Hace 71 años, en el primer Congreso Nacional de la Federación Peruana de Periodistas, se acordó que cada 1 de octubre se celebraría el Día del Periodista. En estos años el oficio ha cambiado tanto que los ‘smartphones’ reemplazaron a las máquinas de escribir, y tan poco que los grupos de poder aún se creen capaces de silenciarnos.
Si hay alguien que lo sabe bien es Diego Cabot.
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El Comercio conversó con el periodista argentino autor de los “Cuadernos K”, la investigación que en el 2018 reveló un sistema de corrupción que involucraba a 174 empresarios y políticos de Argentina, incluida la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner.
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- En enero del 2018 recibieron los tristemente célebres cuadernos e iniciaron una labor titánica de contraste, investigación y cruce de información que los llevó a publicar la investigación recién en agosto de ese año. ¿Qué fue lo primero en lo que pensó al recibir toda esta información?
Era una fuente con la que hacía tiempo teníamos relación. Cuando lo fui a buscar, te juro que esto no es soberbia, pero en seguida me di cuenta del tamaño del trabajo que íbamos a tener por delante. Mi profesión de origen es abogado, entonces entendí en seguida frente a qué estaba. Lo primero que pensé fue que era un desafío enorme y que si lo publicaba me iba a acompañar toda la vida. Podía ser mi gran trabajo o mi último trabajo. Con esa tremenda presión trabajé todo el tiempo. Estaba convencido de que si salía bien ayudaría a contar una parte de la verdad que se presumía, pero no se podía romper una suerte de cono de silencio. Lo segundo que pensé fue que podía ser mi último trabajo periodístico, si no lograba que se probase todo lo que se decía ahí y lo publicaba de forma muy cruda, sin comprobarlo. Qué podría escribir después, quién iba a confiar en mí. Quién me iba a dar una página web o una tapa de diario para escribir.
- Bien dicen que la confianza toma años en obtenerse y segundos en perderse...
Sí. Y además siempre digo que hay conductas esperables y otras que no. Uno se prepara, en general, para las conductas esperables e intenta bajar el riesgo para las otras. Entre las esperables, por suerte, el mundo de los corruptos es previsible. Son muy inteligentes para cometer el delito pero no lo son para el después, en general son bastante torpes y previsibles. Yo sabía que una de las primeras cosas que harían sería matar al mensajero. Irían a golpearme en dos o tres cosas que al periodista le duelen mucho, una de ellas es la credibilidad. Así que me preparé psicológicamente. Pero el golpe a la credibilidad irremediablemente nos duele, como bien dices es el activo más difícil de construir que tenemos. Yo vivo de que una parte de la audiencia argentina me crea y que un medio decida pagarme para que escriba.
- ¿No es inevitable sentir miedo al enfrentar a grupos tan poderosos? Sobre todo con el precedente tan fresco del fiscal Alberto Nisman, muerto en el 2015 en una situación hasta hoy sospechosa tras elaborar una causa contra el Gobierno.
Sí. Sería absolutamente soberbio si te dijese que no tuve temor. Más que temor, tuve miedo. Pero quien no lo sienta en una situación así me parece que no está en todos sus cabales. No solo eran exfuncionarios, sino toda una estructura de poder que manejaba gran parte del empresariado argentino. De hecho estaban empresarios muy cercanos a todo, uno de los detenidos era primo hermano de Mauricio Macri mientras él era presidente. Esa empresa, además, había sido del padre de Macri hasta que se la vendió a su sobrino. Involucraba a todos. Además, nunca sabes quién te va a traicionar, es muy difícil saber con quién vas en algo así. La traición está a la vuelta de la esquina. Los periodistas sabemos que la información, en determinados momentos, vale mucho. Si alguien sabía en lo que trabajaba y lo contaba, toda la investigación se caía.
- ¿Qué cuidados tomaron para evitarlo?
Yo trabajaba normalmente en “La Nación”, regresaba a casa, cenaba y luego nos poníamos a trabajar hasta la madrugada. Solo cinco personas lo sabíamos: mi jefe, el director del diario y dos pasantes a los que recluté: Santiago Nasra y Candela Ini. Los que se sentaban a mi lado no tenían ni idea de que trabajaba en eso. Cualquier cosa podía romper la estrategia del silencio.
