Un distrito escolar del suroeste de Missouri decidió restablecer las nalgadas como método para disciplinar a los estudiantes —si sus padres están de acuerdo_, pese a las advertencias de muchos expertos en salud pública sobre lo perjudicial que resulta tal práctica.
Las clases se reanudaron el martes en el distrito escolar de Cassville por primera vez desde que el consejo escolar aprobó en junio volver a aplicar los castigos corporales en este distrito que cuenta con 1.900 alumnos y se encuentra a unos 95 kilómetros (60 millas) al suroeste de Springfield. El distrito había eliminado la práctica en 2001.
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La política establece que el castigo corporal sólo se utilizará cuando otras formas de disciplina —como las suspensiones— hayan fracasado, y únicamente con el permiso del superintendente.
La superintendente Merlyn Johnson dijo al diario The Springfield News-Leader que la decisión se tomó después de que una encuesta anónima determinó que los padres, los estudiantes y los empleados de la escuela estaban preocupados por el comportamiento y la disciplina de los estudiantes.
“La gente nos ha dado las gracias por ello”, afirmó. “Sorprendentemente, quienes están en las redes sociales probablemente se horrorizarían al oírnos decir estas cosas, pero la mayoría de las personas con las que me he topado nos han apoyado”.
Una madre, Khristina Harkey, dijo a The Associated Press el viernes que está indecisa sobre esta política de Cassville. Ella y su esposo decidieron no participar porque su hijo de 6 años, Anakin Modine, es autista y devolvería los golpes si le dieran una nalgada.
Pero dijo que el castigo corporal funcionó para ella cuando era una “buscapleitos” durante sus años escolares en California.
“Hay todo tipo de niños”, manifestó Harkey. “Algunos necesitan unas buenas nalgadas. Yo era una de ellas”.
Morgan Craven, director nacional de políticas, defensa y relaciones con la comunidad de la Asociación de Investigación del Desarrollo Intercultural —una organización sin ánimo de lucro dedicada a la equidad educativa_, dijo que el castigo corporal es una “práctica totalmente inapropiada e ineficaz”.
La Corte Suprema de Estados Unidos dictaminó en 1977 que el castigo corporal es constitucional y dejó en manos de los estados la decisión de establecer sus propias políticas.
Craven dijo que 19 estados, muchos de ellos en el sur, tienen leyes que lo permiten en las escuelas.
Los datos más recientes de 2017 a 2018 muestran que unos 70.000 niños en Estados Unidos recibieron al menos un golpe en sus escuelas.
Los estudiantes que son golpeados en la escuela no obtienen los mismos resultados académicos que sus compañeros y sufren traumas físicos y psicológicos, señaló Craven. En algunos casos, los niños resultan tan lastimados que necesitan atención médica.
“Si se da una situación en la que un niño va a la escuela y puede ser abofeteado por, ya sabes, una ofensa menor, ciertamente se crea un ambiente realmente hostil, impredecible y violento”, dijo Craven. “Y eso no es lo que queremos para los niños en las escuelas”.
Pero Tess Walters, de 54 años, tutora de su nieta de 8 años, no tuvo reparos en firmar los papeles de aceptación del castigo corporal. Dijo que la posibilidad de ser golpeada es un elemento disuasorio para su nieta, que padece trastorno por déficit de atención/hiperactividad.
“He leído algunas respuestas de algunas personas en Facebook recientemente, y están exagerando como: ‘Oh, esto es un abuso’, y ‘oh, sólo vas a amenazarlos con, ya sabes, violencia’. Y yo digo: ‘¿Qué? El niño está siendo nalgueado una vez; no es una paliza’. La gente se vuelve loca. Están haciendo el ridículo”, manifestó Walters.
Mitch Prinstein, director científico de la Asociación Americana de Psicología, dijo que décadas de investigación demuestran que el castigo corporal no reducirá el comportamiento inadecuado y que es probable que aumente la agresión, la rabia, la hostilidad y podría conducir a depresión y problemas de autoestima.
Prinstein dijo que hay mejores métodos para eliminar la conducta indeseable, como el entrenamiento en la resolución de problemas; recompensar el comportamiento positivo, como con más tiempo de receso; y proporcionar atención extra en el aula.
“Los padres son expertos en lo que funciona para sus propios hijos”, señaló Prinstein. “Pero es importante que los padres sean educados en la literatura científica que demuestra una vez más que el castigo corporal no es una forma consistentemente eficaz de cambiar el comportamiento indeseable”.
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