Era la noche del 9 de noviembre de 1938. El pequeño Lothar Rosenmann estaba en su casa, en Berlín, junto a su madre Leontina y su hermana Edith. De repente, el sonido de una gran máquina rompió la tensa calma que reinaba sobre su cuadra. “Fuimos a la ventana del frente para mirar a la calle. En eso vi que viene un carro de la policía, uno de esos carros grandazos, abiertos, negros, con unos hombres uniformados también de negro. Ellos bajaron, rompieron la puerta de la casa del frente, subieron al segundo piso y bajaron con dos viejitos. Y los tiraron al carro”, recordaba Lothar para El Comercio en el 2019.
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Él aún no lo sabía, pero estaba presenciando el inicio de la Noche de los Cristales Rotos, considerado el punto de inicio de la etapa más cruel dentro del ya de por sí devastador Holocausto judío.
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Al día siguiente, el pequeño Lothar se levantó más temprano que el resto de la familia, se alistó y se fue a la escuela. Ya hacía varios años que no podía jugar junto al resto de sus compañeros, lo habían tenido que cambiar de colegio (a uno especial para judíos) y al regresar a casa debía tomar otras rutas. Pero a él le seguía gustando ir a la escuela.
Bajó del tren, caminó unos pasos y se quedó paralizado. “Todas las tiendas tenían las lunas destrozadas, con inscripciones antisemitas y a la izquierda vi fuego. Habían incendiado la sinagoga”, rememoraba durante las entrevistas para el documental Sobreviví al Holocausto, producido por este Diario.
DESTRUCCIÓN TOTAL
La noche previa, cuando los ancianos habían sido tirados a ese enorme camión, en toda Alemania se había desatado una brutal persecución contra los judíos. Era un nuevo paso dentro de la estrategia de purificación étnica desarrollada por el régimen nazi. El ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, se había encargado de organizar paso a paso el plan.
En total, 250 sinagogas fueron incendiadas en el país, fueron asesinados docenas de judíos, y saqueados cementerios, hospitales, escuelas y hogares de miembros de esa comunidad. Además, más de 7 mil comercios fueron destrozados. Esto último fue lo que llevó a que aquella noche se recordara como la Kristallnacht, o Noche de los Cristales Rotos, en español.
Un hombre encontró al pequeño Lothar petrificado y le dijo que volviera lo más rápido que pudiera a casa. No lo dudó y se echó a correr para tomar el tren de regreso. Al volver, sin embargo, el caos continuaba.
“Con una letra esmalte rojo decía: ‘Rosenmann judío’ con la flecha hacia la entrada a nuestro edificio”, recordaba. Ese mismo día Lothar y su familia huyeron de Berlín y menos de dos meses después habían llegado al Perú, donde iniciarían una nueva vida.
Sin embargo, no todos corrieron la misma suerte. Según la Enciclopedia del Holocausto, unos 30 mil judíos alemanes fueron arrestados el 10 de noviembre de aquel año y enviados a campos de concentración. Los únicos comercios que podían abrir sus puertas eran los que no tenían como dueños a algún judío. Se les impusieron toques de queda y multaron a la comunidad con mil millones de marcos, equivalente a 400 mil millones de dólares en esa época.
Cuando Lothar y su familia salieron de Alemania, él apenas contaba con 12 años. Llegaron al Perú por suerte, luego de que su madre lo eligiera al azar en un mapa que tenían en casa; no sabían español y pocas cosas le interesaban tanto como sus juguetes.
Lothar Rosenmann falleció el 22 de agosto del 2020, pocos días antes de cumplir 94 años. Se había desarrollado profesionalmente en nuestro país, se casó, tuvo hijos y llevaba un par de años compartiendo su historia con grupos de estudiantes en eventos organizados por el Centro Educacional Holocausto y Humanidades del Perú (CEHyH).
INFANCIAS ROBADAS
Patricia Flowers es la directora de esta institución fundada en el 2014 por Lilach Aviram y Mirta Glasman. Desde entonces, el lugar ubicado en el distrito de San Isidro se ha encargado de preservar, difundir y educar sobre la Shoá a escolares, universitarios y público en general interesado en conocer más sobre aquella oscura época.
Como el resto de nosotros, la pandemia de COVID-19 los obligó a cerrar sus puertas durante varios meses. Pero lejos de rendirse, nos explica Flowers, decidieron verlo como un nuevo inicio.
Así que mientras continuaban con sus programas para escolares y universitarios a través del Zoom, renovaron y modernizaron el centro, redistribuyeron las piezas y escogieron una muestra representativa para exhibir en esta nueva etapa.
“No es juego de niños” es el nombre de la muestra que actualmente expone el CEHyH. Para Flowers, este recorrido traído del Museo del Holocausto en Jerusalén “Yad Vashem” es bastante especial porque fue el primero que tuvieron en el centro y les permitió recibir a más de 1.800 personas durante su año de inauguración.
La muestra es un viaje por las historias de niñas y niños judíos que padecieron el asedio de los nazis durante los años en los que se extendió el Holocausto. Flowers explica al detalle el camino que tuvieron que seguir estos menores, acompañada de conmovedoras fotografías e interesantes artículos, como un tablero de Monopolio dibujado por un niño y su padre mientras vivían recluidos en un gueto.
Las calles del juego son las mismas que tenía el barrio donde estaban confinados.
“Van a sentir cómo estos juguetes significaron mucho para estos niños. Cómo les contaron sus historias, cómo padecieron con ellos”, explica la directora del centro.
Las visitas al CEHyH, aunque aún limitadas, son posibles mediante una inscripción previa en el correo holocaustoyhumanidadesperu@gmail.com.
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