- Más allá del temor a la traición, ¿por qué tanto silencio y secreto?
Desde el punto de vista jurídico teníamos un instrumento privado, no era una escritura pública con la que podíamos probar su autenticidad pidiendo un oficio a una entidad. Dentro del instrumento privado, si haces una mirada más doméstica, tienes un libro íntimo, una narración que no sabías si era verdad. Yo puedo escribir todas las noches que salgo a cenar con extraterrestres y lo cuento durante años, pero eso no quiere decir que sea verdad. Yo sentía que si esto se filtraba sería el caso más fácil de resolver. Bastaba con poner dinero o convencer a la fuente para que diga que todo era mentira y se terminaba el tema. Del otro lado había gente con mucho dinero y pocos escrúpulos. Estaban dispuestos a todo por mantener su credibilidad.
- He leído que hay riesgo de paralizar el caso por falta de recursos, pero a la vez se han procesado a personajes como el exsubsecretario de Coordinación y Control del Ministerio de Planificación Roberto Baratta. ¿En qué etapa se encuentra exactamente el caso?
En Argentina hay varias etapas procesales. El juez que interviene en la instrucción no es el tribunal que juzga. Un juez dice que hay delito, entonces procesa y luego eso pasa a un tribunal oral de tres jueces. Ellos son los que producen la prueba y determinan si es culpable o inocente. Luego sigue a cámara y todas las etapas siguientes. Hasta ahora el caso pasó toda la etapa de instrucción y hay 174 personas procesadas, lo que falta es que empiece el juicio oral. Es la época de las audiencias, los juicios que se ven por televisión, y se establece si son inocentes o culpables. Los riesgos de paralización están en que es un expediente extraordinario, los 174 implicados tienen a los mejores estudios jurídicos de Argentina. Cuando a un juzgado le llega un expediente así, el más grande en la historia, y no tiene más estructura física -desde el lugar para guardarlo hasta colaboradores para procesarlo- todo se ralentiza. Una manera en la que la justicia ralentiza las cosas es no poniéndole más estructura. Los riesgos están, pero el expediente sigue avanzando en el proceso. Hay momentos en el que el mismo proceso tiene valles y montañas, en este momento está en un valle a la espera de que empiecen las audiencias orales.
- ¿En estos tres años ha recibido algún tipo de represalia o intento de intimidación?
Particularmente tuve cantidades de sucesos. Desde señalamientos en la calle hasta robos. Me robaron computadoras, todo lo que te imaginas. En una época dejaba el auto estacionado, volvía y estaba roto. Me robaban hasta el termo y el mate. Les robaban a mis hijos. Luego la justicia intentó en algún momento, por pedido de dos procesados, que el municipio donde se encuentra el diario le entregara los videos de las cámaras de seguridad para ver a dónde iba y qué hacía. También intentaron abrir mi teléfono para ver con quién hablaba. Finalmente la justicia dijo que eso se pegaba de frente con el derecho constitucional a reservar las fuentes. Además de eso, me descalifican todo el tiempo. Yo no polemizo con nadie, ni con los que me palmean la espalda ni con los que me pegan cachetazos. Pero la verdad es que las acusaciones que me hacen, incluida la expresidenta que tiene un escrito en mi contra, son bastante violentas.
- Parece que vivimos en un tiempo en el que hace falta estar loco para buscar justicia.
Yo con eso he logrado establecer una diferencia. Como periodista no puedo perseguir la justicia, yo puedo mostrar los hechos e intentar que sean probados de la manera que sea. Me consuelo, como periodista, con eso, con mostrar mi historia y obviamente que sea verdad. Si Argentina decide por sus instituciones no buscar justicia, yo no me puedo hacer cargo de eso. Porque sino sería muy frustrante como periodista. Esa, si quieres, es una frustración como ciudadano.
- La Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa 2021 que elabora Reporteros Sin Fronteras (RSF) ha revelado que en el 73% de los 180 países donde realizaron un estudio, el periodismo se encuentra en una “situación difícil” o “muy grave”, principalmente por la censura que sufre. ¿Qué nos toca hacer a los periodistas en Latinoamérica?
