En un armario, en un aparcamiento de caravanas en el norte de Inglaterra, hay un par de zapatos de cuero italianos para bailar.
De vez en cuando son retirados del armario y lustrados, antes de que su dueño recorra las pistas de baile bajo el ritmo de la música Northern Soul. Esos zapatos son atesorados por su dueño, un hombre trabajador llamado Mick.
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La persona que se los dio fue su vecino italiano. Se nombre era Gennaro Panzuto.
A la gente le gustaba este carismático italiano que intentaba cultivar macetas de albahaca bajo el viento helado de la zona rural de Lancashire.
Y a Gennaro le gustaba el aparcamiento de caravanas porque era un buen lugar para vivir en silencio. Era, también, un buen lugar para esconderse de la verdad escrita con sangre en las calles de Nápoles.
Pero esa verdad pronto saldría a la luz.
La entrevista
Es junio del 2019, aproximadamente 12 años después de ese momento en que Gennaro le regaló los zapatos a Mick.
Estoy esperando dentro de una prisión de máxima seguridad ubicada al norte de los Alpes italianos.
Las paredes calientes de esta cárcel destartalada son claustrofóbicas. La única vista es hacia el cielo y, si puedes encontrar una ventana decente, se ven las impresionantes cumbres de las montañas.
Un guardia de seguridad abre una puerta interna y Gennaro Panzuto camina hacia mí.
El hombre de 45 años está en forma. No lleva el uniforme de la prisión, sino un par de jeans ajustados, una camisa de mezclilla y zapatillas de deporte.
Intercambiamos bromas. Y luego nos dedicamos a los negocios: las confesiones de un hombre de la mafia. Tiene una historia importante que contar sobre su vida, y preguntas que responder sobre qué estaba haciendo en el Reino Unido hace tantos años.
Sabemos que es una historia que comienza con crímenes atroces en Nápoles y termina con una cumbre de la mafia en medio de la ciudad de Lancashire. Pero ¿será honesto?
¿Qué crímenes ha cometido?, le pregunto.
“Mis delitos van desde asesinato, intento de asesinato y crimen organizado, extorsión, tráfico de drogas, tráfico de armas y lavado de dinero”.
¿En cuántos asesinatos estuvo involucrado? ¿Cuántos cometiste personalmente?
Esto es, después de todo, supuestamente una confesión. Panzuto duda.
¿Más de 10?
“No, menos”.
¿Más de 5?
“No, espera…”.
Panzuto dice que quiere ser franco, pero su franqueza se ve atenuada por una aparente renuencia a incriminarse más allá de lo que ya ha sido condenado.
Insiste en que su período en prisión le ha dado tiempo para pensar, y quiere contar su historia como una advertencia a los demás para que no sigan su camino.
Niño de la calle
Gennaro Panzuto nació en la caótica ciudad de Nápoles en 1974.
El pequeño apartamento de su familia estaba en La Torretta, un enclave de familias pobres en medio de la élite rica cerca de la costa.
Estaba en un área conocida como “Bassi”, un laberinto de callejones oscuros y húmedos en los niveles más bajos de las antiguas calles de la ciudad.
Si vivías en Bassi te despreciaban, metafórica y literalmente, aquellos que estaban arriba de ti y que eran lo suficientemente ricos como para habitar casas bañadas por el sol.
Panzuto quería escapar de la pobreza. Y como tantos otros adolescentes allí, su ruta sería el crimen.
Cuando tenía 14 años descubrió que era un ladrón eficiente. Tenía la astucia para robar relojes, particularmente Rolex, directamente de las muñecas de los ricos desprevenidos.
“Se trata de ser astuto”, recuerda, mostrándome cómo robaría un reloj.
Panzuto era tan bueno haciendo eso que las personas a las que les vendía le pidieron que se mudara a España, donde podía obtener mayores ganancias. De lunes a viernes estaría robando relojes. Luego, el sábado, llevaría a casa su botín.
“Fui realmente reconocido. Esa fue mi mala suerte”. Fue su mala suerte porque fue descubierto por la “Camorra”, la organización más poderosos de la mafia de Nápoles.
La familia
La Camorra es completamente diferente al estereotipo de Hollywood de una sola familia todopoderosa que controla toda una ciudad o país.
La doctora Felia Allum, de la Universidad de Bath, ha pasado su carrera investigando los clanes y sus particulares alianzas criminales en Nápoles.
“En cada distrito había una familia criminal que controlaba el territorio”, dice. Pero una familia sola era débil. Y así, en Nápoles, se formaban alianzas más amplias y cambiantes.
