Si pensamos en describir el Perú de los últimos años, probablemente lo hagamos en términos de sus sucesos políticos. Y es que hace algún tiempo que todo gira en torno a la política: en las noticias, en nuestras mentes y en el debate público.
Sin embargo, para entender y superar la crisis política que enfrentamos, tenemos que mirar más allá de la política, hacia la política pública, hacia los problemas del día a día que los peruanos enfrentan y a los que nuestras autoridades no prestan suficiente atención.
La incapacidad del Estado Peruano para conceptualizar y ejecutar políticas públicas que generen bienestar y que aborden las contrariedades diarias de las personas es una de las principales razones por las que tantos peruanos están descontentos con nuestras autoridades y con el funcionamiento del sistema democrático en el país.
Cuando percibimos que el debate público está abocado al 100% a discutir temas como el cierre del Congreso, la asamblea constituyente o la vacancia presidencial, pero no se dice ni una palabra sobre cómo entre siete millones y ocho millones de peruanos no tienen acceso a agua potable, perdemos noción de lo esencial. Se erige una barrera entre el mundo político y el mundo social, que en realidad están íntimamente conectados. Se normaliza la precariedad en la cotidianeidad de los peruanos y se generaliza la creencia de que nuestras autoridades solo deben hacer política, cuando en realidad les corresponde mucho más; empezando por traducir las demandas que se expresan en el plano político hacia acciones concretas que aborden problemas reales que encaran las personas más vulnerables.
Si la solución no pasa por poner un énfasis en los problemas crónicos que enfrenta el Perú, ninguna reforma política tendrá resultado. Para eso no solo hace falta cambiar a nuestras autoridades, sino que ellas reenfoquen sus prioridades hacia lo que realmente importa. Al fin y al cabo, lo que hace que un país avance no son sus políticos, son sus políticas públicas.
Es evidente que tenemos un problema político que demanda soluciones políticas. Pero pensar que solo tenemos un problema político es quedarse en la superficie. Tenemos un problema social, de país, de necesidades básicas insatisfechas, de capacidad estatal, de informalidad, de pobreza, de desigualdad. Tenemos problemas que requieren de soluciones integrales y de largo aliento, con la política como articuladora entre la ciudadanía y nuestras autoridades.
Sí, necesitamos reformas políticas, pero necesitamos mucho más que eso. Pensemos más allá. Pensemos en un Perú con menos nombres propios y más logros colectivos. En el 2023, busquemos volver a lo esencial, a aquello que ha estado tan descuidado en los últimos años. Volvamos a la política pública.