Uno de los asuntos que hace difícil de entender a la política peruana es que está atravesada por múltiples líneas de conflicto que generan diversos acomodos. En los últimos meses, la línea que más llamó la atención fue la del enfrentamiento entre el Gobierno y la oposición. En esta línea están las mociones para declarar la vacancia de la Presidencia de la República de noviembre del año pasado y de marzo de este año, y el reciente proyecto de reforma constitucional para organizar un referéndum para elegir una asamblea constituyente. Ciertamente, la pugna entre un oficialismo provocador, que no cede ante las críticas de la oposición, y una oposición liderada por sectores extremistas ha generado un ambiente crispado. Pero resulta que quienes denuncian el peligro del comunismo totalitario y quienes temen más bien a un golpismo fascista tienen más en común de lo que se esperaría.
Así, uno esperaría que grupos de izquierda promuevan políticas económicas expansivas del consumo y que los de derecha promuevan más bien la inversión privada. Sin embargo, el Congreso aprobó la semana pasada –por amplia mayoría– un sexto retiro de fondos de las AFP, hasta por cuatro UIT, con 107 votos a favor y apenas ocho en contra (cinco de ellos de Avanza País), a pesar de las críticas unánimes de todos los expertos desde posiciones ortodoxas. También se aprobó la libre disponibilidad de fondos de CTS hasta diciembre del 2023 con 107 votos a favor y apenas uno en contra, de Edward Málaga, a pesar de, nuevamente, las protestas desde la ortodoxia económica. Vemos cómo en los últimos años la derecha política ha pasado de ser defensora de la economía de mercado a caer en posturas abiertamente populistas, donde llama la atención el cambio de Fuerza Popular (FP), principal grupo de oposición en el Parlamento. FP pasó de ser la defensora del modelo económico de la Constitución de 1993 a avalar entusiastamente posturas populistas. Coincide en esto con Renovación Popular, grupo que encarna muy directamente un populismo de derecha extremista. Y se termina encontrando con un sentido común supuestamente de izquierda.
De este modo, la derecha ha ido abandonando posturas políticas liberales y la defensa de la economía de mercado para intentar representar a sectores populares tradicionalmente esquivos, para lo cual se ha sumado a la crítica contra la élite política y económica, intentando representar valores conservadores. En este sentido puede interpretarse otra iniciativa parlamentaria de la semana pasada que aprobó la eliminación de la educación sexual integral y el enfoque de género del currículo escolar, con 88 votos a favor y 17 en contra; estos últimos, básicamente de un sector de Perú Libre, de Cambio Democrático y del Partido Morado. Acá llama la atención cómo en el campo de la izquierda también han ido perdiendo espacio posturas progresistas y liberales para imponerse posturas conservadoras que, nuevamente, se encuentran con la derecha extrema. También en la semana que pasó el Congreso aprobó en segunda votación una reforma de la Sunedu por medio de la que se limita severamente su autonomía, con 68 votos a favor y 39 en contra; de estos últimos, once provienen de Alianza para el Progreso, seis de Avanza País, cinco de Perú Democrático, cuatro de Cambio Democrático y los tres del Partido Morado. Aquí llama la atención la convergencia de izquierdas y derechas en torno de la crítica al llamado “poder caviar”, una fórmula local que engloba el rechazo al conocimiento experto y técnico, la crítica populista a la “tecnocracia globalizada” y la supuesta reivindicación de intereses “nacionales” y “provincianos”.
Como puede verse, junto a líneas de conflicto, hay también campos de convergencia en los que valores liberales, de mercado y progresistas, importantes en la sociedad, no encuentran una representación correspondiente en el Congreso. Esto ayuda a entender la inesperada estabilidad en medio del conflicto parlamentario y, al mismo tiempo, la creciente brecha entre la sociedad y la representación congresal.