La versión oficial dice que este viernes Alexei Navalny dio un breve paseo la colonia penal de Siberia en la que estaba preso, dijo que se sentía mal, luego se desplomó y nunca recuperó el conocimiento.
El mayor opositor ruso de Vladimir Putin tenía 47 años. Su estado se había deteriorado durante los tres años que pasó en prisión, donde se quejó de que se le había negado tratamiento médico y había pasado casi 300 días en régimen de aislamiento.
MIRA: Como eran las duras condiciones en las que vivía Navalny en la infame prisión rusa “Lobo Polar” en la que finalmente murió
En el momento de su arresto en enero de 2021, había pasado meses recuperándose de un ataque con un agente nervioso.
Aun así, parecía estar relativamente bien de humor y de salud en un video judicial filmado un día antes de su muerte.
La opinión internacional no parece coincidir con el relato de Rusia sobre lo que le sucedió en IK-3, o “Lobo Polar”, una de las prisiones más septentrionales y más duras de Rusia.
En diciembre lo habían trasladado a esta famosa cárcel ártica, miles de kilómetros al noreste de Moscú.
El ministro de Asuntos Exteriores francés, Stéphane Séjourné, dijo que Navalny “pagó con su vida” por su “resistencia a la opresión rusa”, y añadió que su muerte era un recordatorio de la “realidad del régimen de Vladimir Putin”.
El presidente francés, Emmanuel Macron, dijo que en Rusia “los espíritus libres son enviados al Gulag y condenados a muerte”, mientras que su par estadounidense, Joe Biden, dijo que “Putin es responsable de la muerte de Navalny”.
La madre de Navalny, Lyudmila, dijo en una publicación de Facebook citada por el periódico Novaya Gazeta que su hijo estaba “vivo, sano y feliz” cuando lo vio por última vez el 12 de febrero.
“Realmente no podemos creer a Putin y su gobierno”, dijo Yulia, su esposa.
La agencia de noticias rusa Interfax informó que los médicos pasaron media hora intentando resucitarlo.
Según las autoridades penitenciarias, los médicos estuvieron con él en dos minutos y una ambulancia estuvo disponible en seis minutos.
La cadena estatal RT, prohibida en muchos países occidentales, planteó la posibilidad de que un coágulo de sangre lo matara.
Dmitry Peskov, portavoz de Putin, dijo que “los médicos deben resolver esto de alguna manera”.
Cualquier sugerencia de que el Kremlin es responsable de la muerte de Alexei Navalny es “completamente inaceptable”, afirmó Peskov, según informó la agencia de noticias rusa Tass.
El portavoz dijo que la reacción de los líderes occidentales ante la muerte de Navalny fue “histérica”.
Peskov también dijo el viernes que el servicio penitenciario ruso estaba haciendo “todos los controles” sobre la muerte de Navalny, pero que no tenía más información al respecto.
La portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, Maria Zakharova, declaró en Telegram que los resultados del análisis forense de la causa de la muerte de Navalny no estaban disponibles todavía.
El presidente del Parlamento ruso, Viacheslav Volodin, culpó a Occidente por la muerte del crítico del Kremlin.
“Todos ellos, sus nombres son bien conocidos, desde el secretario general de la OTAN y los dirigentes estadounidenses hasta (Olaf) Scholz, (Rishi) Sunak y (Volodymyr) Zelensky son culpables de la muerte de Navalny”, dijo el político en su canal de Telegram.
Al menos hasta las 10 pm hora local (17:00 GMT) no se había realizado ninguna autopsia.
Ya fuera un lento deterioro, una catástrofe repentina o un solo incidente que lo mató, Navalny era consciente de que lo querían muerto.
En diciembre de 2020, acusó a agentes del Servicio Federal de Seguridad (FSB, por su sigla en ruso) de envenenarlo.
Cayó gravemente enfermo y se desplomó en un avión que volaba desde Tomsk, Siberia, lo que obligó al avión a aterrizar de emergencia en Omsk mientras la tripulación buscaba ayuda médica.
Laboratorios europeos confirmarían más tarde que se encontró en su cuerpo Novichok, el agente nervioso de fabricación rusa que también se utilizó para envenenar a Serguéi y Yulia Skripal en Salisbury, Reino Unido.
En una llamada telefónica extraordinaria, que Navalny grabó, engañó a un agente del FSB haciéndole admitir que el arma química había sido puesta en su ropa interior en un hotel de Tomsk.
El agente Konstantin Kudryavtsev dijo que si el avión no hubiera realizado un aterrizaje de emergencia, habría muerto.
Después del tratamiento en Alemania, Navalny regresó a Rusia en enero de 2021 y fue arrestado instantáneamente.
Su salud empeoró en prisión.
En los meses que siguieron al encarcelamiento de Navalny, acusado de “extremismo” y “corrupción”, sus aliados y abogados emitieron varias advertencias de que su estado de salud estaba empeorando, que estaba gravemente enfermo o que se desconocía su paradero.
Se quejó de fuertes dolores de espalda, fiebre y entumecimiento en las piernas.
Habló de la falta de sueño debido a los “controles” cada hora de los guardias que le iluminaban los ojos con antorchas y aún no había superado los graves efectos del ataque con Novichok.
En su última aparición pública desde prisión el 10 de enero, Navalny bromeó diciendo que todavía no había recibido ningún correo de Navidad debido a que estaba “bastante lejos”.
Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional de Estados Unidos, describió el viernes la muerte de Navalny como una “terrible tragedia” y el último ejemplo de la “larga y sórdida historia del gobierno ruso de hacer daño a sus oponentes”.
“Esto plantea preguntas reales y obvias sobre lo que pasó aquí”, continuó.
Su muerte, cualquiera que sea la causa, se produjo mientras estaba preso bajo el cuidado del Estado.
La Oficina de Derechos Humanos de la ONU dijo estar “consternada” por la muerte y añadió que debería ser investigada por un organismo independiente.
“Si alguien muere bajo custodia del Estado”, añade el comunicado de la ONU, “la presunción es que el Estado es responsable”.
Esta “responsabilidad solo puede ser refutada mediante una investigación imparcial, exhaustiva y transparente realizada por un organismo independiente”, dijo el organismo.
La muerte de Navalny les quita a los opositores a Putin una alternativa reconocida internacionalmente, y constituye quizás la mayor advertencia para quienes intenten burlar al Kremlin.
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