Marc Polymeropoulos se despertó en su habitación de hotel con la cabeza dando vueltas y los oídos zumbando.
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“Sentí que iba a vomitar. No podía levantarme. Me estaba cayendo”, recuerda. “Me han disparado en numerosas ocasiones, pero esta fue la experiencia más aterradora de mi vida”.
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Polymeropoulos había pasado varios años en Irak, Siria y Afganistán como alto oficial de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) luchando en la guerra de Estados Unidos contra el terrorismo.
Pero esa noche en Moscú cree que fue atacado por un arma de microondas secreta.
Después de la interferencia de Rusia en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016, los jefes de la CIA emitieron un “llamado a las armas” y reasignaron a oficiales como Polymeropoulos para contraatacar.
Eventualmente, el agente se convirtió en jefe interino de operaciones clandestinas en Europa y Eurasia, trabajando con aliados para exponer las actividades de Moscú, incluido el envenenamiento del exespía ruso Sergei Skripal en Inglaterra en 2018.
En diciembre de 2017 visitó Moscú, pero no de forma encubierta. Quería utilizar una reunión programada de “enlace” entre espías rusos y estadounidenses para conocer el país por sí mismo.
Asegura que no estuvo allí para ninguna actividad clandestina. A los rusos no les convencía que fuera, pero accedieron.
Fue al principio del viaje cuando cayó enfermo.
A su regreso a Estados Unidos, el vértigo se fue, pero otros síntomas persistieron hasta la actualidad: “He tenido dolor de cabeza de migraña durante tres años consecutivos. Nunca ha desaparecido”, dijo a la BBC.
No podía trabajar ni un día completo y se tomó meses libres, empezando un largo recorrido médico.
Sus sospechas surgieron porque, desde 2016, diplomáticos de EE.UU. en La Habana, Cuba, informaron de síntomas similares, al igual que algunos canadienses.
A veces era la aparición repentina de un ruido fuerte que provocaba un dolor intenso, mientras que otras veces sintieron presión en la cabeza que provocaba mareos y vértigo. Las sensaciones parecían provenir de una dirección particular, en un lugar específico. Esto se conoció como “síndrome de La Habana”.
¿Qué lo causó?
“Lo que les pasó a los diplomáticos estadounidenses en Cuba, me pasó a mí en Moscú”, considera Polymeropoulos.
Pero llegar al fondo del síndrome de La Habana no ha sido sencillo, pues los síntomas se presentaron de manera diferente en los afectados. Algunos casos sospechosos no estuvieron relacionados o fueron el resultado de una enfermedad psicológica.
La primera evaluación exhaustiva provino de las Academias Nacionales de Ciencias de EE.UU. en diciembre de 2020.
Aunque la información clínica estaba a menudo fragmentada, un comité concluyó que los síntomas eran “consistentes con los efectos de la pulsación de energía de radiofrecuencia”. Descartaron otras posibilidades, incluido el envenenamiento o alguna causa psicológica.
“Descubrimos que un subconjunto de personas compartían algunos patrones clínicos muy inusuales y distintos al inicio de sus enfermedades, y fueron estos hallazgos los que nos llevaron a nuestro entendimiento”, dijo el profesor David A. Relman, de la Universidad de Stanford, quien presidió el panel.
No se concluyó si el pulso se utilizó como arma o quién estuvo detrás de los ataques, explicó a la BBC, porque eso estaba más allá de las competencias del comité.
Cuando Polymeropoulos fue examinado inicialmente por médicos de la CIA, le dijeron que sus síntomas eran ligeramente diferentes a los de La Habana y descartaron cualquier vínculo, lo cual lo dejó decepcionado.
Atribuye las diferencias al hecho de que las personas se ven afectadas de diferentes maneras, así como a la posibilidad de que el arma pudo haber evolucionado.
Un portavoz de la agencia le dijo a la BBC que “la primera prioridad de la CIA ha sido y sigue siendo el bienestar de todos nuestros oficiales”.
Otros incidentes fuera de Cuba
Después de verse obligado a retirarse por su mala salud en 2019, Polymeropoulos decidió hacerlo público, para llamar la atención sobre el tema y tratar de conseguir tratamiento en un hospital especializado, lo que finalmente obtuvo.
Dice que el lado operativo de la CIA se tomó el asunto más en serio una vez que quedó claro que él no era la única potencial víctima.
Los informes han señalado que media docena de funcionarios se han visto afectados y los casos continúan.
“Le está sucediendo a varios otros altos funcionarios de la agencia”, dice Polymeropoulos. “Y algunos de los oficiales que se han visto afectados posteriormente parecen haber estado involucrados de alguna manera en este combate contra los rusos. Hay oficiales que están sufriendo en silencio”.
Informes dicen que algunos incidentes tuvieron lugar en países distintos a Cuba y Rusia, como China. La revista GQ, que informó por primera vez sobre el caso Polymeropoulos, indicó que un alto funcionario de la CIA se vio afectado en una visita a Australia en 2019 (luego confirmada por los medios australianos).
Otros se vieron afectados en Polonia y Georgia.
También se reportó que un funcionario de la Casa Blanca sintió síntomas, incluida presión en la cabeza, mientras estaba en una habitación de hotel en Londres en agosto de 2019, un evento del que los funcionarios de seguridad británicos están al tanto, aunque no está claro qué sucedió exactamente.
