En un 17 de agosto, un día como hoy pero de 1998, el entonces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, reconoció ante un jurado que tuvo “una relación inapropiada” con la becaria Monica Lewinsky. Aquel lunes por la noche, el mandatario demócrata lamentó haberlo ocultado tanto a su esposa Hillary como al pueblo norteamericano, y pidió al país “dar vuelta la página”.
En una declaración a la Nación transmitida por la televisión desde la sala de mapas la Casa Blanca, Clinton reconoció su “error”, pero también reclamó el derecho de un presidente a tener “una vida privada”.
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“En efecto, tuve una relación con la señorita Lewinsky que no era apropiada”, declaró el presidente. “En realidad, fue un error. Constituyó un muy grave error de juicio y una falta personal de mi parte, de la cual soy total y únicamente responsable”, añadió.
La relación entre el mandatario y la becaria se remonta a 1995, cuando ambos comenzaron una relación a escondidas de la primera dama, Hillary Clinton; pero fue en 1998, después de que Clinton presuntamente mintiera al Congreso sobre la “relación inapropiada”, cuando el exfiscal especial de Estados Unidos Kenneth Starr abrió una investigación que podría haberle costado el cargo.
“Sin embargo, he dicho al Gran Jurado, y se los digo a ustedes esta noche, que nunca le pedí a nadie mentir, ocultar pruebas o cometer cualquier acto ilegal”, expresó el mandatario.
En enero de ese año, Clinton había negado públicamente haber tenido una relación “impropia” con la joven pasante.
El demócrata insistió en que su declaración jurada era “legalmente fidedigna”, lo cual implica que el presidente, al negar en aquel entonces una “relación sexual” con Lewinsky, se amparó en una definición restrictiva de los tribunales que excluía el sexo oral.
Al igual que el mensaje a la Nación, el delicado testimonio de Clinton ante la Justicia --el primero en la historia de un presidente norteamericano en el marco de una investigación penal-- se realizó desde la sala de mapas de la Casa Blanca.
Clinton declaró en directo y a través de un circuito cerrado de televisión ante los 23 miembros del Gran Jurado que se encontraban en la sede del Tribunal Federal, situado a un kilómetro de la Casa Blanca. Una vez finalizado su testimonio a puertas cerradas, el presidente pasó tres horas y media después a la obligada confesión ante los norteamericanos.
Cediendo finalmente a los consejos de sus asesores, Clinton se plegó así a una vieja tradición de la política norteamericana, que abunda en arrepentimienos públicos de líderes caídos en desgracia.
“Sé que mis comentarios públicos y mi silencio sobre este tema dieron una falsa impresión. Engañé a la gente, incluso a mi propia esposa. Lo lamento profundamente”, dijo Clinton, vestido de gris y que se expresó con tono de niño regañado.
El presidente justificó su voluntad de ocultar la relación por el deseo de protegerse de lo “inconveniente” de su conducta” y para proteger a su familia.
Una vez reconocido su “error”, Clinton invocó el derecho a la vida privada y pidió la indulgencia de su pueblo, invitándolo a dejar atrás el asunto para ocuparse de “los verdaderos problemas por resolver”.
“Incluso los presidentes tienen vidas privadas. Es hora de detener la destrucción personal y de dejar de hurgar en las vidas privadas para regresar a nuestra vida nacional”, dijo.
“Hoy les pido que se alejen del espectáculo de los últimos siete meses, para reparar la trama de nuestra actividad nacional y volver a enfocar la atención hacia todos los desafíos y todas las promesas del próximo siglo norteamericano”, concluyó Clinton.
Años más tarde, Clinton dijo en su biografía que el escándalo sexual y político en torno a Lewinsky fue “una pesadilla hecha realidad”, sobre todo porque sus propias mentiras generaron una telaraña que envolvió a su familia, amigos y a todo Estados Unidos.
“Lo que más lamento, además de mi conducta, es haberlos engañado a todos”, escribió Clinton en “Mi vida”, un libro de 957 páginas.
“Estaba enojado conmigo mismo por hacer eso y cuando la vi de nuevo, le dije que estaba mal para mí mismo, mal para mi familia y mal para ella”, relata Clinton.
A mediados de la década pasada, casi veinte años después del incidente, Lewinsky dijo que su relación con el expresidente fue un “flagrante abuso de poder”, después de haber reflexionado sobre ello a través del “nuevo prisma” del movimiento #MeToo.
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