Las tensiones siguen aumentando entre Rusia y Ucrania, en una situación que el viceministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergei Ryabkov, comparó con la crisis de los misiles cubanos de 1962, aquel enfrentamiento de 13 días entre Estados Unidos y la Unión Soviética que algunos consideran como la confrontación más peligrosa en la historia de la humanidad.
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Rusia y Ucrania se han visto envueltas en un conflicto durante los últimos 8 años, una guerra entre el ejército de Ucrania y los rebeldes respaldados por Rusia y las tropas rusas en las dos regiones orientales de Ucrania conocidas colectivamente como Donbás, que nunca terminó formalmente, y hasta la fecha se estima que ha cobrado la vida de 14.000 personas y desplazado aproximadamente 1,5 millones.
Pero hoy, lo que más preocupa a los líderes mundiales es una enorme acumulación de tropas rusas a lo largo de la frontera con Ucrania.
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Para dar sentido a la crisis actual, debemos comprender la historia de la relación entre los dos países inextricablemente vinculados, que se remonta al menos al siglo IX, señala el profesor Serhy Yekelchyk, experto en historia de Ucrania y relaciones ruso-ucranianas, y para ello destaca aquí 9 momentos clave.
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En algún momento a fines del siglo IX, un grupo de escandinavos que se hacían llamar Rus (pronunciado “Roos”) estableció el control sobre las comunidades eslavas orientales en lo que ahora es el noroeste de Rusia, luego se trasladó río abajo por el río Dniéper para hacer de la ciudad de Kiev, en lo que ahora es Ucrania, su capital.
Los historiadores llaman a este gran Estado medieval Kyivan Rus.
La élite nórdica pronto se asimiló a la población eslava local, que comenzó a referirse a sí misma como la gente de Rus o Rusyns.
El corazón del estado de Rus era la actual Ucrania central; Moscú se estableció en el siglo XII en lo que entonces era una extensa frontera nororiental.
En 988, Vladimiro I de Kiev o San Vladimiro Sviatoslávich el Grande, quien murió en 1015, aceptó el cristianismo de Bizancio.
Pocos rusos leían o hablaban el idioma literario de la Iglesia y el Estado, el antiguo eslavo eclesiástico. En cambio, hablaban una gran cantidad de dialectos eslavos orientales a partir de los cuales eventualmente se desarrollarían los idiomas ucraniano, bielorruso y ruso.
A mediados del siglo XIII, la débil federación de principados de la Rus fue fácilmente conquistada por el imperio mongol, pero Rusia y Ucrania todavía se disputan el glorioso legado de la Rus medieval.
Aprovechando el declive del poder mongol a fines del siglo XIV, el Gran Principado de Moscú y el Gran Ducado de Lituania (este último finalmente se unió a Polonia) dividieron las antiguas tierras de la Rus.
Un nuevo grupo social de cosacos ucranianos se desarrolló en la frontera sur de Polonia, un gran grupo de personas libres, muchos de ellos siervos campesinos fugitivos, que protegían la frontera sur de la estepa de Polonia contra las incursiones turcas y tártaras.
El concepto de “Ucrania” ya existía, pero los lugareños continuaron llamándose a sí mismos “Rusyns”, mientras se referían a los futuros rusos como “moscovitas”.
A principios del siglo XVII, la población cristiana ortodoxa de las tierras ucranianas se había enemistado con las políticas religiosas de la Polonia católica y la expansión de la servidumbre, una forma de esclavitud en la que los campesinos estaban atados a la tierra y vendidos con ella.
Una rebelión cosaca de 1648 encabezada por el Hetman (líder militar) Bogdán Jmelnitski (c. 1595-1657) se convirtió en una guerra social y religiosa de masas contra el gobierno polaco, lo que resultó en la creación del Hetmanato cosaco, una entidad política nominalmente autónoma bajo el rey polaco pero independiente de hecho.
En busca de aliados contra Polonia, Jmelnitski aceptó la “protección” del zar ruso ortodoxo en el Tratado de Pereyáslav de 1654.
