El “Partenón” subterráneo, un complejo de hormigón de dimensiones faraónicas diseñado para proteger Tokio y sus alrededores de las inundaciones, podría ser cada vez más necesario a medida que se acelera el cambio climático, según los expertos.
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En la superficie, casi nada deja entrever la presencia en el subsuelo del depósito principal, con aires de catedral, del complejo de Kasukabe, en Saitama (norte de Tokio), el más grande de este tipo en el mundo. El suelo está húmedo y la iluminación es tenue.
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La enorme estructura, larga como dos campos de fútbol y sostenida por pilares de 500 toneladas, es lo suficientemente profunda en algunos lugares como contener la estatua de la Libertad.
La instalación permite canalizar y redirigir el exceso de agua de las tormentas, protegiendo una de las ciudades más densamente pobladas del mundo.
El personal del lugar está en alerta constante, especialmente durante la temporada de lluvias y la temporada de ciclones tropicales en Japón, que generalmente va de junio a finales de octubre.
“Estamos en una zona en la que las lluvias torrenciales e incluso las habituales pueden inundar las casas y las carreteras”, dijo a la AFP Nobuyuki Akiyama, director de infraestructuras de Kasukabe.
Sistemas de clase mundial
La instalación fue terminada en 2006, después de unos diez años de trabajo, con un costo de 230.000 millones de yenes (casi 2.180 millones de dólares) y se utiliza en promedio siete veces al año.
El exceso de agua llega automáticamente hacia el complejo y los operadores la bombean fuera del depósito principal a medida que se acerca a su capacidad máxima, explica Akiyama.
El depósito está conectado a un túnel de 6,3 kilómetros de largo con un sistema que puede descargar cada segundo el equivalente a una piscina de 25 metros en el cercano río Edogawa.
Según Akiyama, el embalse permite reducir en un 90% el número de viviendas afectadas por las inundaciones en las zonas circundantes.
Los estudios oficiales estiman que hasta ahora el complejo permitió ahorrar 148.000 millones de yenes (unos 1.400 millones de dólares) en gastos de limpieza de desastres.
Los sistemas de control de inundaciones de Japón son de los mejores del mundo, gracias a la experiencia de desastres posteriores a la Segunda Guerra Mundial, entre ellos el tifón Vera (1959), que mató a más de 5.000 personas en el centro y oeste del país.
Aquel tifón, el más mortífero de la historia reciente de Japón, despertó la conciencia nacional y alentó los proyectos de infraestructuras a gran escala para reducir los riesgos.
Solo en Tokio, una ciudad que cruzan más de cien ríos, hay otros diez embalses subterráneos y tres túneles de protección contra las inundaciones.
Se están construyendo infraestructuras parecidas, como en Osaka (oeste), donde una instalación similar se completará en 2044 con un costo de 366.000 millones de yenes (3.470 millones de dólares).
Amenazas más frecuentes
Los expertos advierten, sin embargo, que hay que hacer más porque el calentamiento global provoca que los desastres naturales, que solían ocurrir solo una vez cada siglo, sean más frecuentes.
Según la agencia meteorológica japonesa, el número de tifones que amenazan a Tokio cada año ha aumentado 50% en los últimos 40 años.
Kei Yoshimura, profesor de meteorología de la universidad de Tokio y experto en inundaciones, está ayudando a desarrollar un sistema de alerta temprana para identificar las zonas de especial riesgo.
“Está claro que las infraestructuras por sí solas no son suficientes para hacer frente a los desastres naturales”, dice.
Las autoridades japonesas insisten periódicamente a la población sobre la necesidad de seguir las instrucciones de evacuación.
Cuando no se utiliza, el depósito de Kasukabe está abierto a los visitantes para subrayar la importancia de la gestión de los desastres naturales.
Toru Tamai, un jubilado de 79 años que participó en una visita reciente, dijo que estaba impresionado por el tamaño de las instalaciones, “pero es solo una medida defensiva”, dijo a la AFP.
Vive en una zona baja por lo que para él “las inundaciones son un peligro más claro y más presente que cualquier otro desastre natural”.
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