“Lo que esas alianzas tendían a hacer, para ser poderosos y fuertes, era reclutar a clanes más pequeños. Esa es la flexibilidad y la fluidez de la Camorra”, añade.
Panzuto conoció a la Camorra a través de una tía que se había casado dentro de la mafia.
Su esposo, Rosario Piccirillo, encabezaba uno de los clanes en su pobre distrito y administraba el contrabando de cigarrillos exento de impuestos que generó enormes ganancias para su alianza en la ciudad.
Pero Rosario no era un líder brillante, y tenía pocos soldados de a pie para hacer su voluntad. Se dio cuenta de que necesitaba entrenar a un aprendiz en quien pudiera confiar con su vida, para ayudar al clan a sobrevivir.
Panzuto fue llamado a Nápoles desde España para lo que se convertiría en una reunión que cambiaría su vida.
Conoció a su tío Rosario en Mergelina Marina, un patio de recreo de ricos en el límite del territorio del clan.
Allí, a Panzuto le presentaron a un mafioso “senior” de la Camorra, un hombre que había resuelto los problemas de su clan. Este hombre tenía una propuesta para el entonces ladrón de la calle. Los rivales planeaban dispararle a Rosario en una creciente batalla de ojo por ojo por el control de esa parte de la ciudad.
“Mata a la persona que quiere matarlo”, le dijeron a Panzuto. “Tienes que hacerlo porque eres su familia”. Panzuto, entonces, aceptó convertirse en un asesino.
Cuando me contó su decisión, lo hizo de una manera tan real que no tenía ningún sentido para mí.
¿No creía que estaba mal? Se le pidió que se convirtiera en un asesino, ¿y no se detuvo para decir que no?
“Cuando creces en el mundo en el que yo nací, (una decisión) así es normal. Crecí con reglas que significaban que cuando estaba unido a alguien, también tenía que ser capaz de asesinar”.
Panzuto cumplió su promesa de proteger a la familia de los enemigos. El primer miembro del clan rival al que le dijeron que matara escapó, pero solo porque la policía lo arrestó primero.
Pero no pasó mucho tiempo antes de que emboscara a otro y lo matara a tiros. Era su trabajo, dice, y siguió adelante sin pensar demasiado en la magnitud de sus crímenes.
Hoy, después de 12 años en prisión, Panzuto insiste en que finalmente se dio cuenta del horror de lo que hizo. Ha pasado por varios períodos de psicoterapia diseñados para hacer que los delincuentes violentos se hagan responsables de sus acciones.
Dice que también ha hecho frente a su propia inhumanidad, pero hay recuerdos de los que nunca puede escapar.
“No recuerdo las caras”, dice. “Recuerdo el ruido sordo de los cuerpos cayendo después de dispararles. Recuerdo los gritos de los niños, las mujeres, resonando en mis oídos”.
Durante la siguiente década, Panzuto llegó a desempeñar un papel principal tanto en la extorsión como en el envío de drogas a su territorio, La Torretta.
Y en el 2005, el tío Rosario estaba tan metido en problemas policiales que el aprendiz tuvo que hacerse cargo, para detener el colapso del clan.
El escape
Pietro Ioia es un exnarcotraficante. Conoció a Panzuto durante su ascenso. Él dice que el joven mafioso era tan asertivo y rápido en actuar que otros delincuentes lo apodaron “Terramoto” (terremoto).
“Panzuto era realmente respetado por los otros clanes y tenía valor como jefe. Su carrera en la Camorra fue intensa, pero corta”, dice Ioia.
En el invierno del 2005, estalló una nueva guerra entre clanes, y los aliados de Panzuto le pidieron su ayuda para mantener el área de La Sanita.
Michele Del Prete es una fiscal superior contra la mafia que investigó a Panzuto. Él dice que el joven líder aprovechó esa oportunidad para dejar su huella.
“Panzuto necesitaba afirmar su propio carácter criminal: su peso criminal”, dice: “Como asesino, pero también como alguien que quería reemplazar a su tío como gerente”. Quería encabezar un clan que pudiera extenderse a otras áreas de la ciudad.
Durante ese invierno, hubo una serie de tiroteos y asesinatos, mientras las pandillas se mataban entre sí.
Finalmente, uno de estos asesinatos, de un gángster llamado Graziano Borelli, iba a ser vinculado directamente con Panzuto.
La policía había interceptado una conversación en la que Panzuto le había dicho a sus pistoleros que llevaran a cabo el asesinato, y tenían pruebas suficientes para hacer los arrestos.
