Hasta hace cinco años, los teclados de las computadoras sonaban casi sin descanso en aquel edificio de dos pisos y espacios llenos de periodistas y entrevistados en Caracas. De la rotativa salían entre 60.000 y 80.000 ejemplares semanales y los domingos se imprimían unos 250.000 periódicos que llegaban a primera hora a los hogares de los venezolanos: todos querían leer El Nacional.
Pero eso cambió en 2018, cuando luego de años de represalias del gobierno chavista, el periódico se vio obligado a dejar de circular en su formato impreso y dedicarse solo a su página digital cuando la Corporación Maneiro –empresa estatal encargada de otorgar papel a los periódicos venezolanos– se negó a suministrar el recurso.
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Así comenzó una cruzada que se mantiene hasta hoy: una lucha ardua y constante para sobrevivir en medio de los bloqueos digitales ordenados por el Estado.
Sin papel, con escaso tráfico en la web y pocos anunciantes, mantener El Nacional parece titánico.
En este momento, solo quedan 50 trabajadores de los 1100 que llegó a tener. De febrero a mayo de 2022, la caída en visitas de la página fue de 58,32%; en usuarios, de 51,42% y en sesiones, de 60,42%.
“La caída del tráfico hace que recibamos menos avisos y que dejen de pautar con nosotros, pero seguimos resistiendo. El titular: ‘Venezuela regresa a la democracia’ lo vamos a publicar”, enfatizó Miguel Henrique Otero, director del diario y quien desde el exilio apuesta por salvar el periódico fundado por su padre y abuelo.
Desde 1943, las ideas hechas papel y tinta del diario fundado por Miguel Otero Silva sobrevivieron a los embates de la dictadura, vieron nacer la democracia y lucharon por seguir haciendo periodismo en un país convulsionado. Sin embargo, bajo el gobierno de Nicolás Maduro, las cosas para El Nacional se tornaron complejas. Hace cuatro años, cuando tocó apagar la rotativa, no solo dejó de circular el diario, sino también las demás publicaciones, entre revistas, libros y colecciones, que dependían de esa operación.
A través de las trabas administrativas y burocráticas, la Corporación Maneiro sometió a los medios. Los representantes de los diarios, constantemente, hacían la solicitud que derivaba siempre en respuestas negativas e incluso, por algunos meses, periódicos de afuera auxiliaron a El Nacional y otros impresos, pero con el paso del tiempo la situación se hizo insostenible.
El Tiempo, de Colombia, intentó conocer la versión oficial de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel) sobre los bloqueos a internet, pero no hubo respuesta.
El Ministerio del Poder Popular para la Comunicación e Información tampoco se ha pronunciado, a pesar de las denuncias hechas por el gremio sobre el acceso a internet.
Según el Colegio Nacional de Periodistas (CNP), en el año 2000, en el país existían 136 medios impresos, de los cuales al menos 61 han desaparecido en estos años. En contraste, la ONG Espacio Público estima que 82 diarios salieron de circulación.
Y si bien la migración digital había empezado mucho antes de que se acabara el papel, como presagio de lo que implicaría la presión del Estado contra los periódicos, en especial sobre los más críticos; actualmente la asfixia continúa por varios flancos. El primero de ellos, el limitado y deficiente acceso a internet en Venezuela.
Según el último informe de Conatel, en 2020 la cantidad de usuarios y la penetración de internet cayeron drásticamente un 6,9% y 4,76%, respectivamente. Es decir que en el país hay menos usuarios de internet que lo registrado en el 2014.
Ya no es solo el bloqueo constante a los dominios de los sitios web de los medios por parte del gobierno. Para leer El Nacional desde Venezuela se necesita utilizar una conexión especial de VPN desde el dispositivo en el que se intenta ingresar, una maniobra que pocos conocen o que, incluso si la saben, pocos están dispuestos a realizar dado que la mayoría de los ciudadanos utiliza sus datos móviles como conexión a internet. Y eso se traduce en un escaso número de visitas y de anunciantes que perjudican la estabilidad del diario.
“Inclusive nos quitaron el edificio, un atropello que no tiene nombre. Y este año, la política es bloquearnos la página web”, dice a El Tiempo Miguel Henrique Otero, al recordar cómo a través de una orden judicial por una demanda impuesta por el número dos del chavismo, Diosdado Cabello, la sede principal del medio fue entregada al también diputado del Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv), además de exigir 13 millones de dólares.
“Desde el punto de vista legal, para que el gobierno de Maduro pudiera bloquear la web era necesario acudir a un juez federal debido a que el sitio está alojado en Estados Unidos”, explica Otero, alegando además que no solo es la operadora del Estado, la Compañía Anónima Nacional Teléfonos de Venezuela (Cantv), sino también privadas las que presionan al diario y que están “cumpliendo una orden que no es judicial, una orden que es arbitraria”.
Lo preocupante es que lo que le ocurre a El Nacional es una réplica en los medios críticos contra el gobierno. Y es que ejercer el periodismo en Venezuela no es tarea fácil. En los últimos años se ha convertido en una constante lucha con la estructura de poder, dado que no existe una ley de acceso a la información, por lo que en el país es complejo llegar a las fuentes oficiales cuando se trabaja para un medio independiente, sin afinidad con el partido de gobierno.
Eso sumado a que es exponerse a múltiples riesgos y con menos plazas de trabajo. Según el CNP, entre enero y mayo de este año, se han registrado 10 hostigamientos, ocho intimidaciones, 13 campañas de descrédito, tres casos de materiales borrados, 21 impedimentos de coberturas, una agresión física, 11 bloqueos a medios digitales y cuatro cierres de emisoras.
“El gobierno venezolano adoptó como política la agresión, hostigamiento y persecución de la prensa”, así lo considera Édgar Cárdenas, secretario general del CNP. Por otra parte, Espacio Público contabilizó que entre 2003 y 2022 190 sitios web han sido bloqueados.
“Lo que ha ocurrido con El Nacional y el resto de los periódicos es un golpe muy duro y una etapa muy oscura para el periodismo”, dice con tristeza Maru Morales, quien por siete años fue una de las plumas destacadas de ese diario.
Morales, que escribe para otros medios, se llena de nostalgia al recordar la que fue su casa y cómo en 2013 la tirada comenzó a bajar y las páginas se redujeron.
“Fue un tránsito dramático. Como periodista, pierdes una fuente de empleo; como ciudadano, vas a un kiosco y ves pocos periódicos, con información parcializada, sin crítica ni denuncia”, lamenta la periodista.
Y es que para cualquier periodista era un sueño trabajar en El Nacional. Los estudiantes esperaban poder escribir para el principal periódico del país y cualquier columnista deseaba ver su nombre en la edición impresa.
Hoy por hoy, los venezolanos viven entre una profunda desinformación, que ha llevado a que las redes sociales, en especial Twitter, sean una de las herramientas más utilizadas para difundir las críticas gubernamentales. No obstante, lejos están del periodismo profundo y bien contrastado que diarios como El Nacional intentan promover.
Eso sí, pese al oscuro panorama, la esperanza sigue intacta. “Seguimos y vamos a seguir informando”, recalca Otero agradeciendo la solidaridad del Grupo de Diarios de América (GDA) por acompañar a El Nacional en este tránsito de 20 años, iniciado con la llegada del chavismo y el socialismo del siglo XXI a Venezuela. “Lo vuelvo a decir, el titular ‘Venezuela regresa a la democracia’ lo vamos a publicar”, sentenció.
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