Ha habido contacto entre Londres y Washington sobre el tema, pero la Oficina de Relaciones Exteriores y Desarrollo del Reino Unido le dijo a la BBC que no tenía conocimiento de que ningún miembro de su personal se hubiera visto afectado.
Un exfuncionario de inteligencia de Reino Unido dice que cualquier prueba de intencionalidad rusa sería un “punto de inflexión”.
¿Hay evidencia de participación rusa?
Los informes de los medios a raíz de los primeros incidentes de La Habana sugirieron que evidencia clasificada -como comunicaciones interceptadas- apuntaba a Rusia.
Más recientemente, la comunidad de inteligencia de EE.UU. utilizó datos de teléfonos móviles para ubicar a los oficiales de inteligencia rusos cerca de los oficiales de la CIA afectados en algunos lugares, según los reportes.
“Eso, por supuesto, es un caso circunstancial muy interesante que ciertamente merece atención adicional”, dice Polymeropoulos, y agrega que sus acusaciones se basan en información pública más que en el conocimiento de investigaciones clasificadas posteriores a que dejara su trabajo.
Nada de eso ha resultado lo suficientemente concluyente como para que el gobierno de Estados Unidos haga una acusación formal.
Una posibilidad es que el daño a las personas sea un efecto secundario de algún tipo de herramienta utilizada para recopilar inteligencia al bombardear dispositivos electrónicos con microondas para obtener información, una práctica que comenzó en la Guerra Fría.
“Los servicios de seguridad rusos solían inundar la embajada de Estados Unidos en Moscú con microondas concentradas y pulsos electrónicos”, dice John Sipher, un exoficial de la CIA que trabajó en Rusia, donde incluso había camionetas que circulaban por la ciudad para seguir a individuos.
Sipher cree que Moscú fue responsable del daño reciente a los oficiales de la CIA, aunque no está seguro del motivo exacto.
Otro exoficial de la CIA que sirvió en Moscú también dijo que creía que los rusos habían usado un ataque de energía dirigido, pero no podía estar seguro de si estaba diseñado para causar daño, o si a los rusos simplemente no les importaba que el daño fuera causado por ello, producto de cualquier otra cosa que estuvieran haciendo.
Polymeropoulos dice que su sospecha original era de algún tipo de recopilación de inteligencia. Pero la evidencia, que acepta que a menudo es circunstancial, le ha hecho creer que los rusos utilizaron un “arma ofensiva” para herir deliberadamente a la gente.
¿Es plausible?
Una teoría es que, en La Habana, Rusia quería interrumpir cualquier mejora en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, tradicionalmente un aliado cercano de Moscú.
Cree que luego expandieron su uso para perseguir a los oficiales de inteligencia identificados como contrarios a ellos, como Polymeropoulos. Esto los dejaría fuera de acción, consumiría recursos y dificultaría el funcionamiento de la CIA.
Pero esto iría en contra de un acuerdo tácito en los servicios de espionaje de que no se toman acciones físicas contra el personal contrario.
Sin embargo, exoficiales de la CIA y del MI6 británico señalan el hecho de que los rusos han utilizado una forma de polvo radioactivo de espionaje para rastrear movimientos en Rusia, lo que plantea riesgos para la salud.
Polymeropoulos también argumenta que Rusia, bajo el presidente Vladimir Putin, ha estado dispuesta a traspasar los límites, por ejemplo, utilizando un agente nervioso como en el caso de Skripal.
“Ciertamente es una escalada, pero no está fuera de la norma de cómo los rusos realmente se metieron con nuestro personal”, dice.
En respuesta a la BBC, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia remitió los comentarios hechos a raíz del informe de las Academias Nacionales de Ciencias de EE.UU. que decía: “No tenemos ninguna información acerca de que Rusia haya ‘dirigido armas de microondas’ o de incidencias del uso de tal arma. Una especulación tan provocadora y sin fundamento y unas hipótesis fantasiosas no pueden considerarse realmente un asunto serio para comentar”.
Polymeropoulos quiere que comités del Congreso de EE.UU. investiguen. Algunos senadores se han ocupado del tema. El científico que dirigió la investigación oficial también quiere más seguimiento.
“No se ha hecho lo suficiente”, dijo el profesor Relman a la BBC, pues considera que los esfuerzos anteriores se habían visto obstaculizados por la complejidad de la enfermedad, el desafío de identificar una causa y la geopolítica.
La nueva administración de Joe Biden ha anunciado una revisión de las “acciones agresivas” de Rusia y el secretario de Estado entrante, Antony Blinken, se comprometió a compartir más información sobre el “síndrome de La Habana”.
También prometió “rendición de cuentas” si un actor estatal era responsable. El nuevo director de la CIA, Bill Burns, quien fue embajador en Rusia, también puede estar muy interesado.
Si se demuestra que Rusia utilizó un arma de microondas contra funcionarios estadounidenses, las consecuencias podrían ser explosivas. Pero, incluso si fuera cierto, encontrar pruebas suficientes para hacer una acusación pública puede resultar difícil, lo que dejaría el problema sin resolver.
Para Polymeropoulos, la verdad es importante, aun y si no detiene lo que él vive todos los días.
“Preferiría que me dispararan. Preferiría que hubiera un agujero en mi cuerpo que supiera que se puede intentar arreglar, a diferencia de lo que está pasándome ahora”.
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