Pero Panzuto no se veía por ninguna parte. Había huido del país.
Vida en el parque
La temperatura media en pleno verano en Nápoles es de 24 grados.
En Lancashire es 16. Y si hay algo de lo que se quejan los italianos cuando van a Inglaterra, aparte de la comida, es el clima.
Pero Preston, en Lancashire, fue el lugar al que huyó Panzuto en los primeros meses del 2006. ¿Por qué a este rincón improbable de Inglaterra? Panzuto me lo explicó durante nuestro encuentro en la prisión.
La Camorra tiene enlaces en toda Europa para hacer negocios. Algunas de sus ganancias provienen del movimiento ilegal de bienes libres de impuestos dentro y fuera de Nápoles, y los clanes lo hacen con la ayuda de socios extranjeros.
Uno de los socios más cercanos de Panzuto en Nápoles había hecho profundas conexiones con una pandilla del crimen organizado en el noroeste de Inglaterra.
Esta pandilla, compuesta casi en su totalidad por hombres británicos, estaba ganando mucho dinero sin necesidad de ser violento en las calles.
Una de sus estafas involucraba el envío de zapatos a Nápoles sin pagar ningún IVA: la Camorra los vendían y socavaban a los comerciantes legítimos.
La pandilla británica estaba encabezada por un hombre de negocios que parecía ser un miembro íntegro de su comunidad. Además, tenía un abogado y un contador en caso de que el recaudador los viniera a buscar.
Panzuto había conocido al empresario británico en Nápoles.
Cuando la policía lo acechó después del asesinato de Borelli, los amigos británicos de Panzuto le ofrecieron refugio en Lancashire. Esto le dio dos oportunidades: esconderse por un tiempo y aprender sobre un negocio lucrativo.
Una vez allí, se encontró con el círculo más amplio que rodeaba al hombre de negocios y recibió importantes ideas para sus operaciones. Panzuto les dijo que su prioridad era permanecer bajo perfil, y el empresario británico dijo que podía resolverlo de inmediato.
El Six Arches Caravan Park se encuentra en una curva del río Wyre, a medio camino entre las zonas de Preston y Lancaster. A no ser por el paso ocasional de un tren de alta velocidad, es un lugar tranquilo, a poca distancia del bosque.
Panzuto, entonces, alquiló una unidad en el parking de caravanas, y su esposa e hijos llegaron de Nápoles.
Era un lugar acogedor, y los vecinos felizmente le prestaban a la familia un teléfono para llamar a Nápoles. A nadie se le ocurrió en ese momento que esto era un poco extraño, dado que claramente tenía dinero.
Uno de los vecinos que ayudó a los Panzuto a establecerse fue Mick Bury. Al poco tiempo se hicieron amigos. Durante las finales de la Copa del Mundo de ese verano en Alemania, compartieron risas y cervezas mientras veían a Italia ganar el torneo por cuarta vez.
“Mis amigos me bromeaban: ‘oye, debes tener cuidado, podría ser un hombre de la mafia...’”, me decían.
Con el tiempo, su amistad se hizo tal que Panzuto le regaló a Mick, un bailarín dedicado, un par de zapatos de baile italianos. Estaban hechos de suave cuero negro con una franja marrón en la punta del pie. La suela lisa permitía deslizarse. “Todavía los uso, no podría haberlos pagado. Fue muy generoso”.
La gente en el aparcamiento amaba a este extravagante nuevo residente.
Y Panzuto comenzaba a disfrutar de su nueva vida en Inglaterra. Según me dijo en la cárcel, allí encontró una paz y tranquilidad que no había en Nápoles. Pero no fueron vacaciones.
El jefe de negocios británico que lo estaba ayudando a ocultarse, ahora necesitaba que le devolvieran el favor de una manera que solo Panzuto podía hacer.
El mensaje
Al británico le debían una fortuna otros delincuentes que formaban parte de su extensa red de compañías poco fiables y estafas fiscales. El italiano quería aprender más sobre estas compañías, y el empresario británico dijo que le enseñaría todo lo que sabía.
Pero primero, Panzuto debía arreglar cuentas con sus deudores. El empresario quería una solución eficiente.
Y entonces Panzuto dijo que lidiaría con este problema a la manera de la Camorra. Organizó una cena de negocios falsa en un restaurante italiano en el área de Preston con el empresario extranjero que estaba causando la mayor molestia.
“Era el más arrogante de todos”, dijo Panzuto. “No solo le debía dinero, también lo amenazaba. Lo llevé al estacionamiento. Pensó que íbamos a tomar el auto. En cambio, lo agarré y lo golpeé con la cabeza. Lo tiré al suelo”.
