No me gusta meterme en la vida personal de las figuras públicas, pero si te invitan por sus comentarios…
El candidato a la presidencia por Renovación Popular ha declarado que “cuando ve a un ‘mujerón’, le dice a la Virgen María ‘tú eres más bonita que esta chica’. Estoy tan enamorado de la Virgen María, que me llena de paz, de alegría y de fortaleza”. Es una de las formas que lo ayuda mantenerse célibe.
Estudié en un colegio en la cual la figura de la virgen era permanentemente evocada. Pero que recuerde, siempre la veíamos como una madre pura e indesmayable, que acompañaba y guiaba nuestros destinos como personas de bien. Es común escuchar que las monjas se “casan” con Jesús. Pero María no puede ser novia por ser madre para los católicos. Es por eso que me suena algo extraño que el candidato piense físicamente en María (“más bonita”) para comparar y superar la tentación corporal hacia otra mujer definida como apetecible sexualmente (mujerón).
Bueno, dejemos que el candidato se redima de la tentación como quiera. Pero lo dicho solo lo libera de la lujuria. ¿Y qué hacemos con otros pecados capitales? ¿A quién puede acudir para seguir llenándose de paz? Bueno, tengo varias sugerencias que espero tome a bien.
La avaricia es el deseo de poseer bienes, propiedades, objetos y riquezas para uno mismo. Es contrario a la virtud teologal de la caridad. El candidato en cuestión le encanta decir cuánta plata tiene, las empresas que controla y cuántos éxitos ha acumulado en el mundo de los negocios. Pero la Sunat ha informado que son millones los que debe en tributos como persona natural o como propietario de empresa. En muchas partes del mundo, a partir del siglo XIX, se pasó de un sistema religioso de ayuda a los necesitados a uno secularizado y estatal, consagrado como derechos sociales y financiado gracias a una tributación progresiva. No pagar impuestos es incumplir la ley, pero también con elementos básicos para la democracia: el bienestar de sus ciudadanos y la igualdad de oportunidades. Es dinero que se podría usar para más hospitales, escuelas u obras de inversión social. Debe tener una larga conversa con Vicente de Paul –patrono de obras de caridad– la próxima vez que se encuentre ante la tentación de un nuevo “faenón”.
El candidato ataca sin misericordia, sin pensar en la otra persona. Sus comentarios sobre el suicidio carecían de empatía y paciencia, la virtud contraria al pecado capital de la ira. El célibe no es tolerante y el odio que destila es agobiante. Debería enamorarse un poco de Mónica de Hipona, santa patrona de la paciencia. Rezó por más de 17 años para que se convirtiera su hijo Agustín (sí, el famoso santo). Cuando vea venir un “colerón”, sugiero al candidato que este nuevo amor le permita tomar las cosas con calma.
Y no hablemos de su soberbia, creerse superior a los demás, pecado que es contrario a la humildad. Francisco de Sales decía que nunca se debe desvalorizar a una persona porque Dios está presente en todas partes y cada persona es su obra. De Sales también es patrón de los periodistas y medios de comunicación, aunque estoy seguro que desembarcaría entre sus patrocinados a los que se dedican a propagar noticias falsas que solo alimentan los miedos, rencores y ansiedades más primarias. Estimo que no está entre los santos favoritos del hombre del cilicio.
Al parecer el candidato y sus seguidores creen que el celibato los ubica en una posición moral superior al resto de los mortales. Lo digo porque lo mencionan innumerables veces. No pues, es solo una decisión personal, un estilo de vida que no te hace más puro o bueno. La persona buena es empática, tolerante, paciente, fuerte, generosa y honesta. Encuestas muestran que son justos los valores que los peruanos creen que sus compatriotas carecen. El trabajo del político debería estar enfocado en revertir esta triste situación, en vez de difundir discursos llenos de mentiras, odio y desprecio.