El 24 de julio de 1943, el Gran Consejo Fascista convocó a una reunión donde se determinaría el futuro del dictador Benito Mussolini al frente de Italia. Finalmente, a la madrugada siguiente, decidieron solicitar al rey Víctor Manuel III que se retiren todos los cargos de gobierno al líder fascista.
El 25 de julio, Mussolini y el rey se reunieron para aceptar la dimisión. El monarca le prometió protección e inmunidad y ordenó que se envíe una ambulancia para que el dictador sea trasladado bajo discreción.
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Pero todo se trataba de un engaño, el rey ordenó la captura de Mussolini y así comenzaría una larga lista de eventos que incluirían su rescate por fuerzas nazis, la declaración de la República Social Italiana y una guerra civil en el país.
La historia de hoy, sin embargo, no hablará de los acontecimientos que sucedieron tras la salida de Mussolini sino, mas bien, sobre la operación que catapultó su caída. Un episodio que involucró a los ejércitos de los Aliados y a la mafia siciliana, y que cambiaría definitivamente el futuro de la Segunda Guerra Mundial.
EL PODER DE LA MAFIA EN EE.UU.
Tras su nacimiento y expansión durante el siglo XIX, la mafia siciliana decidió expandir sus actividades cruzando el Atlántico. A inicios del siglo XX las ‘familias’ aprovecharon la masiva ola migratoria italiana hacia Norteamérica para recalar en Estados Unidos, principalmente en el puerto de Nueva York, y asentarse en Manhattan.
Entre los inmigrantes se encontraban los Lucania, una familia de cuatro hijos, el segundo de los cuales se llamaba Salvatore.
A los 14 años, Salvatore abandonó los estudios para trabajar en una tienda de sombreros, pero su suerte en las apuestas lo hicieron abandonar el trabajo para dedicarse a formar una pandilla con la que comenzaría a robar negocios locales y ofrecer protección a los jóvenes judíos que se veían acosados por sus vecinos irlandeses.
La vida de Salvatore, sin embargo, cambiaría a sus 22 años. En Estados Unidos se ilegalizó la producción de alcohol comenzando así una época en la que figuras como Al Capone forjarían su imperio.
Salvatore llegó a las filas de la familia Genovese, una de las mayores organizaciones del crimen en Nueva York. El joven migrante era considerado un rebelde entre las filas de los Genovese, debido a sus deseos de incursionar en los robos, extorsiones y prostitución. Estuvo a punto de ser asesinado, pero consiguió librarse y terminó liquidando a Joe Masseria, el capo de la familia.
Con ello, Salvatore quien ya era conocido como Lucky Luciano, asumiría el liderazgo de la organización que pasaría a conformar las Cinco Familias de Nueva York.
Poco después, Luciano también acabaría con el capo de los capos, Salvatore Maranzano, convirtiéndose así en el máximo líder de la Cosa Nostra en Estados Unidos.
El imperio de Luciano, sin embargo, pareció acabar el 7 de junio de 1936, cuando las autoridades estadounidenses lo sentenciaron a una condena de entre 30 y 50 años por prostitución forzosa.
Desde la cárcel, el mafioso siguió controlando a su organización, pero ansiaba recuperar la libertad.
OPERACIÓN HUSKY
La vida de Luciano volvería a dar un giro de 180 grados cinco años más tarde. El 7 de diciembre de 1941, el ataque japonés contra Pearl Harbor, provocó el ingreso de Estados Unidos a la Segunda Guerra Mundial.
Para esa fecha, en Estados Unidos preocupaba la presencia de submarinos nazis cerca de sus costas, los cuáles dificultaban que los buques británicos pudieran cruzar el Atlántico.
En total, los submarinos nazis habían hundido a 521 buques de los Aliados frente a las costas de EE.UU.
El 9 de febrero de 1942, un trasatlántico francés incautado por Estados Unidos tras la rendición francesa fue incendiado mientras era modificado para transportar tropas.
Luciano se encargó de hacer correr la voz de que habían sido sus hombres quienes lo habían hecho. La mafia controlaba el puerto, no solo en cuanto a operaciones, sino también en cuanto a información.
Fue entonces cuando la Oficina de Inteligencia Naval, luego de comprobar el alcance de aquellos tentáculos mafiosos, decidió negociar con el capo. Las negociaciones nunca fueron confirmadas por el Gobierno de Estados Unidos, pero luego de esa fecha ningún barco estadounidense o británico volvió a sufrir por los ataques alemanes o de algún accidente durante sus modificaciones.
Esta insólita alianza, sin embargo, no se limitaría al puerto de Nueva York, sino que llegaría hasta el principal escenario bélico de ese entonces: la Segunda Guerra Mundial.
