Caos, temor y desesperación. Estos tres ingredientes se han ido abriendo paso desde el último domingo en Kabul, la capital afgana, luego de que los talibanes consiguieran ingresar a ella y hacerse del control del país. Poco antes de su llegada, el presidente Ashraf Ghani huyó del país, su gobierno colapsó y miles de civiles abarrotaron el aeropuerto intentando escapar del regreso de los extremistas al poder.
Parecía que todos huían, menos Amrullah Saleh.
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El hasta entonces vicepresidente afgano se dirigió a su natal valle de Panshir, al norte de la capital, el histórico bastión antitalibán tanto en la actualidad como durante el gobierno de los fundamentalistas entre 1996 y el 2001.
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“No decepcionaré a los millones de personas que me han escuchado. Nunca estaré bajo el mismo techo que los talibanes. NUNCA”, escribió posteriormente en su cuenta de Twitter.
A las pocas horas se fotografió junto a Ahmad Masud, el hijo del ‘León de Panshir’, un mítico comandante afgano que combatió a los talibanes y fue asesinado por Al Qaeda en el 2001.
Basado en la Constitución del 2004, Saleh anunció que asumirá la presidencia interina del país ante la huida de Ghani. Con el gobierno colapsado, lo que en verdad representa esto es que liderará a la resistencia armada contra el régimen talibán.
Esta no será la primera vez que Saleh enfrente directamente a los talibanes. Lo hizo en los años 90, junto al ‘León de Panshir’; fue parte del gobierno derrocado por esa época, perdió a su hermana a manos de los radicales y él mismo ha sido blanco de diferentes intentos de asesinato.
Razones le sobran para odiarlos, algo que nunca ha ocultado y por lo que tampoco ha dudado en desafiarlos abiertamente.
ORIGEN DEL ODIO
Saleh nació el 15 de octubre de 1972 en Panshir, como miembro de la etnia tayika. Cuando cumplió 18 años el país se encontraba en medio de la guerra afgano-soviética, por lo que decidió unirse al bando de los muyahidines o señores de la guerra, apoyado por las potencias occidentales en contra de los soviéticos.
Fue entonces cuando lo enviaron a Pakistán para ser entrenado militarmente y luego se puso bajo las órdenes del ‘León de Panshir’, Ahmad Shah Masud.
Hacia finales de los 90, Saleh pasó a formar parte de la Alianza del Norte, la coalición que combatía a los talibanes que intentaban expandirse en la parte septentrional del país. Desde allí organizó la ayuda que ingresaría al país proveniente de organizaciones humanitarias y agencias de inteligencia extranjeras.
Con la llegada al poder del movimiento talibán en 1996, Saleh y los otros muyahidines se vieron obligados a esconderse. Ese mismo año, una tragedia familiar marcaría la aberración del combatiente hacia los extremistas.
“Los talibanes me perseguían, ya que los había combatido durante años. Encontraron a mi hermana mayor, Mariam, entonces en sus cincuenta, y la golpearon y torturaron, tratando de obligarla a revelar mi ubicación. Ella no les dijo nada. Más tarde, los talibanes regresaron a su vecindario para exigir que entregara a sus hijas para casarlas con sus combatientes. Pudo escapar con ellas, huyendo de la ciudad por completo. Pero mi hermana luchó con ese recuerdo hasta que murió en el 2016″, recordó en un artículo que escribió para la revista Time el año pasado.
“Mi visión de los talibanes cambió para siempre debido a lo que sucedió en 1996, y no he visto ni escuchado nada que me haga creer que realmente han cambiado sus costumbres”, agregó.
COLABORADOR DE EE.UU.
Luego de los atentados del 11 de septiembre del 2001, Saleh se convirtió en un importante informante de la CIA previamente a la invasión estadounidense de Afganistán en octubre de ese mismo año.
Su apoyo, junto al Frente Unido, fue fundamental para la caída de los talibanes. En el 2004, Saleh fue nombrado jefe de la Dirección de Seguridad Nacional, la agencia de Inteligencia afgana, un cargo en el que permaneció hasta el 2010.
Según la agencia AFP, en este cargo creó una vasta red de espías e infiltrados entre los talibanes, en Afganistán y también en Pakistán, lo que le permitió conocer cómo el ejército del vecino país seguía financiando a los radicales.
Sin embargo, un atentado talibán contra una conferencia de paz que tuvo lugar en Kabul ese mismo año le valió el despido. Saleh decidió mantenerse alejado de la política por un tiempo, aunque utilizaba sus redes para enviar mensajes contra los talibanes y el Gobierno Pakistaní.
En el 2018, finalmente, fue nombrado ministro del Interior por el presidente Ashraf Ghani. Dos años después lo designaron vicepresidente de la nación.
UN BLANCO “LEGÍTIMO”
“Si (los talibanes) me matan, le he dicho a mi familia y a mis amigos que no se quejen de nada, porque he matado a muchos de ellos con orgullo, entonces, soy un objetivo muy, muy legítimo, porque el deseo de oponerme a ellos es parte de mi sangre”, dijo Saleh durante una entrevista que brindó al programa 60 Minutes en el 2009.
Y oportunidades no han faltado de parte de los extremistas. Dos de los intentos mejor documentados por los medios tuvieron lugar en el 2019 y el 2020.
Hace dos años, la oficina de Saleh fue blanco de un atentado. Primero, un talibán se inmoló haciéndose estallar en la puerta del recinto ubicado en Kabul. Luego, tres hombres armados ingresaron matando a 20 personas e hiriendo a otras 50.
Saleh resultó ileso, pero perdió a dos sobrinos y a decenas de compañeros.
Al año siguiente, mientras se dirigía a su oficina junto a su hijo, su caravana volvió a ser blanco de un ataque. Una bomba colocada en la carretera estalló, matando a 10 personas, incluidos algunos guardaespaldas del vicepresidente.
Poco después, sin embargo, apareció en un video publicado por redes sociales con una mano vendada, parte de la cara quemada y anunciando que seguía vivo.
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