El significado exacto de “protección” continúa siendo debatido hoy en día, pero las políticas rusas posteriores efectuaron la absorción de las tierras cosacas, especialmente después del intento fallido de Hetman Iván Mazepa (c1639-1709) en 1709 de romper con Moscú.
En 1764, la emperatriz Catalina la Grande abolió el Hetmanato para borrar los últimos restos de la autonomía ucraniana, y el ejército ruso destruyó el bastión cosaco en el Dniéper.
Los oficiales cosacos podían reclamar el estatus de nobles: el imperio acordó aceptarlos como iguales a los nobles rusos siempre que pudieran proporcionar la documentación pertinente, pero los campesinos ucranianos finalmente se convirtieron en siervos.
Durante las particiones de Polonia a fines del siglo XVIII, Catalina adquirió una gran extensión de tierras ucranianas que Polonia había conservado después de 1654.
A medida que se desmantelaba el legado institucional del Hetmanato, se desarrolló un nuevo interés en la historia y el folclore de Ucrania entre los intelectuales bajo la influencia del romanticismo paneuropeo.
Durante la década de 1840, el bardo nacional de Ucrania, Taras Shevchenko (1814-1861), publicó sus primeros poemas en ucraniano y posteriormente cofundó una sociedad política secreta que discutía sobre una federación eslava libre y la abolición de la servidumbre.
El renacimiento nacional ucraniano también estaba en marcha en las tierras rusas más occidentales, que pasaron de Polonia al Imperio austríaco.
Las autoridades rusas, preocupadas, respondieron en 1863 prohibiendo la publicación de literatura educativa escrita en ucraniano.
Y en 1876, el zar Alejandro II (1818-1881), mientras estaba de vacaciones en el balneario de Bad Ems en Alemania, firmó la Ley Ems, que prohibía toda publicación en idioma ucraniano.
El imperio continuó promoviendo la asimilación a la cultura rusa recompensando a los ucranianos “leales” que consideraba que constituían la 'pequeña tribu rusa' del gran pueblo ruso, al mismo tiempo que discriminaba a los ucranianos politizados en forma de pérdida de empleo, arresto y exilio.
Los patriotas ucranianos comenzaron a usar 'ucranianos' como una designación étnica para significar su distinción de los rusos.
Con el colapso de la monarquía rusa en 1917 bajo la tensión de la guerra y la discordia política, los ucranianos patriotas establecieron su organismo coordinador, la Rada Central (Consejo), que pronto se convirtió en un parlamento revolucionario.
El Gobierno Provisional Ruso le otorgó a Ucrania la autonomía bajo el nombre de República Popular de Ucrania (UNR), pero los bolcheviques posteriormente se negaron a reconocerla e invadieron Ucrania para incluirla en el Estado soviético.
La UNR declaró la plena independencia en enero de 1918 y firmó un tratado de paz con las Potencias Centrales en Brest antes de que los bolcheviques hicieran lo mismo.
Las autoridades alemanas instalaron un monarca ucraniano bajo el título histórico de hetman, pero la UNR volvió al poder después del final de la Primera Guerra Mundial y proclamó la unificación con las tierras ucranianas del antiguo Imperio austrohúngaro.
La UNR no pudo sobrevivir al choque titánico entre los rojos y los blancos rusos durante la guerra civil rusa (1917-1922), ya que ninguna de las potencias reconoció la soberanía ucraniana, pero el precedente de la independencia ucraniana obligó a los bolcheviques a crear una República Socialista Soviética de Ucrania (RSS de Ucrania) que en 1922 se convirtió en miembro fundador de la Unión Soviética.
Sin embargo, a principios de la década de 1930, Iósif Stalin volvió a la tarea inconclusa de aplastar a la nación política ucraniana, que se desarrolló durante la Revolución.
Unos 4 millones de campesinos ucranianos perecieron en la hambruna diseñada por el Estado de 1932-1933, que en Ucrania se conoce como el Holodomor (asesinato por inanición) y se considera un genocidio, una interpretación cada vez más aceptada en todo el mundo, pero que Rusia rechaza.
