Tras más de un siglo de dominio colonial, el Imperio Británico concedió la independencia a India en 1947.
El hito, del que ahora se cumplen 75 años, supuso también la partición en dos del país.
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El territorio se dividió entre la actual India y el nuevo Estado de Pakistán, cuya parte oriental se convirtió años después en Bangladesh.
El proceso desató una ola de violencia con aproximadamente un millón de muertos y 15 millones de desplazados.
Y marcó el inicio de una larga enemistad entre India y Pakistán cuyas disputas y efectos persisten hoy en día.
A continuación presentamos 3 preguntas para entender el origen de la separación, el conflicto y sus repercusiones actuales.
La India bajo control británico abarcaba 4,3 millones de kilómetros cuadrados, más del doble del tamaño de México.
Sus entonces 400 millones de habitantes se repartían en un complejo entramado de antiguos reinos con una amplia diversidad religiosa.
Los hindús conformaban aproximadamente el 65% de la población, mientras los musulmanes eran la principal minoría con el 25%, por delante de sijes, jainas, budistas, cristianos, parsis y judíos.
Estos colectivos coexistían con la mayoría hindú en las regiones del sur, centro y parte del norte, y con la mayoría musulmana en provincias del noreste y noroeste del país.
Con el Imperio Británico inmerso en la II Guerra Mundial (1939-45), el movimiento pacifista por la independencia de India liderado por Mohandas Karamchand Gandhi ganó protagonismo.
Una India soberana y emancipada de Londres era cuestión de tiempo. Pero, ¿cómo sería?
Además de Gandhi, dos figuras marcaron el devenir del país: Jawaharlal Nehru y Mohamed Ali Jinnah.
Nehru, de ascendencia hindú, aunque agnóstico declarado, era un popular líder independentista que, al igual que Gandhi, anhelaba una India unida en la que convivieran personas de distintos credos.
Jinnah, por su parte, presidía la Liga Musulmana, el partido político que demandaba una nación separada para los indios seguidores del Islam y que gozaba de un fuerte respaldo popular en las provincias donde se profesaba esa religión.
“A medida que veían más cerca la independencia, a más musulmanes indios les preocupaba vivir en un país gobernado por una mayoría hindú”, explica el académico Gareth Price, del instituto de política exterior Chatham House de Reino Unido.
En aquellos años los colonizadores británicos acostumbraban a dividir a la población local por grupos religiosos, destaca la profesora Navtej Purewal, miembro del Consejo de Investigación de Artes y Humanidades de India.
“Por ejemplo, creaban listas separadas de votantes musulmanes e hindúes para las elecciones locales. También había escaños reservados para políticos musulmanes y para hindúes. La religión se convirtió en un factor en la política”, apunta.
Tras varios motines en sus destacamentos militares en India, en 1946 Londres accedió a abandonar el país y organizar una transición pacífica del poder a las autoridades locales en un plazo máximo de dos años.
El Imperio, urgido a zanjar el asunto cuanto antes por la creciente inestabilidad social en la colonia, decidió que la mejor opción era dividir India en dos.
“Llegar a un acuerdo sobre cómo funcionaría una India unida habría llevado mucho tiempo”, por lo que la partición “parecía ser una solución rápida y sencilla”, explica Price.
Y, para trazar las nuevas fronteras entre hindúes y musulmanes, Londres designó al abogado británico Cyril Radcliffe.
Radcliffe, que nunca antes había estado en India y desconocía su complejo crisol cultural y religioso, viajó al país con el cometido de diseñar las líneas divisorias en solo 5 semanas.
Fue así que el 15 de agosto de 1947 nacieron India, de mayoría hindú, y Pakistán, de mayoría musulmana.
Nehru fue primer ministro de India hasta fallecer en 1964 y Jinnah gobernó Pakistán también hasta su muerte, aunque esta ocurrió solo un año después de la independencia, en 1948.
