En el marco del Día Internacional del Libro es oportuno echar un vistazo a las paradojas en torno a la producción y consumo literario en el país.
El Perú es uno de los pocos países latinoamericanos galardonados con un Premio Nobel de Literatura, otorgado a un protagonista de la generación del boom literario latinoamericano, que catapultó las plumas de esta región al mundo entero. En el género de poesía, han destacado globalmente los versos de Blanca Varela, Nicomedes Santa Cruz, César Vallejo y Martín Adán, por nombrar tan solo algunos. Hoy asoma una nueva generación de destacados escritores peruanos como Jeremías Gamboa, Juan Manuel Robles, Renato Cisneros, María José Caro y Gabriela Wiener.
Curiosamente, un paseo por nuestra Feria Internacional del Libro revela incluso que el género de zombies en la literatura peruana contemporánea es tan prolífero que cuenta con una antología y con un libro-mapa que traza cartográficamente la transmisión de una infección zombi por todas las regiones del Perú.
En política, mientras que Keiko Fujimori, George Forsyth y César Acuña incluyeron lanzamientos de libros en sus estrategias de campaña presidencial, tres de los cinco libros más vendidos esta última semana por la red de librerías Crisol fueron publicaciones peruanas sobre investigaciones políticas: “Plata como cancha” de Christopher Acosta, “El perfil del lagarto” de Carlos Paredes y “El último dictador” de José Alejandro Godoy. El cuarto en la lista es “El misterio del capital” de Hernando de Soto (el quinto en la lista es el ‘bestseller’ del “New York Times” de Madeline Miller, “Canción de Aquiles”).
En gastronomía, el libro “Bravazo” de Gastón Acurio ha registrado más de 70.000 ejemplares vendidos, mientras que el clásico “Mis mejores recetas de la A a la Z” de Teresa Ocampo acaba de ser relanzado y figuró por dos semanas consecutivas entre los libros más vendidos de la librería El Virrey.
Los peruanos debemos estar orgullosos de nuestra tradición literaria y de la efervescencia creativa que emana del mercado editorial nacional. Sin embargo, según un estudio del Ministerio de Cultura del 2018, cada peruano –en promedio– solo lee 0,84 libros al año, es decir, menos de un libro anualmente (en Argentina esta cifra asciende a 1,3). Según la Evaluación de logros de aprendizaje del Minedu del 2019, si en el 2016 el 46,4% de alumnos de segundo grado de primaria registraba un nivel satisfactorio de compresión lectora, para el 2019 está cifra había descendido dramáticamente a 37,6%. En cuarto grado de primaria, la compresión lectora en 2019 es de tan solo 34,5%. Esta caída continua a medida que los alumnos crecen: ¡solo 14,5% de los alumnos de segundo grado de secundaria leen satisfactoriamente! En la última prueba PISA organizada por la OCDE en el 2018, el Perú ocupó el puesto 64 de 77 países en el mundo en compresión lectora, por debajo de Colombia, Argentina, Chile, Uruguay, Brasil y México.
Resulta triste y sugerente que conviva semejante efervescencia literaria con alarmantes niveles de compresión lectora y de consumo de productos culturales. ¿Cuántos Premios Nobel de Literatura podríamos lograr si duplicáramos los índices de compresión lectora? ¿Cómo renovamos el vínculo de todos los peruanos con nuestra identidad literaria si no leemos ni un libro al año? ¿Cómo le damos voz a nuevos novelistas y poetas que sabemos se encuentran en aulas donde no logramos enseñarles a leer adecuadamente? Se trata de un desafío monumental que debemos encarar unidos y determinados en este Día Internacional del Libro y de cara al bicentenario del Perú.