Te diría que Latinoamérica es protagonista, porque a los regímenes cada vez les molesta más la prensa. Ya no es un tema de países con institucionalidad más débil, no olvides lo que fue la última presidencia de Donald Trump con la prensa y las acusaciones en boca presidencial. La prensa tiene muchos desafíos, el primero es convivir con estos regímenes a los que les molesta mucho la información en un mundo donde se sabe todo. Los regímenes que van hacia el totalitarismo encuentran en la prensa, las redes sociales y los activistas algo cada vez más molesto. El desafío es enorme. En el medio, además, tienes el problema económico. El periodismo está intentando encontrarle el modelo de negocio a un paradigma que ayudamos a construir y que no se sostiene más.
- ¿Cuál es?
Los medios ayudamos a construir un paradigma en el que el contenido es gratis en la web. Un día decidimos regalar lo que por 100 o 200 años cobrábamos en el periódico. Ahora hay que reconstruirlo. Así como alguien escucha música y no duda que debe pagar un abono para hacerlo, el buen periodismo independiente también hay que pagarlo, no se puede hacer gratis. Los gobiernos saben de esa debilidad que existe no solo en los medios más grandes sino especialmente en los más chicos y los regionales, y se hacen fuertes con eso. Me parece que otro gran desafío es comunicar que el contenido bueno alguien lo debe sostener, y si nadie lo sostiene siempre aparecen fondos. Hay mucha gente a la que le interesa la palabra acomodada, desde el narcotráfico hasta gobiernos corruptos. Contra eso debemos pelear. De la mano de la solidez económica llega la independencia.
- En el ránking de RSF, Argentina se coloca en el puesto 69 de 180. ¿Cuáles son sus amenazas particulares?
Creo que tienen que ver con la ferocidad del discurso. En Argentina, y me parece que se puede extrapolar, los gobiernos transitan las mentiras de otra forma. Ahora se miente desde las presidencias. A partir de eso aparece un discurso más violento a los medios desde el mismo poder. Con ello se ha generado un ámbito donde la opinión prevalece como forma de periodismo. Yo trabajo más sobre los hechos que sobre la opinión. Sin embargo, el periodismo ahora transita más por el lado de la opinión, por tomar la información que está en la mesa de noticias, lo que se investiga o lo que los medios grandes tiran a esa mesa y trabajan con eso. Yo me canso de ver a periodistas que ven las notas que hago, llaman a las fuentes y con eso construyen un programa de televisión o radio. Yo no sé si es la audiencia que lo requirió primero o el periodismo que lo dio, pero gran parte de la audiencia mira los medios para confirmar su sesgo. Yo no creo en el periodismo de periodistas, hay programas que dedican bloques enteros para hablar de mí. Eso es un problema, porque nos aleja de los hechos. Yo he visto situaciones de negarse hechos que son incontrastables. En una época no había gas (en Argentina), les cortaban el gas a las empresas y el Gobierno negaba los cortes. Es un hecho, hay gas o no hay gas, no hay debate ideológico.
- El barómetro Edelman Trust del 2021 mostró que en 28 países el 59% de encuestados creen que los periodistas mienten deliberadamente, algo que se reforzó con la pandemia. ¿Se puede revertir una situación así?
Yo quiero creer que sí. Finalmente los hechos son los que te acompañan. Yo me la paso contestando todo el tiempo a mensajes de amigos o de mi mamá que preguntan si algo que vieron en las redes sociales es verdad. En la época de los cuadernos me llegaban todo el tiempo mensajes con fotos diciéndome el dinero que habían encontrado y ninguno fue verdad o por lo menos yo no pude confirmarlo. Sin duda el periodismo está amenazado por la inmediatez y el anonimato que pueden hacer correr cualquier cosa en redes. La forma de resguardarse es trabajar en base a los hechos. Si se cayó un árbol, se cayó un árbol. Luego podemos ver si la política ambiental de la ciudad está bien o si lo podaron bien o mal. Ahora se empieza al revés. El regreso a los hechos es el camino. Yo creo que va a decantar en una sociedad que tiene ganas de informarse más. Pero el riesgo está en que cada vez tenemos más gobiernos con mayor intención de tener a sociedades más pobres y con menor capacidad de discernimiento.
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