La víctima quedó atónita por tan repentino ataque.
“Le dije: ‘recuerda lo que he hecho. Diles a todos que así es como sopla el viento ahora’”.
Y luego cometió un acto de violencia extraordinaria: mordió la oreja de la víctima. Así, el mensaje sería enviado y los deudores comenzarían a pagar.
A los pocos meses de llegar al Reino Unido, el empresario le mostró a Panzuto lo fácil que era abrir compañías falsas, a diferencia de Italia. Eso hizo que el delito de “cuello y corbata”, ocultando ganancias criminales en transacciones aparentemente honestas, fuera muy fácil.
A diferencia de la Camorra, el jefe británico no necesitaba vender drogas ni extorsionar a las empresas locales. Simplemente intercambiaba los productos de una compañía a otra esquivando el 20% de IVA que otros comerciantes tenían que pagar legítimamente.
Panzuto me dice que nunca entendió por completo lo que estaba sucediendo, pero equivalía a un fraude carrusel, un crimen que le cuesta a los gobiernos miles de millones cada año.
Las estafas demostraron ser lucrativas, y el jefe de negocios británico dijo que podía ayudar a mover más zapatos, piezas de baño y automóviles, para cubrir los gastos de Panzuto.
El italiano dijo que el plan ayudaría a su gente, y sabía que apuntalaría su propia posición en la Camorra. Comenzó a investigar la creación de una red de tiendas y almacenes en las cercanías de Preston, y posiblemente de Manchester, para generar aún más efectivo para enviar a Nápoles.
Pero el joven y ambicioso jefe, arrullado en una falsa sensación de seguridad por la arrogancia de sus asociados británicos, ya estaba cometiendo errores.
De vuelta en Nápoles, Panzuto era el principal sospechoso de la mafia de la ciudad. Luego, dentro de las oficinas llenas de humo y de nicotina de la unidad policial, los detectives lograron un gran avance gracias a cinco números repetidos.
“00-44-7”, el prefijo internacional para números de teléfono móvil del Reino Unido.
Cuando el Estado italiano comenzó a buscarlo, sus asociados y su familia en Nápoles parecían conectarse a números móviles británicos, 12 números diferentes en total. Uno de ellos pudo haber sido el teléfono de Mick Bury en el aparcamiento de caravanas, dado que la esposa de Panzuto lo había pedido prestado para llamar a casa.
“Definitivamente fue una sorpresa para nosotros. Fue una novedad considerar al Reino Unido”, dice el fiscal Michele Del Prete, que estaba mucho más acostumbrado a encontrar hombres escondidos en los climas más cálidos de España.
Los detectives necesitaban saber con certeza si Panzuto estaba en Inglaterra. Pidieron ayuda a la policía inglesa, la Scotland Yard, y a la Agencia contra la Delincuencia Organizada.
Y fue entonces cuando su presa cometió errores al exponer movimientos que revelarían su ubicación.
En el 2007 Panzuto se había mudado del aparcamiento de caravanas a una casa adosada en Cock Robin Lane, Garstang, un pueblo encantador y tranquilo al norte de Preston.
Para reforzar su creciente poder, Panzuto fue lo suficientemente valiente como para invitar a todos sus aliados a una cumbre de la mafia en Cock Robin Lane. Alrededor de una docena de líderes de toda su alianza hicieron el viaje, incluidos los jefes de tres de los mayores clanes de Nápoles.
Sin embargo, gracias a una serie de pericias de la policía, su negocio llegó a su fin.
El 16 de mayo del 2007, llamaron a la puerta.
“Recuerdo ese día como si fuera ayer. Fui a mirar afuera y había hombres vestidos de civil, en la parte delantera y trasera. Y entonces lo supe”, dice.
Los oficiales británicos preguntaron si había armas en la casa. Panzuto confirmó que no había ninguna y se rindió en silencio. Ninguno de sus vecinos se dio cuenta de lo que había sucedido, o de quién era él, hasta que se fue.
En medio del frenesí mediático que siguió, un tribunal británico escuchó que era buscado por el asesinato de Borelli y estaba vinculado a muchos otros.
Gennaro Panzuto no luchó contra la extradición. El jefe de la mafia estaba acusado de asesinato y enfrentaba cadena perpetua hasta que le ofrecieron la posibilidad de una nueva vida, después de salir de prisión.
Pero eso significaría romper el código de silencio de la mafia, llamada “u Omertá”.