Stalin también destruyó la élite cultural ucraniana y comenzó a promover la noción zarista de los ucranianos como el “hermano menor” de los rusos.
Siguiendo su acuerdo con el líder nazi Adolfo Hitler sobre la división de Europa Central y del Este entre ellos, Stalin invadió Polonia en septiembre de 1939 e incorporó a la RSS de Ucrania las tierras ucranianas que Polonia había conservado después de su breve guerra con los bolcheviques en 1919, un punto muerto que puso fin al sueño de Lenin de que la caballería roja llevara la revolución a Europa.
En la Conferencia de Yalta en 1945, el primer ministro británico Winston Churchill y el presidente de EE.UU. Franklin D. Roosevelt permitieron que Stalin se quedara con estos territorios.
Los soviéticos también presionaron a Checoslovaquia para que renunciara a sus tierras “Rusyn”.
La RSS de Ucrania ampliada resultante llegó a incorporar casi todos los territorios con una mayoría étnica ucraniana bajo el enérgico jefe del partido Nikita Jruschov (1894-1971), cumpliendo un objetivo de larga data de los patriotas ucranianos de crear una Ucrania unida.
Pero Jruschov siguió un curso de asimilación cultural a Rusia en lugar de promover la autonomía ucraniana.
La obstinada resistencia armada al gobierno soviético por parte de los nacionalistas ucranianos en los antiguos territorios polacos continuó hasta la década de 1950.
Aunque unida por tierra sólo a Ucrania, Crimea (la península de Crimea al sur de Ucrania) se convirtió en una república autónoma dentro de Rusia en 1921, en parte debido a la importancia estratégica de la península.
Ni los rusos ni los ucranianos constituían una mayoría allí, y en la década de 1920 los soviéticos cultivaron la cultura de los tártaros de Crimea -que habían vivido en la península desde el siglo XIII y cuyo Kanato de Crimea (Estado de los tártaros de Crimea desde 1441) el Imperio ruso conquistó en 1783-, para impresionar a las colonias occidentales y nuevos Estados independientes en Asia con sus políticas aparentemente benévolas.
Sin embargo, cuando el Ejército Rojo recuperó Crimea de manos de la Alemania nazi en 1944, Stalin ordenó la deportación forzosa de los tártaros, lo que muchos historiadores consideran genocida.
Como resultado de esta deportación, los rusos étnicos se convirtieron en mayoría numérica prácticamente de la noche a la mañana.
La guerra había dejado en ruinas la economía y las ciudades peninsulares.
Para conmemorar los 300 años desde Pereyáslav, Jruschov organizó la transferencia de Crimea a la RSS de Ucrania, que la reconstruiría y abastecería de agua dulce a través de la construcción de un gran canal.
También esperaba complacer a los burócratas ucranianos que componían su base de poder y, tal vez, agregar un contrapeso culturalmente ruso a las regiones occidentales nacionalistas recientemente incorporadas.
Cuando la relajación de los controles ideológicos de Mikhail Gorbachov (1931-) resultó en el rechazo masivo del comunismo soviético, los activistas democráticos ucranianos y rusos trabajaron juntos para marcar el comienzo de la nueva política, como la libertad de expresión y las elecciones libres.
La administración del presidente ruso Boris Yeltsin (1931-2007) no trató de preservar la federación soviética, sino que buscó una Rusia independiente. Esto convirtió a Yeltsin en un aliado natural del presidente Leonid Kravchuk de Ucrania (1934-), pero solo mientras ambos rechazaran el legado soviético.
El referéndum de Ucrania en diciembre de 1991 supuso el fin de la unión, y Rusia, Ucrania y Bielorrusia iniciaron su disolución formal.
Sin embargo, con el estancamiento de las reformas económicas a principios de la década de 1990, Yeltsin y otras figuras rusas apelaron cada vez más a los nacionalistas nostálgicos del imperio soviético al criticar las políticas culturales ucranianas y cuestionar la transferencia de Crimea.
