El vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, suspendió este jueves el viaje que tenía previsto hacer el viernes a Indiana, aunque su portavoz aseguró que no está enfermo y que no ha dado positivo en ningún test de coronavirus (COVID-19) para disipar cualquier sospecha de que haya podido contraer la enfermedad.
La oficina de Pence había informado el martes de que el vicepresidente y su esposa, Karen Pence, iban a trasladarse el viernes a Indianápolis, en Indiana, estado del que fue gobernador entre 2013 y 2017, para sufragar en la votación anticipada de cara a los comicios del próximo 3 de noviembre.
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Sin embargo, este jueves su oficina anunció que la visita se había pospuesto y que “el vicepresidente está deseando reprogramar este viaje en un futuro próximo”, sin dar más detalles.
El portavoz del vicepresidente, Devin O’Malley, aclaró poco después a los periodistas que “nadie está enfermo, no ha habido pruebas (de COVID-19) positivas”.
“El vicepresidente planea viajar el sábado y el lunes. Tendremos más información sobre el calendario del vicepresidente la próxima semana pronto”, zanjó.
Los casos de COVID-19 se han multiplicado en la Casa Blanca desde que medios de información revelaran el positivo en el test de la asesora presidencial, Hope Hicks, el jueves por la noche.
Poco después, el presidente de EE.UU., Donald Trump, anunció la madrugada del viernes que había contraído la enfermedad, junto a la primera dama, Melania Trump, y ese mismo día ingresó en el hospital militar Walter Reed de Bethesda (Maryland), en las afueras de Washington DC, donde permaneció hasta el lunes, cuando fue trasladado a la Casa Blanca, donde está confinado.
En los últimos días numerosos miembros del entorno de Trump han ido anunciando que habían dado positivo en las pruebas.
El último fue Stephen Miller, el principal asesor en inmigración del presidente, quien informó el martes de que había dado positivo, convirtiéndose en el número 23 del foco que ha golpeado a la Casa Blanca en la última semana.
Pence se trasladó a Utah el lunes para participar la noche del miércoles en el debate frente a la aspirante demócrata a la Vicepresidencia, Kamala Harris, en un cara a cara que transcurrió con barreras de plexiglás tanto entre ambos candidatos, como entre ellos y la moderadora.
Además, Pence y Harris, que tuvieron que someterse a test de COVID-19, estuvieron sentados a una distancia de 3,7 metros y no se dieron la mano al inicio del debate.
Este jueves Pence se trasladó a Boulder City, en Nevada, donde dio un mitin, para después viajar a Arizona, donde pronunció otro discurso de campaña en Peoria.
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