China lleva a cabo los mayores ejercicios militares de su historia frente a las costas de Taiwán, país que considera parte de su territorio.
Las maniobras, que Pekín lanzó en respuesta a la visita a la isla de la presidenta del Congreso de EE.UU., Nancy Pelosi, incluyen lanzamientos de misiles al mar e incursiones en el espacio aéreo taiwanés.
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Desde hace décadas, la tensión entre China y Taiwán ha ido creciendo, tanto que la posibilidad de una invasión del poderoso Ejército Popular de Liberación chino es algo que pocos descartan.
Si China invadiera Taiwán se desataría una guerra asimétrica, es decir, un conflicto en el que una de las partes tiene una fuerza militar muy superior a la de su rival.
Este es el tipo de guerra que estamos viendo entre Rusia y Ucrania, y que nos ha demostrado que el desequilibrio de fuerzas no siempre se replica en los resultados sobre el terreno.
¿Sería muy diferente en el caso de una invasión china de Taiwán?
China, que cuenta con 1.400 millones de habitantes frente a los 24,5 millones de Taiwán, tiene un presupuesto de defensa 13 veces superior al de su vecino, al que también rebasa ampliamente en tropas, equipos y armamento.
Consciente de su desventaja en una guerra asimétrica, Taiwán asume la conocida como “estrategia del puercoespín”.
Cuando se siente en peligro, el puercoespín despliega sus púas para disuadir a depredadores más fuertes.
“El dolor de pisar las púas del animal se convierte en el principal impedimento para aplastarlo”, explica el diario Taipei Times en un editorial.
Y, si aun así el depredador decide agredir al puercoespín, sufrirá un doloroso castigo y acabará por desistir.
En estos supuestos se basa la estrategia de Taipéi, corroborada en su Revisión Cuatrienal de Defensa de 2021.
“Resistir al enemigo en la orilla opuesta, atacarlo en el mar, destruirlo en la zona litoral y aniquilarlo en la cabeza de playa”, es lo que propone este manual.
Para afrontar una guerra asimétrica, Taiwán no considera prioritario adquirir costosos cazas y submarinos, sino desplegar armas defensivas móviles y ocultas, como misiles antiaéreos y antibuque.
Zeno Leoni, especialista en orden internacional, defensa y relaciones entre China y Occidente en el Kings College de Londres, analizó las tres capas que componen la estrategia taiwanesa del puercoespín.
“La capa exterior es de inteligencia y reconocimiento para garantizar que las fuerzas de defensa estén completamente preparadas”, explicó, en un artículo de divulgación sobre la doctrina de defensa taiwanesa para el medio The Conversation.
Desde hace décadas Taiwán ha desarrollado un sofisticado sistema de alerta temprana para evitar el efecto sorpresa de un posible ataque relámpago de China.
Así, Pekín “tendría que comenzar cualquier invasión con una ofensiva basada en misiles de medio alcance y ataques aéreos para eliminar las instalaciones de radar, las pistas de aterrizaje y las baterías de misiles de Taiwán”.
Para responder a un ataque de ese tipo, la capa intermedia del puercoespín consta de un despliegue de fuerzas navales para una guerra de guerrillas en pleno mar con el apoyo de aviones de combate suministrados por Estados Unidos, según el experto.
Embarcaciones pequeñas y ágiles armadas con misiles y asistidas por helicópteros y lanzamisiles desde tierra intentarían evitar que la armada del ejército chino alcanzara territorio taiwanés.
O, que si lo hiciera, pagara un alto precio en pérdidas humanas y materiales.
“La geografía y la población son la columna vertebral de la tercera capa defensiva”, explica Leoni.
La compleja orografía de Formosa, con escarpadas montañas, pocas playas aptas para desembarcos y gran parte de su territorio urbanizado, daría ventaja a los defensores y podría multiplicar las bajas del invasor.
Además, pese a que el poderoso ejército chino es hasta 12 veces más numeroso en tropas que el de Taiwán, este cuenta con más de un millón y medio de reservistas que entrarían en combate si las tropas chinas trataran de invadir el país.
En la tercera capa serían también cruciales las armas móviles, versátiles y fáciles de ocultar, como se ha demostrado en Ucrania con los sistemas portátiles de misiles Javelin y Stinger que han sido toda una pesadilla para los aviones y tanques rusos.
Y, si China decide invadir Taiwán, ¿Estados Unidos entraría en la guerra? ¿Enviaría tropas o armamento? ¿Emprendería acciones de otro tipo?
Lo cierto es que no lo sabemos, y EE.UU. no quiere que lo sepamos.
Mientras Taipéi afina su estrategia del puercoespín, Washington se aferra a la llamada “ambigüedad estratégica” en sus relaciones con China y Taiwán.
Esto supone que Estados Unidos oculta, de forma intencionada, sus planes de acción en caso de que China invada Taiwán.
“De alguna manera, esa ambigüedad (...) nos ha permitido mantener la paz y estabilidad en el Estrecho de Taiwán durante varias décadas y en múltiples administraciones”, declaró recientemente el asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan.
En mayo el presidente Joe Biden sorprendió al afirmar que su país tiene el “compromiso” de acudir en defensa de Taiwán, aunque después rectificó al asegurar que no hay cambios en la “ambigüedad estratégica”
Esta postura no solo busca disuadir a China de invadir Taiwán, sino también disuadir a Taipei de proclamar su independencia (Pekín ha amenazado con atacar si lo hace) al no poder asegurar la intervención de Estados Unidos.
Algunos congresistas estadounidenses han solicitado cambiar la postura del país a una de “claridad estratégica” para disuadir a China a medida que aumenta su presión sobre Taiwán y su presencia militar en la región.
En todo caso, pocos creen que EE.UU. se quedaría de brazos cruzados ante una invasión.
“Nunca le dices a tu oponente potencial lo que pretendes hacer. Pero sospecho que cualquier cosa que se implemente para disuadir a China, en primer lugar, y para frustrar un intento de apoderarse de Taiwán, no sería solo militar”, explicó a BBC el analista de estrategia de la OTAN Chris Parry.
“Sería algo multidimensional que incluiría enfoques comerciales, financieros e informativos”, puntualizó.
La demostración de músculo militar de China está alterando la rutina de Taiwán, donde el ambiente es más de indignación que de pánico.
El transporte marítimo y las aerolíneas han sufrido importantes disrupciones, con barcos amarrados a puerto y vuelos cancelados después de que Pekín restringiera el acceso a áreas alrededor de la isla para sus maniobras.
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