Dos años tuvieron que pasar para que un niño de Nueva Zelanda pudiera deshacerse de la pieza de Lego que tenía alojada en la nariz. El pequeño Sameer Anwar, de 7 años, insertó el diminuto objeto en su fosa nasal en 2018, hecho que comunicó de inmediato a sus padres. Esta es la historia de cómo logró deshacerse de ella.
“Un día nos dijo que una pequeña pieza de Lego se le metió en la nariz e hicimos todo lo que pudimos para sacársela aunque sin éxito”, precisó su padre Mudassir Anwar al diario New Zealand Herald, que compartió la noticia que no tardó en volverse tendencia en redes sociales como Facebook.
“Lo hice a propósito”, reveló el menor en diálogo con los conductores del programa Seven Sharp que transmite una televisora local, al admitir que no anticipó que la pieza se quedaría ahí todo este tiempo. “Estaba asustado y sorprendido”, agregó.
El doctor que revisó al niño no pudo encontrar la diminuta pieza negra de plástico y sugirió que esta habría pasado de la nariz hasta su sistema digestivo, donde fue procesado naturalmente; aunque también cabía la posibilidad que nunca se la haya insertado desde un principio.
Pese a tener la pieza de Lego alojada en su cráneo durante gran parte de su vida, el pequeño continuó con su vida normal sin quejarse de dolor alguno y su familia hasta se olvidó del asunto, incluso hasta mudándose en el mencionado lapso de tiempo.
Sin embargo, en agosto del presente año, Sameer sintió un repentino dolor en la nariz cuando olfateaba un panecillo. En un principio creyó que se trataba de una migaja que se metió en su fosa nasal pero en realidad era la pieza de Lego que su familia tanto buscó.
“Fue así que su madre lo ayudó a sonarse la nariz y esta cosa que estuvo perdida durante dos años finalmente apareció”, contó Anwar. “Quedamos en shock, ¿sabes? Hasta tenía rastros de hongos”, añadió sobre la insólita experiencia que vivió su hijo.
El diario New York Post señala que la dureza de los Lego es tan extrema que ha sido objeto de estudios científicos, incluyendo uno que descubrió que pueden conservarse durante 1,300 años en el océano y otro que tiene que ver cuánto tiempo demoran en ser digeridos.