Las fiestas de fin de año son un momento especial para agradecer y compartir junto a nuestros seres queridos en un espacio íntimo que consideramos nuestro hogar. Sin embargo, existen miles de peruanos que no cuentan con un lugar digno donde cobijarse. Según la Encuesta Nacional de Hogares, cerca de 600.000 familias no cuentan con una vivienda y más de un 1′300.000 viven en condiciones inadecuadas. Es preocupante que estas cifras se hayan incrementado en los últimos cinco años, lo que refleja la insuficiencia o el inadecuado enfoque de las políticas nacionales.
Por su parte, las estadísticas del Fondo MiVivienda (FMV) también reflejan este problema. En el 2024 se otorgaron un 18% menos de créditos MiVivienda con respecto al 2023, mientras que los créditos hipotecarios colocados por la banca comercial registraron un aumento superior al 21% (Capeco). Esto demuestra que los programas habitacionales promovidos por el Estado no están logrando atender a los sectores más necesitados, enfocándose en familias de ingresos medios que terminan eligiendo alternativas más flexibles y atractivas. Ante este panorama, los gremios inmobiliarios han propuesto que se incrementen los subsidios y se flexibilicen los parámetros urbanos para construir edificios más densos, pero la evidencia nos demuestra que eso no será suficiente para atender al grueso de la demanda, para el que la oferta formal es inexistente.
En paralelo, la urbanización y la construcción informal no tienen freno. Más del 71% de las viviendas han sido autoconstruidas en terrenos de origen informal o ilegal, lo que representa más del 60% del PBI del sector construcción (Grade, 2022). Producto de las innumerables deficiencias del sistema, las familias que autoconstruyen residen en viviendas precarias por casi ocho años y luego cerca de diez en viviendas en construcción. Lo paradójico es que, tras años de esfuerzo, estas familias gastan lo mismo que les hubiera costado un departamento formal acorde con sus ingresos (S/168.000). Si además consideramos los sobrecostos derivados de la ineficiencia del proceso, habrían podido acceder a un producto superior (S/277.000) (Grade, 2024).
Por otro lado, la demanda de vivienda en alquiler se ha incrementado principalmente en las zonas populares, resolviéndose en condiciones precarias (A. García, 2022). Según el portal Urbania, en la Lima top y en la moderna el precio medio avanza por encima de la inflación, posicionándose como una opción atractiva de inversión. Contradictoriamente, el Bono Renta Joven que promueve el FMV tiene una oferta casi inexistente.
Si cruzamos la evidencia podríamos reorientar de manera efectiva la política nacional de vivienda, combinando productos de renta, ahorro y compra. Con un enfoque más inteligente y efectivo, podríamos transformar la vida de las familias que habitan hogares precarios, ofreciéndoles una vivienda digna y bien ubicada. Durante ese tiempo, ahorrarían y generarían un historial crediticio para poder acceder a un crédito hipotecario, pudiendo comprar la misma vivienda a través del ‘leasing’ u otra modalidad que se ajuste a sus necesidades. Asimismo, durante ese tiempo las familias estarían acompañadas para habituarse al pago y al uso de los espacios comunes, adaptando sus costumbres a las de los otros residentes.
Esta fórmula ha sido aplicada en diferentes países con éxito y podríamos ponerla a prueba en un proyecto piloto que nos permita medir su impacto. El reciente préstamo del Banco Interamericano de Desarrollo al Perú para ampliar el acceso al financiamiento de la vivienda es un hecho importante que podría replicarse para promover un programa más innovador e inclusivo.
Como vemos, las soluciones para reducir la brecha habitacional y la informalidad son claras. Debemos exigirle al Estado que se enfoque en reorientar las políticas públicas para atender la verdadera demanda, y motivar al sector privado para que siga innovando con soluciones flexibles que generen una oferta más diversa y acorde con la realidad económica y financiera de las familias.
Pasar la Navidad en una vivienda digna no debe ser un privilegio, sino una condición mínima que sostenga el mejor y mayor desarrollo de nuestra sociedad.
PD: Aprovecho este espacio para desearles a todos ustedes unas muy felices fiestas y un 2025 pleno de salud, felicidad y unión.