La explosión de un camión cisterna que dejó al menos 75 muertos y decenas de heridos en Cap-Haitien a comienzos de esta semana no se puede entender si no es a la luz de las crisis múltiples que atraviesa Haití.
Todavía no ha sido aclarado el motivo que causó la explosión, pero las autoridades sí tienen certeza de que varios individuos golpearon la cisterna de gasolina del camión a martillazos, mientras decenas de personas se arremolinaban en el lugar con el fin de robar combustible.
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El chofer trató de impedir que la población se acercara al camión, pero la gente no le hizo caso, circunstancia que acabó agrandando la magnitud del trágico accidente, según declaró el vicealcalde de Cap-Haitien, Patrick Almonord.
La fatalidad está estrechamente ligada a la desesperación de la población debido a la escasez de combustible, que mantiene al país a medio gas desde el pasado octubre.
El desabastecimiento de combustible fue ocasionado directamente por la acción violenta de las bandas armadas, que llevan meses atacando y amenazando a los transportistas y bloquearon el acceso al terminal de carburante de Varreux, en Puerto Príncipe, en su desafío a las autoridades del país.
Esta situación ha generado un mercado negro de carburantes, en el que se han impuesto unos precios inasumibles para la mayoría de la población y ha convertido los derivados del petróleo en un bien precioso.
ANTECEDENTES DE ACCIDENTES
No es la primera vez que Haití sufre accidentes mortales relacionados, de una u otra forma, a los problemas estructurales que afectan a la nación, o con la situación de abandono o neglicencia por parte de las autoridades.
En Haití todo el mundo recuerda el trágico accidente eléctrico que enlutó el Carnaval en Puerto Príncipe en 2015, en el que murieron 15 personas cuando un cable de alta tensión tocó un carro lleno de personas que estaban de fiesta.
Más reciente, en febrero de 2020, fue el incendio en el que murieron 15 menores en un orfanato insalubre situado en las alturas de Puerto Príncipe, que no tenía licencia de operar.
La falta de fiscalización de las autoridades es un ingrediente que también ha contribuido a causar tragedias como los habituales naufragios, entre ellos el bote que se hundió cerca de Marigot el pasado 20 de octubre, en el que se ahogaron 20 personas.
Las deficiencias estructurales del país, en buena medida, explican el hecho de que se produzcan elevados números de víctimas mortales cada vez que el país recibe el impacto de un huracán, un terremoto o cualquier desastre natural.
HISTORIAS SIMILARES EN OTROS PAÍSES
Los accidentes relacionados con la pobreza y los problemas estructurales no son algo exclusivo de Haití, se pueden encontrar casos en casi cualquier lugar de América Latina y también en otras regiones.
En Perú se produjo un accidente que guarda algunas similitudes con el de Cap-Haitien en enero de 2020, que resultó en la muerte de 34 personas y 30 heridos.
Todo ocurrió cuando un camión cisterna con gas licuado circulaba por una calle muy mal asfaltada en Villa El Salvador, un barrio popular de Lima.
Al pasar por un desnivel pronunciado, se rompió una válvula y el vehículo comenzó a perder gas.
El conductor intentó sin éxito cerrar la válvula rota y al ver que era imposible comenzó a gritar a todo el mundo que se alejara del lugar.
Sin embargo, muchos viandantes hicieron caso omiso y se aproximaron a curiosear en el entorno de la nube de gas que crecía sin freno. Al poco, un chispa de procedencia desconocida causó el desastre.
En México, en enero de 2019, se produjo una explosión mortal cuando centenares de personas trataban de robar gasolina, en este caso, aprovechando una fuga en un oleoducto en la ciudad de Tlahuelilpan.
El robo de combustible es una práctica tan arraigada en México, que incluso los ladrones de carburante tienen un nombre, los “huachicoleros”. Aquel día en Tlahuelilpan murieron 137 de ellos.
En Colombia, el 6 de julio de 2020 ocurrió una tragedia cuando un camión cisterna lleno de gasolina hizo explosión y provocó un pavoroso incendio minutos después de volcarse en la localidad de Tasajera, en el departamento caribeño del Magdalena.
La tragedia dejó 45 personas muertas y 19 heridas, que eran habitantes de esa localidad de pescadores que se acercaron al lugar del accidente a curiosear o a tratar de recoger gasolina y, según el conductor, la explosión se produjo cuando “alguien intentó quitar la batería” del vehículo.
Otro caso similar se registró en 2003 en Nigeria, donde 125 personas murieron en la explosión de un oleoducto en la zona de Onicha-Amaiyi, cuando los habitantes de la zona recogían combustible tras una fuga.
Un tipo de accidente que se repite en países donde se unen malas infraestructuras, con problemas enquistados como la pobreza, la desigualdad o la violencia.
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