La elección de Panzuto
El sistema de justicia italiano ha operado un sistema de "colaboración estatal" durante más de 40 años. Los hombres y las mujeres de la mafia pueden buscar sentencias menores a cambio de evidencia que derribe a sus cómplices. Pueden solicitar ser reubicados y recibir una nueva identidad.
Los italianos están divididos sobre la pertinencia del programa, dado que permite a algunos gángsters evadir el castigo total por sus crímenes. Pero no hay duda de que ha llevado a algunos éxitos notables en el desmantelamiento de los grupos de la mafia.
Un colaborador estatal se llama coloquialmente “Pentito”, un penitente.
Y esta fue la elección de Panzuto.
“Mi novia me rogó que confesara, que colaborara. Al principio no quería escucharla, pero la estaba extrañando profundamente”. “Y un día, ella fue directamente a la oficina del fiscal y le dijo: ‘Vamos a ver a Gennaro. Lo convenceré de colaborar’”.
Michele Del Prete se mostró escéptico. ¿Panzuto realmente iba a confesar, o era una artimaña?
“Fui muy estricto en mi juicio inicial de esta colaboración”, dice.
“Estamos hablando de alguien que ha cometido delitos muy graves. Por lo tanto, depende de nosotros, los fiscales, tener mucho cuidado y evaluar (el valor) de la contribución”.
Gennaro Panzuto estaba recluido lejos de Nápoles. Y esa distancia le dio tiempo para pensar.
“Lo único bueno del difícil momento en la prisión es que puedes reflexionar mucho: vas a lo más profundo. No fue difícil preguntarme a mí mismo: ‘¿Necesito pasar mi vida en prisión?’. Y si es así, ‘¿para quién estoy haciendo esto?’. Elegí a mi familia”, dice Panzuto.
Y así, el italiano aceptó ser colaborador. En el transcurso de varias entrevistas con Michele Del Prete, dio nombres, eventos y crímenes; asesinatos y asesinos; narcotraficantes y pandillas de extorsión; ladrones y líderes.
Y le contó a los fiscales todo sobre sus asociados británicos. Les contó sobre las estafas: el nombre del hombre de negocios, su abogado y su contador poco fiable.
Michele Del Prete transmitió al Reino Unido toda la información sobre el empresario británico.
“Recuerdo que los británicos nos dijeron que (el hombre de negocios) definitivamente estaba involucrado en estafas, sabían sobre este personaje”, dice Michele Del Prete.
La BBC se enteró de que la policía de Lancashire abrió una investigación, pero nadie dirá qué sucedió. La fuerza policial afirma que hoy no hay nadie que tenga conocimiento del asunto Panzuto, una de las mayores capturas del crimen organizado en la región.
El hombre de negocios británico que ayudó a Panzuto todavía está ahí afuera trabajando en estafas, y no podemos nombrarlo por razones legales.
“Estoy tan avergonzado como un perro”
De vuelta en Nápoles, la policía exprimió cada gota de evidencia de Panzuto, y sus confesiones han ayudado a encarcelar a varios hombres de la mafia. A cambio, a Gennaro Panzuto se le dio una fecha en la que saldrá de prisión y tendrá la oportunidad de una nueva vida.
En Nápoles, el programa de colaboradores estatales ha tenido tanto éxito que la mayoría de los jefes experimentados de la Camorra están en la cárcel.
Gennaro Panzuto podrá salir de la cárcel en el 2021, como parte de su acuerdo con el Estado italiano. Pero nunca volverá a pisar Nápoles. Será reubicado y, si es necesario, se le dará una nueva identidad.
Al comienzo de nuestra reunión, cuando le pregunté a Panzuto si había dejado atrás su antigua vida, dijo que había “cambiado de piel”.
“Te voy a decir la verdad. Me arrepentí por amor. Por el amor de mi pareja, por el amor de mis hijos”.
Panzuto me dice que está en una “crisis existencial”, que ya no conoce su verdadero yo. Me mostró las marcas en su cuerpo por actos de autolesión en prisión. Ha pagado un alto precio personal por romper el código de silencio.
“Nunca olvidarás ni un solo día la elección que hiciste, los códigos que infringiste, las personas a las que decepcionaste. Tengo un hermano y tres hermanas. No los he visto ni escuchado desde que me convertí en colaborador”.
¿Qué pasa con el costo para las familias de sus víctimas? ¿No piensa en eso, más que en sí mismo?
“Estoy tan avergonzado como un perro. Asesinar gente no toma nada, solo se necesita una gran cobardía. Eso es todo”.
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