Han pasado ocho semanas desde que Pedro Castillo juró como presidente y se conformó el Gabinete Ministerial liderado por Guido Bellido. En el tránsito hacia ese hito, han ocurrido dos sucesos que seguramente marcarán su gestión si es que no se ven cambios en el horizonte cercano: la revelación del contenido de las actas de las sesiones del Consejo de Ministros y el primer viaje al exterior del mandatario.
Las actas, hechas públicas la noche del domingo 19 en el reportaje de Christopher Acosta y Renzo Bambarén (“Punto Final”, Latina), muestran a un gobernante aparentemente ajeno al día a día gubernamental, en medio de las diversas posiciones presentes en el grupo de ministros.
Es importante notar en estas lides el voluntarismo político de ministros provenientes de los aliados del Gobierno, con bagaje político, como los encargados de las carpetas de Economía (Pedro Francke), Salud (Hernando Cevallos) y Cultura (Ciro Gálvez), que tuvieron en el pasado roles como integrante del equipo técnico de Juntos Por el Perú, congresista del Frente Amplio y candidato presidencial de RUNA, respectivamente. Al margen de las expectativas que se tengan sobre ellos en la arena tecnocrática, es entendible que sus intervenciones respondan a miradas políticas que podrían plantear matices a las que tienen el silente Castillo o el aparentemente prudente Bellido.
Algunos integrantes del Gabinete parecen percibir a la prensa como su principal amenaza, lo que explicaría la distante y hosca relación que mantienen con esta. Varios integrantes del Gabinete parecen tener la idea de que los medios, más que reportar sobre sucesos que atañen al Ejecutivo, son una extensión de intereses de otra naturaleza, incluyendo ser la voz de la derecha.
Pero la realidad invita a pensar que tal rival no existe. Además de la derrota de junio, es difícil ubicar al menos un vocero articulado de este sector político. Tampoco parece que la población se estuviera incorporando a ella, a pesar de que mantiene un tercio expectante. La encuesta del IEP de agosto –por ejemplo– revela que, cuando se les pregunta a los encuestados por su ubicación ideológica, esta parte del espectro político ha perdido diez puntos porcentuales entre mayo y agosto de este año (de 46% a 36%), mientras que la izquierda no se ha movido.
La oposición al régimen, además, no muestra una voz o posición articulada. Como muestra de ello, un primer ministro con tantos flancos como Bellido superó con creces el voto de investidura, con votos provenientes de partidos que tienen presencia en la Mesa Directiva del Congreso y que habían originado la primera derrota del oficialismo a finales de julio.
En medio de ello, tras el discreto viaje de Castillo al exterior, se han reiterado muestras de fisuras al interior del Gabinete en torno de la posición peruana sobre Venezuela. “Desmiento afirmación de vicecanciller de no reconocer autoridad legítima en Venezuela, no es la postura del gobierno. Nuestro presidente tuvo una reunión con el pdte. N. Maduro para solucionar crisis migratoria. Si al canciller o su adjunto no le gusta tienen las puertas abiertas”, tuiteó el primer ministro Bellido, evidenciando las serias discrepancias sobre el tema.
A casi dos meses de haber iniciado su mandato, Castillo debe guiar a sus propias huestes que ven opositores donde hay –en el caso más extremo– críticos. Como el Quijote cuando se dirigía a los molinos de viento creyendo ver gigantes, los operadores del Gobierno creen ver opositores en la acera del frente. Pero ante la práctica inexistencia de una oposición política o de una derecha de la cual cuidarse, los verdaderos opositores al Gobierno parecen estar sentados uno al lado del otro.