Carlos Bedoya es un hombre colombiano de 51 años que actualmente radica en Pilar, una ciudad ubicada al norte de Buenos Aires, en Argentina. Pese a que llegó con prácticamente nada al país sureño, logró salir adelante gracias a la ayuda de personas desinteresadas.
Con mucho esfuerzo y perseverancia, pudo alquilar un espacio en donde inició su propio negocio: un taller de pintura y reparación, en donde se puede encontrar un espacio destinado al lavado de autos; sin embargo, este ambiente está cerrado desde hace varios meses porque Carlos no puede encontrar personas que quieran trabajar.
“Mi trabajo principal es el de chapa y pintura, pero los clientes me preguntaban por qué no abría el lavadero de autos. Lo abrí y lo cerré varias veces porque los muchachos que vienen trabajan unos días, algunas semanas, y se van”, dijo el hombre en conversación con el medio MDZ online.
“No es tan difícil lavar un auto, pero algo hay que aprender. A cada uno que viene le tengo que dedicar un día para mostrarle cómo es el trabajo y si después dejan de venir, tengo que empezar de nuevo y es agotador. Como que les cuesta entender lo que tienen que hacer o no ponen ganas. Hago el esfuerzo para enseñarles y no hay caso. No tengo más remedio que cerrarlo porque no puedo desatender el taller”, agregó.
A pesar de hacerse cargo él mismo del negocio con ayuda de su esposa, e incluso subalquilar el ambiente, no ha podido encontrar solución para el problema del abandono de trabajo.
“No hay cultura del trabajo”
“Lo que me muestra la experiencia es que no hay cultura del trabajo y gran parte se debe a los planes sociales. Vienen unos días y se van. Les pedís que lleguen temprano y no lo hacen. Como saben que cobran un plan, trabajan los días necesarios para comprarse algo y dejan de venir”, añadió.
Carlos ha intentado revivir el negocio varias veces; sin embargo, ninguno de los empleados que contrató continuó. “La mayoría de los que vienen son jóvenes, pero tienen familia, hijos, y le digo que lo hagan por ellos, pero no hay forma. Juntan unos pesos para comprarse unas zapatillas y desaparecen. No logran sostener un trabajo en el tiempo”, explicó.
En cuanto al sueldo, el hombre afirmó que le pagaba a sus trabajadores 3 mil pesos (24 dólares) al día de lunes a sábado, lo que da un total de 72 mil pesos (577 dólares) al mes: “No es poca plata, ya que a eso hay que sumarle la propina, que no es poca, porque la gente que venía a lavar el auto era de un buen poder adquisitivo. Pese a eso, no se quedaban. Está muy complicada la situación”.
Ahora, le preocupa perder a los empleados que continúan en su taller: “Tengo cuatro o cinco empleados. También es difícil retenerlos. El más antiguo está desde hace un año. El trabajo se paga por paño y ganan de piso de unos $35.000 semanales. Alguno llega a $50.000. Los multiplicas por cuatro y es buena plata”.