Hace 1.840 sábados, Bernardo Roca Rey fundó la revista Somos en una oficina donde apenas entraba un pequeño escritorio y dos sillas. “Si El Comercio es un terno con chaleco, Somos es su blue jean”, decía aquel equipo que instauró una tradición de lectura que perdura en el tiempo y que hoy llora la partida de quien le dio vida.
Bernardo llegó a esta redacción siendo un niño de la mano de su abuelo, Luis Miró Quesada de la Guerra. A los 12 años ya salía de comisión a los partidos de fútbol con los fotógrafos Navarro y Castillo. A los 16 ya publicaba sus primeros textos. Estudió Química, Bioquímica, Biología y, en ese camino de descubrimiento, supo amalgamar la base científica con su otra gran pasión: la gastronomía.
Junto a su gran amigo y cocinero, Cucho La Rosa –también de vocación transgresora–, sentaron en la década del 80 las bases de lo que sería la cocina novoandina, rescatando ingredientes y técnicas olvidadas por siglos. “Los fenómenos que ocurren dentro de la cocción o la emulsión los veo de otra manera. Por mi forma de ser, busco lo inexplorado, lo creativo”, dijo alguna vez en una entrevista mientras ponía a prueba una receta que se le acababa de ocurrir. Cuando el reportero le preguntó qué le gustaba comer, su respuesta exprimió lo más profundo de su personalidad: “No siempre pido lo que me apetece, sino lo que desconozco”.
Esa estela de creación también fue su sello en el periodismo. Esta redacción no solo le debe Somos. Impulsó grandes proyectos e investigaciones y bajo su liderazgo en el área de Publicaciones, Bernardo logró que todas las casas tengan algún libro de El Comercio en sus repisas. Ya sea una colección de historia, de recetas de cocina, de obras clásicas. Varias generaciones crecimos con esos libros que hoy conservamos con cariño y nostalgia.
Bernardo también fundó Canal N e hizo de ese medio una trinchera de la democracia. Fue gestor de “Trome” y “Perú 21″ y desde el Consejo de la Prensa Peruana lideró varias batallas por la libertad de expresión. Tuve la suerte de ser testigo de sus últimas intervenciones en este grupo y siempre recordaré su mensaje central: existe un vínculo estrecho entre la libertad de prensa y la democracia; una no puede existir sin la otra. Cuando se ataca a la prensa, los principales afectados no son solo los medios, son, principalmente, los ciudadanos.
Después de cada sesión del Consejo de la Prensa, Bernardo solía llamarme para conversar un rato. No puedo decir que fuimos cercanos, pero conversamos mucho en este año que llevo como director periodístico de El Comercio. Especialmente en los días más difíciles mostró una generosidad y una cortesía inmensa conmigo. Consejos, recuerdos y detalles tan significativos como enviarme un mensaje una mañana para decirme: “Querido director, hoy no olvide sonreír”.
Si de algo sirven estas líneas es para decirle “gracias”. De corazón. Y en ese agradecimiento compartido por quienes tuvimos el honor de trabajar con él, queda el compromiso de velar y proteger todo aquello que construyó en esta redacción.