Para 1943, los nazis y los fascistas se habían anotado dos grandes derrotas. Primero, en enero, los alemanes se rindieron ante el Ejército Rojo en la batalla de Stalingrado, poniendo fin así a sus aspiraciones de someter a los soviéticos.
Y, posteriormente, en mayo, con la aplastante derrota en el norte de África. Cerca de 40 mil soldados alemanes e italianos perecieron en dicha campaña, además de los 200 mil que quedaron como prisioneros de guerra, lo que causó un enorme impacto en la capacidad del Eje.
Los Aliados sabían que era el momento indicado para ingresar a Europa y el mar Mediterráneo encabezaba la lista de prioridades. Sin embargo, cómo entrar por un territorio en el que desconocían casi totalmente el despliegue enemigo.
Fue entonces cuando Estados Unidos volvió a contactar a Luciano. Necesitaban conocimiento de la zona y quién mejor que el capo que lideraba a la mafia tanto en su territorio como al otro lado del Atlántico, en su natal Sicilia.
“Se piden fotos, datos, mapas, y todo tipo de información a los italoamericanos. Luciano da el visto bueno a esta colaboración y da una lista, que sigue siendo un misterio que se busca desde hace décadas, con nombres de sus contactos en la isla que ayudaran a las tropas aliadas”, explicó al diario El Confidencial, Ezio Costanzo, autor del libro Mafia & Aliados, donde narra detalles insólitos sobre estos acuerdos.
Se cuenta que el apoyo de Luciano y los otros líderes mafiosos fue tan efectivo que bastaba pronunciar su apellido en la isla para que los locales recibieran a los soldados de la mejor manera y ofrecieran su colaboración.
Finalmente, la noche del 9 de julio de 1943 daría inicio la Operación Husky, el mayor despliegue anfibio durante la Segunda Guerra Mundial.
El general -y próximo presidente- estadounidense Dwight Eisenhower estuvo a cargo de la operación. El plan consistía en desembarcar al sur de la isla y, desde ahí, iniciar el avance hacia el norte.
Las tropas que desembarcaron fueron el Séptimo Ejército estadounidense y el Octavo Ejército británico, cargo de los históricos generales George Patton y Bernard Montgomery respectivamente.
Pese a las desesperadas órdenes de Mussolini para defender la isla y el apoyo del XIV Cuerpo Panzer de tanques alemanes, siete semanas después de su llegada los Aliados llegaron hasta Messina, tomando el control total de Sicilia.
La Operación Husky fue considerada exitosa por los Aliados, permitiéndoles además mejorar sus ofensivas aéreas, lo que posteriormente se reflejaría en el Desembarco de Normandía.
El apoyo de la mafia, por otro lado, resultó clave no solo para que los Aliados recibieran suministros y guías sobre el terreno, sino que diseñaron el camino a seguir a través de la isla.
El desembarco en Sicilia fue, además, la principal razón por la que el Gran Consejo Fascista decidió destituir a Mussolini.
LAS HERIDAS DEL ACUERDO
Aunque Estados Unidos nunca reconoció formalmente el acuerdo con Luciano, el capo fue liberado en 1946, luego de haber cumplido un tercio de su sentencia.
El mafioso fue extraditado del país, pasó un tiempo en Cuba y luego regresó a Italia, desde donde siguió dirigiendo su imperio criminal. Falleció finalmente en 1962, en Nápoles.
En cuánto a Sicilia, por otro lado, se convirtió en un territorio dominado por la mafia. Bajo el control principalmente de la familia Genovese, los Aliados decidieron no interferir en los asuntos donde los mafiosos estuviesen involucrados, que eran básicamente todos.
La mafia se encargó hasta de escoger a las autoridades políticas de la isla. Lo que los Aliados probablemente desconocían antes del acuerdo con las familias era que la mafia buscaba desde antes que ellos acabar con Mussolini.
El líder fascista había puesto contra las cuerdas a los mafiosos gracias a su prefecto, Cesare Mori, quien instauró una feroz política de encarcelamiento y represión antes de su forzado retiro luego de que descubriera conexiones entre la mafia y el partido fascista.
Un libro que deja constancia de la realidad vivida en el sur de Italia tras la toma de Sicilia es el que escribió el antiguo miembro de los servicios secretos británicos, Norman Lewis, titulado Nápoles 1944.
“Genovese controla los alcaldes de todas las ciudades en un radio de 80 kilómetros de Nápoles (…). ¿Y cuál será el premio que se conseguirá el final? El renacimiento de la democracia. La maravillosa perspectiva de poder elegir algún día a sus gobernantes entre una lista de hombres poderosos cuyas corruptelas son casi todas del dominio público y se aceptan con cansina resignación. Los tiempos de Benito Mussolini deben de parecer un paraíso perdido comparados con eso”, escribe Lewis.
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