El 7 de enero del 2015 la atención global se centró en la calle Nicolas-Appert, en el corazón del distrito XI de París, en Francia. En apenas un minuto y 49 segundos, dos hombres enmascarados y armados con fusiles de asalto asesinaron a 12 personas, la mayoría de ellos caricaturistas de la reconocida revista satírica Charlie Hebdo.
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La mañana de ese mismo miércoles, una premonitoria caricatura había sido publicada en la revista. “Francia sigue sin atentados”, señalaba una frase que acompañaba a la caricatura de un yihadista elaborada por Stéphane “Charb” Charbonnier, director del Charlie Hebdo desde el 2009.
“Hay que esperar hasta fines de enero”, complementaba la imagen.
La ilustración se sumaba a una serie de publicaciones hechas por el semanario que habían provocado una serie de críticas por las representaciones que realizaban principalmente sobre el islam. Esto, a su vez, había llevado a que el Charlie Hebdo recibiera constantes amenazas y sufriera ataques tanto en su sede como en su página web, la misma que fue hackeada en el 2011 tras publicar una caricatura de Mahoma.
En el 2012, la policía incluso tuvo que rodear el edificio del semanario por las constantes amenazas de ataques tras la publicación de otra publicación en la que el profeta árabe aparecía desnudo.
Regresando a la mañana del 7 de enero del 2015, las investigaciones determinaron que los hermanos Saïd Kouachi y Chérif Kouachi llegaron a bordo de un Citroën C3 II de color negro antes del mediodía al número seis de la calle Nicolas-Appert, pensando que el Charlie Hebdo operaba ahí. Tras darse cuenta del error, se desplazaron hasta el número 10 de la misma calle, la verdadera sede del semanario desde pocos meses atrás.
La primera persona con la que se cruzaron fue Corinne "Coco" Rey, caricaturista que fue tomada como rehen y obligada a llevarlos hasta la sala de reuniones donde se encontraba "Charb". El director del semanario fue el primer abatido, junto a él cayeron otras 10 personas, incluido el policía que se encargaba de escoltarlo.
Al emprender la huida, los hermanos Kouachi protagonizaron hasta tres enfentamientos con la policía que acudía al lugar. Un agente fue asesinado a quemarropa por los atacantes. Los atacantes continuaron la accidentada fuga hacia el noreste, la misma que incluyó un choque y la necesidad de robar otro vehículo hasta que salieron de París a través de Porte de Pantin.
Además de las víctimas mortales, el atentado de los Kouachi dejó once heridos, entre periodistas, personal de limpieza y policías que se cruzaron en su camino. Los perpetradores, por su parte, fueron abatidos por la policía la tarde del viernes tras haberse atrincherado en una imprenta al noreste de París.
El atentado al Charlie Hebdo, sin embargo, fue solo el inicio de una ola de atentados yihadistas. En los dos días siguientes al ataque se registraron diferentes eventos de este tipo, a finales del mismo año se produjo la masacre del teatro Bataclán y en el 2016 se registró el atentado de Niza. Francia decretó un estado de emergencia por la amenaza terrorista que duró dos años y se estima que durante el periodo de ataques fallecieron unas 250 personas, según France24.
Además, levantó una discusión internacional sobre la libertad de expresión, motivando movimientos como “Je suis Charlie” (Yo soy Charlie) entre quienes apoyaban al semanario francés -lo que incluía a líderes de diferentes países occidentales, además de millones de ciudadanos- y una réplica de quienes condenaban la satirización de Mahoma en diferentes países con mayorías islámicas.
El semanario no paralizó sus actividades e incluso su edición de la semana siguiente produjo un tiraje récord de 7 millones de ejemplares, el mayor en la historia de Francia desde los 2 millones que se vendieron tras la muerte de Charles de Gaulle.
Hoy, cinco años después, los medios galos más importantes como Le Figaron, Liberation o La Croix les han dedicado sus portadas o una edición especial con caricaturas dedicadas al Charlie Hebdo. El semanario, por su parte, aparece con una portada que apunta a las redes sociales como una nueva arma de censura.
La sátira, sin embargo, parece haber perdido la batalla ante el miedo.
“Aparte de la pérdida de esos amigos y de su insustituible talento en los ataques, la caricatura de prensa recibió un golpazo. Va mal por la autocensura que se imponen los editores de prensa y por su pusilanimidad”, opina Thierry Barrigue, fundador del semanario satírico suizo Vigousse, en una entrevista con swissinfo.ch. “La famosa expresión ‘Je suis Charlie’ duró el espacio de una gran manifestación en París, en presencia de jefes de Estado que encierran a los caricaturistas en sus propios países. El espíritu de Charlie duró el tiempo de una emoción”.
La opinión es compartida por Nicolas Vadoot, caricaturista de la fundación Cartooning for Peace. “No lo podía creer y aún sigo sin creer que la gente puede ser asesinada por hacer una pequeña caricatura. Fue una enorme sorpresa y creo que 5 años después lo que ha cambiado es que si pasara hoy dudo que habrían millones de manifestantes en las calles. Porque la sociedad está más dividida de lo que estaba, las redes aportan en eso. La religión es una creencia, no la verdad, que la discutas no quiere decir que no la respetes”, dijo a France24.