En 1967, el Tribunal Supremo de India sentenció que tener un pasaporte y viajar al extranjero era un derecho fundamental de todo ciudadano de ese país.
Fue una decisión histórica porque hasta ese momento este documento se consideraba como un privilegio que sólo se concedía a quienes eran lo suficientemente “respetables” o “dignos” de representar al país y “defender su honor en el exterior”.
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Durante mucho tiempo, el pasaporte se consideraba una “credencial civil” destinada únicamente a los indios con “medios económicos, educación y posición”, explicó Radhika Singha, historiadora de la Universidad Jawaharlal Nehru de Delhi.
Esta interpretación explica por qué no tenían pasaportes quienes trabajaron en las colonias de Malasia Británica, Ceilán (actual Sri Lanka) y Birmania (actual Myanmar) ni los llamados “coolies”, que formaban parte de más de un millón de indios que emigraron a todos los rincones del entonces imperio británico para realizar trabajos en régimen de servidumbre.
El criterio para adjudicar los pasaportes convirtió a sus titulares en representantes deseables de India, avalados por el Estado, en oposición al “indeseable coolie, una narrativa que continuó dando forma al régimen de pasaportes de la India después de 1947″, aseguró Kalathmika Natarajan, historiadora de la Universidad de Exeter.
Natarajan buscó en los archivos para averiguar más sobre el discriminatorio sistema de concesión de pasaportes en India.
La liberación de la dominación británica no cambió las cosas: el nuevo Estado poscolonial, siguió tratando a “una cierta categoría de sus propios ciudadanos como ‘indeseables’ con una óptica muy similar a la del Estado colonial, jerárquica y discriminatoria”.
Esta segregación, apuntó la experta, estaba profundamente arraigada en la mentalidad de que viajar al extranjero implicaba “el respeto a sí mismo y el ‘izzat’ (honor) de India y sólo podían hacerlo quienes poseyeran el ‘pedacito de India’ adecuado, por así decirlo”.
Así que el gobierno pidió a los funcionarios que identificaran a los ciudadanos que no “avergonzarían” al país en el extranjero.
El hecho de que los gobiernos estatales fueran los encargados de expedir los pasaportes hasta 1954 ayudó a impulsar esta política, pues ellos negaron los pasaportes a la mayoría de los solicitantes. El fin de las autoridades indias era construir una diáspora “deseable”.
Estudiosos como Natarajan han descubierto que esta política discriminatoria se puso en marcha en connivencia con funcionarios británicos, quienes querían impedir la movilidad de los ciudadanos de castas y clases bajas que querían emigrar a Reino Unido después de 1947, año en que India consiguió su independencia de Londres.
La Ley de Nacionalidad Británica de 1948 permitió a los emigrantes indios entrar libremente al Reino Unido después de la secesión del país. ¿La razón? Según la ley, los residentes indios dentro y fuera de India eran súbditos británicos.
Los funcionarios de ambos países construyeron una categoría de indios que eran considerados -en distintos grados, por ambas partes- como “indeseables” para emigrar a las islas británicas.
Ambos países ganaban con la política. Para el gobierno indio, esto significaba ahogar la movilidad de los ciudadanos “inadecuados” de casta inferior y más pobres que probablemente “avergonzarían a la India en Occidente”.
Por su parte, para Reino Unido esto ayudaría a frenar la marea de “inmigrantes de color” y la “clase de los vendedores ambulantes” de indios en particular, según Natarajan.
En un informe fechado en 1958 las autoridades británicas advertían de los “problemas” derivados de la afluencia de inmigrantes de color y exponía las diferencias con los inmigrantes de las Indias Occidentales.
“Son en su mayoría de buen tipo y encajan con bastante facilidad en la sociedad británica”. Así se refería el reporte a los inmigrantes del Caribe anglófono, mientras que de los indios y pakistaníes decía que “están muy perjudicados por su incapacidad para hablar inglés y su falta de cualquier tipo de habilidad”.
El origen de clase de los inmigrantes que “en su mayoría simples campesinos sin cualificación que no sabían inglés” parecían “siniestros” para los británicos, dijo Natarajan.
Un funcionario británico de la Oficina de Relaciones con la Mancomunidad de Naciones a principios de la década de 1950, afirmó en una carta que los funcionarios indios habían “expresado un indisimulado placer” por el hecho de que el Ministerio británico del Interior “considerara posible rechazar a ciertos emigrantes”.
A las comunidades más marginadas -como las castas “registradas” o dalits, que representan más de 230 millones de los 1.400 millones de habitantes actuales de India- se les negó el pasaporte junto a los políticos “indeseables”, como los miembros del Partido Comunista, según los estudiosos.
En la década de 1960 se incumplieron las directrices para proporcionar pasaportes a diputados y concejales sin importar sus bienes ni su ideología, por lo cual se le negó el documento a miembros de una serie de partidos regionales anteriormente secesionistas, como el Dravida Munnetra Kazhagam (DMK).
Había muchas formas de restringir los pasaportes. Los solicitantes debían someterse a pruebas de alfabetización -e inglés-, tener suficiente dinero y cumplir las normas de salud pública.
El escritor británico de origen indio Dilip Hiro relató que en 1957 tardó seis meses en conseguir un pasaporte en India “a pesar de tener buenas calificaciones académicas y referencias financieras”.
Este control opresivo tuvo consecuencias imprevistas: muchos indios adquirieron pasaportes falsos.
A raíz de este escándalo, los “indios analfabetos o semianalfabetos” que no sabían inglés fueron inhabilitados brevemente para obtener un pasaporte entre 1959 y 1960.
Durante casi dos décadas, el sistema de pasaportes de India siguió siendo excluyente.
En 2018 el gobierno del actual primer ministro Narendra Modi pretendió desenterrar la política al anunciar una nueva categoría de pasaportes “naranja” -en contraposición a los azul marino vigentes- para indios no calificados y con educación limitada “con miras a ayudarlos y asistirlos de manera prioritaria”.
Las protestas provocaron que el gobierno desechara la propuesta. Según Natarajan, este plan no hacía más que reflejar la “antigua visión de lo internacional como un espacio para los indios de casta y clase alta”.
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