La nueva frontera de unos 3.000 kilómetros delimitaba dos territorios separados para Pakistán: el que ocupa actualmente y Pakistán del Este, que en 1971 se desvinculó políticamente de Islamabad para convertirse en la República de Bangladesh.
Tras la partición se produjo la mayor migración en masa de la historia, con una cifra estimada de 15 millones de desplazados.
Hindús y sijs que vivían en territorio asignado a Pakistán emprendieron el camino hacia un futuro incierto en India, mientras musulmanes hacían el recorrido opuesto.
En muchos casos se trataba de distancias de miles de kilómetros que por lo general las mayoritarias clases bajas recorrían a pie, las clases medias en trenes y las clases acomodadas en vehículos y aviones.
Los meses posteriores a la independencia también estuvieron marcados por la radicalización del conflicto étnico, que produjo un derramamiento de sangre en un ambiente de caos e impunidad.
En los meses de 1947 que siguieron a la independencia grupos de soldados acostumbraban a atacar trenes y puntos de concentración de desplazados, dejando entre cientos de miles y dos millones de muertos, según estimaciones.
“La Liga Musulmana formó milicias, al igual que los grupos hindúes de extrema derecha”, explica Eleanor Newbigin, profesora de historia del sur de Asia de la Universidad de Londres SOAS.
“Los grupos terroristas expulsaban a la gente de sus aldeas para ganar control en su bando”, afirma.
Gran parte de la violencia ocurrió en el estado fronterizo noroccidental de Punjab, donde las turbas se ensañaron especialmente con las mujeres, que sufrieron violaciones y mutilaciones.
Solo en ese estado se estima que unas 100.000 mujeres fueron secuestradas, violadas y en muchos casos forzadas a casarse con sus captores.
Además, la casi impenetrable alambrada que separa a los dos países dejó a millones de familias divididas de forma permanente.
Y las fronteras siguieron siendo objeto de disputa entre India y Pakistán hasta el día de hoy.
Cachemira, una región del Himalaya conocida por la belleza natural de sus paisajes y también por su diversidad étnica, ha sido el principal foco de conflicto desde la independencia hasta hoy.
Según el plan de reparto contemplado por el Acta de Independencia de India, Cachemira podía elegir libremente si ser parte de India o de Pakistán.
En 1947, el gobernante local, marajá Hari Singh, eligió India, lo que provocó el estallido de una guerra que duró dos años.
Desde entonces India mantiene el control de aproximadamente la mitad de la región, mientras Pakistán domina algo más de un tercio en las áreas del noroeste, y China administra los territorios restantes, en el norte y noreste.
La región es frecuente foco de conflicto de mayor o menor intensidad.
India y Pakistán entraron de nuevo en guerra por la región en 1965, y en 1999 protagonizaron un choque bélico conocido como el conflicto de Kargil.
A finales del siglo XX ambos países ya eran potencias nucleares.
India también luchó contra Pakistán en 1971, cuando intervino para apoyar la independencia de Bangladesh.
Aproximadamente un 14% de la población de la actual India es musulmana, mientras solo un 2% de los pakistaníes practica el hinduismo.
“Pakistán se ha vuelto cada vez más islámico”, afirma Price.
E India, asegura el académico, “está cada vez más bajo la influencia del nacionalismo hindú”.
Newbigin califica como “muy preocupante” el legado de la partición, ya que “ha creado poderosas mayorías religiosas en ambos países”, mientras las minorías “se han vuelto más pequeñas y vulnerables”.
Para la profesora Navtej Purewal, la división del país podría haberse evitado.
“Crear una India unida pudo haber sido posible en 1947. Habría sido una federación flexible de estados, incluidos aquellos donde los musulmanes eran mayoría”, dice.
“Pero tanto Gandhi como Nehru insistieron en construir un estado unificado, controlado desde el centro. Realmente no tuvieron en cuenta cómo podría vivir una minoría musulmana en ese modelo de país”.
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