Las crisis pueden ser vistas como oportunidades. Oportunidades para aprender, para acelerar cambios, para no repetir errores. Pero en el gobierno de Pedro Castillo, que en los próximos días tendrá que estrenar su cuarto Gabinete en poco más de seis meses, las crisis políticas parecen ser inevitables circunstancias que se repiten cada cierto tiempo sin que nada cambie y sin que nadie aprenda nada.
Pero las crisis cuestan, y mucho. Desde el lado político, al presidente se le ve cada vez más solo, más vulnerable ante un Congreso que parece tampoco haber aprendido de los errores de Parlamentos pasados.
Desde lo económico, se pueden perder las mejoras en el optimismo empresarial que se lograron durante enero –un mes sin muchos sobresaltos políticos hasta la caída del Gabinete de Mirtha Vásquez–, poniendo en riesgo la recuperación de la inversión privada, el crecimiento de la economía y la generación de empleo.
La última Encuesta de Expectativas Macroeconómicas del Banco Central de Reserva (BCR) nos mostraba que el entusiasmo de los empresarios sobre el futuro de la economía y de sus negocios en los próximos 12 meses había superado en enero por primera vez el registrado en mayo del 2021, antes de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. En el primer mes del 2022, el sol peruano se fortaleció 4,22% frente al dólar y la Bolsa de Valores de Lima (BVL) avanzó más de 8,6%.
El nuevo año se veía como la oportunidad de que el presidente demostrara que había aprendido de sus errores, que no era ni incapaz ni timador. Pero el nombramiento de Héctor Valer como primer ministro y que este no sobreviviera lo suficiente ni para convertirse en su “bala de plata” ante el Congreso, demuestra que tal vez el presidente es incapaz hasta para ser timador.
Lo único que sí parece haber aprendido el mandatario es que necesita poner a alguien en el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) que inspire confianza. El nombramiento de Oscar Graham, un competente funcionario de carrera en el MEF y en el BCR, evitó sobresaltos en los mercados. El problema es que ese mismo cuidado se debería haber tomado en todos los ministerios, especialmente para seleccionar al primer ministro.
Amanecemos este sábado sin Gabinete y sin saber si veremos una nueva carrera entre el Ejecutivo y el Legislativo por ver quién cierra o vaca a quién.
Aunque cada vez es más difícil mantener el optimismo, ojalá el presidente Castillo logre armar un cuarto Gabinete que no sea una “bala de plata”, sino un “ticket dorado” que le permita sobrevivir un tiempo más en la presidencia, no por su bien, sino por la estabilidad democrática del país.