pero en ese momento que estaba en cuidados intensivos dije no. ¿Sabés por qué? Porque soy un hombre sano, porque sentí que aún estaba vivo.
Y aún tiene mucho que decir. Ha escrito un libro autobiográfico.
Antes de la pandemia, de que sintiera estos síntomas que me llevaron a la clínica, recibí un ofrecimiento de Penguin Random House para escribir mi biografía. Siempre me negué porque dije si yo cuento las locuras que hice cuánta gente casada va a caer. Y no tenía derecho, pero tampoco tenía el derecho a mentir.
¿Cómo superó ese dilema?
Porque me convencieron. Me dijeron que todo puede insinuarse, no revelarse totalmente. Me pidieron que hable sobre todo de mis anécdotas del teatro. El libro se llama “Soy lo que soy” y habla de cómo empecé la carrera de la actuación, cómo batallé en Lima con tantos amigos y enemigos. La envidia, la emulación, la negación. Recuerdo que cuando hice Otelo por primera vez, la crítica barranquina me hizo mierda porque decían que había insultado al Bardo de Avon. Fue hace 40 años, cuando se pensaba que si tú no hacías estas obras con ropas shakespearianas eras un traidor. Yo hice esa obra con jeans y descalzo. Todo eso que ahora es pan de cada día lo empecé yo, pero en ese momento no se comprendía. Ser precursor me hizo pasar por la hoguera de la crítica.
¿Ya se tiene fecha de publicación para su libro?
Ya está listo, ya entregué las fotos. Quieren lanzarlo en la próxima Feria del Libro para que yo lo pueda presentar. Y si yo no estoy que lo presente alguien más. No solo eso, te doy una primicia, el libro llegó a Inglaterra, a la central de Penguin Random House, y lo leyeron allá una serie de lectores que hablan en castellano. El editor me dijo que lo van a editar también en inglés porque les pareció un testimonio de vida tan interesante, dinámico y con tanto humor que aunque yo no sea Cattone en Inglaterra, ni nadie sepa quién soy allá, es un libro encantador para leer. Así que estoy muy contento y espero vivir para verlo.
¿Cómo imagina su vida en los próximos años?
Yo creo, sin querer pontificarme ni sentirme Paulo Coelho, que la vida del ser humano tiene un largo pendiente. Tengo 87 años y lo he vivido todo, todo lo bueno. No he vivido un infierno, he vivido un paraíso. He amado, he sido amado, como dice el poema de Amado Nervo. He tenido pérdidas increíbles, de padre, de madre, de mi único hermano, de grandes amigos, pero siempre salí del agua espulgándome como el perro. Nunca lo negativo me dolió lo suficiente como para destruir mi vida. Tengo un sentido positivo de la vida, soy de los que creen que nacimos para ser felices y a veces somos, ocasionalmente, desgraciados. Creo que tengo derecho a ser feliz y he trabajado toda mi vida para lograrlo. El hecho de vivir muchos años como yo hace que el árbol vaya perdiendo sus hojas. Hay muchas hojas caídas alrededor mío, pero el tronco lo tengo todavía inmune. Y voy a luchar porque siga así. Y eso no es ni vanidad ni autocomplacencia, ni tampoco una exaltación del ego sino es cuidarme hasta el final.
Usted ha dicho varias veces que le gustaría vivir para siempre. Haber trascendido gracias al teatro es también una forma de no morir.
Después de perder a tantos amigos creo que la muerte no llega ni por orden cronológico ni por enfermedad. La muerte llega cuando te busca y te encuentra. En UCI estaba lleno de aparatos, sentía que venían sobre mí como monstruos, estaba observado todo el tiempo, venían médicos, enfermeras que me inyectaban o me sacaban sangre. Y me dije quizás esta sea mi última noche, pero voy a pelearla. No fue por estar en la UCI que yo me iba a morir, era porque la muerte me buscaba y yo iba a aceptar su llamado. Morimos cuando tenemos que morir y me parece que no es mi hora ni el momento. Me tendré que morir, por supuesto. A lo mejor cuando cumpla 90 o 91, no lo sé. Sé que no se puede vivir eternamente. Tampoco me interesa vivir hasta los 100 años y estar decrépito. Tuve una exesposa que murió a los 101 años, era 20 años mayor que yo, y me decía que le dolía todo el cuerpo, sentía que se desarmaba. La naturaleza no nos ha hecho para vivir tanto tiempo, pero tampoco para morir a los 87.
En nuestra breve conversación previa a esta charla me contó que está por escribir una novela.
Tengo la pasión por la escritura, soy un actor que escribe. No me siento Vargas Llosa ni aspiro a un premio Nobel, solo aspiro a que alguien lea lo que escribo y lo disfrute. Voy a empezar a escribirla. Iba a empezar hoy, pero no me siento con muchas ganas de sentarme a hacerlo. Pero ya está pasando por mi mente la idea de un argumento que me interesa.
¿Hay algo que le hubiera gustado hacer y no pudo por diversas circunstancias?
Una de las cosas que siento que no he hecho es meterme un poco más en la política. Aunque creo que eso fue lo que me salvó, esta neutralidad que tengo. Realmente no hubiera podido estar dentro de ese ambiente tan podrido e interesado. Ya no existen héroes de la talla de San Martín, de Belgrano, de Bolognesi. Creo que el amor a la patria, el llorar cuando sientes el himno se ha perdido. Eso me causa mucho dolor. Mi patria ahora es el Perú y observar todo ese anacronismo del que fuimos testigo estos últimos tiempos ha sido duro. Lo observé, pero me hubiera gustado integrarme un poquito más a la política. Pero es verdad que no se puede abarcar todo.