Una nueva perla de un congresista, Jorge Flores Ancachi (Podemos Perú), busca que para los egresados de universidades sea obligatorio estar colegiado y habilitado para trabajar en entidades públicas, privadas y también de forma independiente. El objetivo sería garantizar la calidad del servicio que prestan de cara a los consumidores (o clientes).
La barrera a la libertad de trabajo no estaría en la constancia de habilitación, que sería gratuita, sino en la colegiatura misma (incluyendo todos sus trámites), las cuotas mensuales y los cursos obligatorios de actualización. Sé de un psicólogo que debió invertir, entre costos y gastos, también de tiempo, alrededor de 3.000 para colegiarse. Más todavía, se aplicaría de forma retroactiva –lo que es inconstitucional– a los profesionales que adeuden cuotas.
Por último, también obligaría a quienes manejen establecimientos de atención al público a estar colegiados, con lo cual puede entenderse que no es solo para quienes salgan de universidades. ¿El Congreso creará los colegios de peluqueros, de bodegueros, o de comerciantes en general?
Hoy existen más de 30 profesiones en las que existen colegios profesionales, pero uno por cada jurisdicción, vale decir no compiten entre sí. Actualmente, no es obligatorio pertenecer a colegios profesionales, salvo excepciones como los abogados que litigan en el Poder Judicial, para ejercer las muy diversas ocupaciones que demanda el mercado laboral.
Y nótese que hablo de ocupaciones, y no de profesiones, porque muchos puestos requieren conocimientos transversales a varias profesiones, y lo que es aún más importante, existen profesionales que habiendo estudiado una carrera se dedican a otra ocupación.
Como dice el economista Hans Rothgiesser en Saca tu Cuenta, “los nombres más relevantes en el mundo ni siquiera terminaron la universidad: Steve Jobs, Mark Zuckerberg, Bill Gates. En Perú varios de los que ejercieron economía no estudiaron economía, sino ingeniería, como Felipe Ortiz de Zevallos o Juan Carlos Hurtado Miller. ¿Se dan cuenta? (…) Si estudiaste algo y no encuentras trabajo en eso, te fundiste, porque no puedes abrir tu espectro de búsqueda. Te quedas atrapado en una decisión que tomaste cuando tenías 16 años”.
Además, consideremos que el currículo escolar actualmente se basa en competencias, pues no se trata –desde pequeños– que las personas aprendan de paporreta algo, sino de que adquieran competencias que les sirvan para la vida. Por eso, resulta sorprendente –y decepcionante– que el Minedu se haya abstenido de emitir opinión sobre este proyecto de ley.
Más allá de eso, tengamos en cuenta que los títulos de las diversas carreras los emiten las universidades a nombre de la nación (tras exámenes ante jurados especializados), y que los filtros de calidad que hacen los colegios existentes son paupérrimos; exámenes hipersencillos pensados para que entre cualquiera. Estos colegios no acreditan ninguna calidad de cara al consumidor.
En Estados Unidos, más allá de ciertas ocupaciones, la membresía a colegios profesionales es voluntaria, y sirve para acreditar que eres miembro de una organización que vela por brindar apoyo profesional, educación continua, certificación y defensa de los intereses de la profesión. Hay competencia entre los colegios y estos se esfuerzan por atraer miembros y ser sellos de calidad.
¿Cuál es el valor agregado que un colegio profesional entregue un diploma, cuando el título otorgado a nombre de la nación por la universidad demuestra los años de estudio y el examen de grado que lo hacen apto para ejercer la profesión?
Si quieren mantener el modelo de colegios, permitan que existan varios en una misma jurisdicción, y verán cómo haciéndolos competir entre sí los forzarán a ofrecer valor a sus miembros como apoyo profesional, capacitaciones, certificaciones y defensa de sus intereses, y a la sociedad como sellos de calidad.
Una vez más, buscamos proteger al consumidor desde el lado equivocado.