El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, en el poder desde 2007, cumple este viernes 77 años aislado de Occidente, que le ha impuesto sanciones bajo el argumento de cometer violaciones de derechos humanos y socavar la democracia nicaragüense.
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Nacido el 11 de noviembre de 1945 en el municipio La Libertad, departamento de Chontales (centro), el antiguo guerrillero marxista, nostálgico confeso de la “Guerra Fría”, llega a sus 77 años también con la esperanza puesta en China, su nuevo aliado, y en Rusia, con la que mantiene históricas y estrechas relaciones.
El mandatario chino, Xi Jinping, el ruso, Vladímir Putin, y el venezolano, Nicolás Maduro, felicitaron a Ortega por su onomástico y le desearon sus “mejores votos”, “buena salud”, “felicidad”, “bienestar”, “ventura” y “éxitos en su gestión”.
Con un aspecto más deteriorado por razones de edad, el mandatario sandinista cumple años con más poder que nunca a lo interno de Nicaragua, donde tiene un control total sobre los cuatro poderes del Estado y ahora también sobre el 100 % de los 153 municipios del país centroamericano.
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CON MANO DE HIERRO
Ortega, que retornó al poder el 10 de enero de 2007 tras coordinar una Junta de Gobierno de 1979 a 1985 y presidir por primera vez Nicaragua de 1985 a 1990, ha mantenido el control de las Fuerzas Armadas, la Policía, el aparato judicial y el de los medios de comunicación públicos y televisivos.
Con maniobras políticas y con mano de hierro, también ha mantenido a raya a sus opositores, sobre todo desde que estalló una revuelta popular contra su Gobierno en abril de 2018, que lo puso en jaque, y de la que sostiene se trató de un intento de golpe de Estado.
Desde entonces Ortega ha decidido encarcelar a toda voz disidente o forzarlas al exilio, como es el caso de los laureados escritores nicaragüenses Sergio Ramírez y Gioconda Belli, que pertenecieron al primer gobierno sandinista (1979-1990) -el primero como vicepresidente- y ahora son críticos y se encuentran en España.
Ni obispos, ni sacerdotes, ni monjas, ni empresarios, ni periodistas, ni las ONG han escapado a esa vertiente autoritaria que empezó a brotar y a tomar forma tras las revueltas de abril de 2018, valoraron un analista y dos políticos consultados por EFE que, alegando razones de seguridad, pidieron la omisión de sus nombres.
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HA ELIMINADO PARTIDOS, ONG, MEDIOS...
Aferrado a su trono, en los últimos cuatro años ha prohibido la participación electoral a tres partidos opositores, disuelto cerca de 3.000 Organizaciones No Gubernamentales (ONG), cerrado al menos 52 medios de comunicación y forzado al exilio a decena de miles de disidentes, mientras mantiene en prisión a más de 200, incluyendo a 7 que intentaron disputarle la Presidencia en el 2021.
Escogido para representar a los sandinistas en la Junta de Gobierno tras la caída de la dictadura de Anastasio Somoza Debayle, en 1979, por considerarlo el más blando de los nueve “comandantes de la revolución”, gobierna ahora un país que se desangra por razones políticas o económicas.
Entre octubre de 2021 y el 30 de septiembre de este año, 164.600 migrantes nicaragüenses indocumentados fueron detenidos por las autoridades de Estados Unidos en la frontera, una cifra sin precedentes, según la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, en inglés).
Esos 164.600 migrantes nicaragüenses representan un 2,5 % de la población total de Nicaragua, estimada en 6,6 millones de habitantes, que se suman a decenas de miles que abandonaron el país entre 2018, cuando estalló la crisis, y septiembre de 2021.
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“DICTADURA AL ESTILO CUBANO”
Ortega mantenía una alianza de consenso con el sector privado hasta que estallaron las manifestaciones antigubernamentales, que el Ejecutivo neutralizó a la fuerza y asustó a los empresarios.
Batallando con un enemigo invisible, y persiguiendo a opositores, sacerdotes, empresarios y periodistas, mantiene la economía a flote gracias a las remesas familiares, a los préstamos internacionales y a las exportaciones.
“La dictadura impone políticas económicas que recetan miseria”, opinó en un escrito el economista Enrique Sáenz, un disidente sandinista exiliado, para quien Ortega ha reafirmado su determinación de imponer una “dictadura al estilo cubano”.
A juicio de Sáenz, desde el 2007, año en que retornó al poder, el líder sandinista ha aplicado un “paso a paso” en su ruta por replicar el modelo cubano de control político, y ha arremetido sin escrúpulos con todos los instrumentos de poder a su disposición y avanzar hasta donde encuentra algún tipo de resistencia.
El dirigente sandinista, que recurre, según sus críticos, a la política del terror para contener el descontento, apuesta a un tratado de libre comercio con China y a la financiación de un “megaproyecto” para sortear las sanciones que ha recibido de Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea y el Reino Unido, y seguirse aferrando a la silla que recuperó hace 15 años y 10 meses.
Fuente: EFE
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