En 1997, un tratado integral entre Rusia y Ucrania afirmó la integridad de las fronteras ucranianas, algo que Rusia y las potencias nucleares occidentales también garantizaron en el Memorando de Budapest de 1994, cuando Ucrania acordó entregar su arsenal nuclear de fabricación soviética.
Ese tratado expiró el 31 de marzo de 2019.
Cuando una revolución popular en Ucrania destituyó al presidente prorruso Víktor Yanukóvich y llevó al poder a las fuerzas democráticas prooccidentales (un acto aprobado por el parlamento y confirmado por elecciones presidenciales anticipadas), las autoridades rusas aprovecharon la agitación para establecer un control militar sobre Crimea.
Calcularon que la mayoría rusa local apoyaría la incorporación de la península a Rusia, atraída por salarios más altos y mejores opciones de trabajo sin necesidad de estudiar ucraniano.
Pero el simulacro de referéndum para unirse a Rusia produjo resultados inverosímiles, y la comunidad mundial, aparte de algunos casos atípicos prorrusos como Corea del Norte, Siria y Venezuela, condenó enérgicamente la anexión.
Ante las sanciones occidentales punitivas, las autoridades rusas en Crimea comenzaron a reprimir a los activistas locales ucranianos y tártaros.
Habiendo asegurado su control sobre Crimea, Rusia también fomentó rebeliones en otras provincias del sureste de Ucrania, donde los partidos regionales dominantes habían cultivado durante mucho tiempo actitudes prorrusas.
Pero esta estrategia solo funcionó en Donbas, una región industrial deprimida con una mayoría de habla rusa. Cuando las tropas ucranianas intentaron restablecer el control, la administración del presidente Putin envió encubiertamente unidades regulares del ejército para apoyar a los separatistas prorrusos y a los “voluntarios” rusos.
La fase activa de la guerra duró hasta el otoño de 2015, con una escalada renovada en 2017 y principios de 2020, lo que resultó en un costo humano estimado de 14.000 muertos y un millón y medio de desplazados.
La guerra en el Donbás nunca terminó formalmente; enfrentamientos de baja intensidad son una realidad diaria, y todas las semanas se reportan víctimas.
Los intermediarios occidentales ayudaron a desescalar la acción militar en 2015 mediante la celebración de cumbres del Cuarteto de Normandía (Alemania, Francia, Rusia y Ucrania).
El Protocolo de Minsk de 2015, firmado durante la cumbre en la capital bielorrusa, trazó un camino hacia una resolución pacífica.
Sin embargo, sigue bloqueado porque ciertos pasos son inaceptables ya sea para Ucrania (una propuesta para permitir que se celebren elecciones locales en las dos “repúblicas” a pesar de la presencia de tropas rusas allí sin haber establecido el control de Ucrania sobre su frontera con Rusia) o para Rusia (reconociendo la presencia de sus tropas y retirándolas).
A finales de 2021, las agencias de inteligencia occidentales y ucranianas publicaron información sobre una acumulación masiva de tropas rusas a lo largo de la frontera con Ucrania y la preparación de la infraestructura para una posible invasión.
Si bien los funcionarios rusos insistieron en que estos preparativos eran simplemente ejercicios militares, también emitieron un ultimátum a Occidente exigiendo garantías por escrito contra una mayor expansión de la OTAN hacia el este; restricciones sobre los tipos de armas instaladas en los países miembros de la OTAN que se han unido a la alianza desde 1997, y el cese de cualquier cooperación militar de la OTAN con otros estados postsoviéticos (en particular, Ucrania y Georgia).
Mientras tanto, los medios rusos han estado avivando los temores sobre un ataque inminente de la OTAN contra Rusia y/o una ofensiva ucraniana en el Donbás.
Serhy Yekelchyk es profesor de historia y estudios germánicos y eslavos en la Universidad de Victoria. Es un experto en historia de Ucrania y relaciones ruso-ucranianas y autor de “Ucrania: lo que todos necesitan saber” (OUP, 2020)
*Artículo original: “Russia-Ukraine crisis: 9 milestone moments in history that explain today's invasion threat” de la revista BBC HistoryExtra
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