El derribo de un sofisticado avión ruso Su-25 sobre la región ucraniana del Donbás en mayo desató una serie de preguntas sobre la muerte del piloto.
¿Por qué un hombre de 63 años estaba en la cabina de mando de una aeronave tan avanzada?
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¿Qué hacía en el avión un oficial retirado que había dejado las fuerzas armadas rusas hacía una década?
¿Por qué otro general ruso ha perdido la vida en la línea de fuego? ¿Y exactamente cuántos generales rusos han muerto?
Desvelar este misterio nos dice mucho sobre el estado de la maquinaria bélica del Kremlin y el coste humano de la guerra, incluso para los oficiales de mayor rango.
El general de división Kanamat Botashev había sido un piloto ruso muy hábil y respetado y, a pesar de su rango, su avanzada edad y su condición de retirado, volvió a estar en los aires aquel fatídico día.
La BBC habló con tres de sus antiguos subordinados, quienes dijeron que “no podía mantenerse alejado” de “la operación militar especial”, término que Rusia utiliza para referirse a la invasión a gran escala que lanzó contra Ucrania el pasado 24 de febrero.
“Era un piloto con P mayúscula”, dijo uno de los antiguos colegas de Botashev. “Hay pocas personas en la Tierra tan obsesionadas con los cielos como él”.
“Siempre estaré orgulloso de haber servido a sus órdenes”, agregó otro.
Pero el hecho de que Botashev participara en los combates en Ucrania no cuadraba, y no sólo por su edad.
El alto oficial ni siquiera era un miembro en activo del Ejército ruso: había sido despedido una década antes.
Botashev es uno de los varios generales rusos que han muerto en el conflicto, y aunque el número exacto es muy discutido, perder incluso un general es muy inusual en la guerra moderna.
A modo de comparación, cuando el general de división estadounidense Harold Greene fue asesinado por un soldado afgano en un ataque en 2014, su muerte supuso la primera vez en más de 40 años que un general estadounidense moría en combate.
Ucrania ha afirmado que 11 generales rusos han muerto en el conflicto hasta el momento. Pese a ello, algunos de los informes han resultado ser erróneos: tres de los que han sido declarados muertos aparecieron más tarde en vídeos publicados en internet, desmintiendo la noticia de su fallecimiento.
De los restantes ocho altos oficiales que Kiev asegura haber abatido, hasta ahora solo se ha confirmado la muerte de cuatro de ellos, mientras que de los otros cuatro aún no se han verificado las informaciones, pero tampoco han sido desmentidas.
Además de Botashev, los otros tres caídos confirmados son:
La muerte del mayor general Andrey Sukhovetsky fue anunciada el 1 de marzo. Un militar retirado tuiteó que Sukhovetsky recibió un disparo de un francotirador ucraniano en el área de Hostomel, no muy lejos de la capital, Kiev.
El Ejército ucraniano dio por muerto al mayor general Vladimir Frolov el 16 de abril, lo que fue confirmado por informaciones que anunciaban su funeral en la ciudad rusa San Petersburgo. Las circunstancias de su deceso no han sido reveladas.
Más recientemente, el 5 de junio, un periodista de los medios de comunicación estatales rusos publicó en el servicio de mensajería Telegram que el mayor general Roman Kutuzov había muerto al dirigir un asalto contra las fuerzas ucranianas en la región del Donbás, al este de Ucrania.
La respuesta sencilla es que los ucranianos no lo saben con seguridad y los rusos no lo dicen.
Para Rusia, las muertes de militares se consideran secreto de Estado incluso en tiempos de paz. Además, Moscú no ha actualizado su balance oficial de bajas en Ucrania desde el 25 de marzo, cuando dijo que 1.351 soldados habían muerto en el primer mes de la guerra.
En un proyecto de investigación continua, utilizando fuentes abiertas y hablando con las familias de los soldados rusos, la BBC ha recopilado una lista de más de 3.500 bajas, con sus nombres y rangos, lo que indica que la cifra real es probablemente mucho mayor.
Nuestra investigación también muestra que uno de cada cinco soldados rusos muertos era un oficial de rango medio o superior.
La proporción de oficiales de alta jerarquía fallecidos es sorprendente, pero el Ejército ruso cuenta con un gran número de oficiales de alto rango: alrededor de 1.300 en total.
Aunque nunca se esperaría que muchos de ellos terminaran en el frente de batalla, un número importante de generales se han encontrado en ese lugar.
Esto puede deberse a que se espera que los generales realicen tareas y tomen decisiones que corresponderían a subalternos en las instituciones armadas de otros países, lo que les acerca al frente más de lo que se esperaría.
Funcionarios occidentales también han sugerido que la baja moral de las tropas rusas ha obligado al Ejército a lanzar a sus pesos pesados a la acción.
Asimismo, la escasez de equipos de comunicaciones puede haber aumentado el peligro que corren estos oficiales, obligándoles supuestamente a utilizar teléfonos tradicionales cuando están cerca de los combates, comprometiendo su seguridad.
Por último, medios de comunicación estadounidenses afirman que los oficiales de la inteligencia militar ucraniana están atacando deliberadamente a la jerarquía rusa con francotiradores y artillería, y que Estados Unidos ha proporcionado información a Ucrania sobre su paradero.
En el caso de Botashev, ¿cómo se encontró de nuevo en el fragor de la batalla si estaba retirado?
La carrera de Botashev no había sido sencilla: en 2012 fue expulsado del Ejército tras estrellar un avión que no debía pilotar.
Se había puesto a los mandos de una joya de la corona de la tecnología militar rusa: un sofisticado caza Su-27.
En el Ejército ruso, la autorización para pilotar un determinado tipo de avión se obtiene tras muchas horas de formación especial.
Botashev no estaba autorizado para pilotar el Su-27, pero de algún modo consiguió acceder a él. Perdió el control de la aeronave en pleno vuelo, pero él y un compañero se eyectaron con éxito.
Sobrevivió a la “desventura”, pero sabía que tendría que pagar un precio.
Lo que empeoró las cosas fue el hecho de que no era la primera ocasión en la que tomaba un avión que no debía pilotar.
En 2011 se coló en la cabina de un Su-34 -un avanzado bombardero para el que no tenía licencia- y lo llevó a dar un “paseo” ilícito.
En 2012, un tribunal dictaminó que Botashev tenía que pagar al Estado unosUS$75.000por los daños del accidente, aunque el aparato perdido valía millones. Cuando murió el mes pasado, todavía debía más de la mitad de esa cantidad, según una base de datos estatal de acceso público.
Botashev fue despedido de su puesto y pasó a trabajar para DOSAAF, una organización estatal de voluntarios que se remonta a la década de 1950. DOSAAF tiene vínculos con el Ejército y la Marina rusos y su objetivo es fomentar el interés de los jóvenes por todo lo relacionado con el mundo militar.
La pensión del fallecido era de unos US$360.
Con estos ingresos le costaría pagar la importante suma que debía al Estado, y se ha afirmado que en el momento de su muerte, Botashev trabajaba para una empresa militar privada.
Las autoridades rusas niegan que estas empresas privadas tengan vínculos con el Estado.
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