La pandemia por el nuevo coronavirus ha obligado durante el último año a la mayoría de gobiernos a aplicar medidas extremas, como cuarentenas prolongadas y el cierre de fronteras, para detener la rápida propagación del virus y proteger a la población de sus estragos. Esto trajo como consecuencia una grave crisis económica y social que alrededor del mundo ha afectado los niveles de empleo, ha incrementado la pobreza y ha puesto de relieve las diferencias e inequidades que aún persisten en las sociedades, como la desigualdad de género.
En este Día Internacional de la Mujer, es necesario reconocer que, si bien los peruanos en su conjunto hemos sido afectados por las duras consecuencias que ha generado el COVID-19, nuestras ciudadanas han visto recrudecidas las luchas que ya enfrentaban por eliminar los aún existentes estereotipos y limitaciones que no les permiten desarrollarse de manera plena. En el trabajo, en el hogar y en su libertad personal, las mujeres se han visto impactadas negativamente de manera desproporcionada por la pandemia; y mientras tanto, persisten otras desi-gualdades que no se deben perder de vista.
Antes del inicio de la cuarentena en marzo del 2020, las mujeres representaban menos de la mitad de la población económicamente activa (PEA) (44%) y, en su mayoría, se encontraban en situación de informalidad (75%). Adicionalmente, el INEI ya había detectado que percibían el equivalente al 71,5% del ingreso laboral masculino y que solo el 28,3% de las mujeres que trabajaban se encontraba afiliada a algún sistema de pensiones, 12,9 puntos porcentuales menos que los hombres. Esta realidad, de por sí desalentadora, ha empeorado tras la crisis actual. Solo en Lima Metropolitana, durante el segundo trimestre del 2020, la PEA femenina se redujo en 45,7%, 3,6 puntos porcentuales más que la masculina.
En paralelo, el contexto actual forzó a las mujeres a asumir una mayor cantidad de tareas domésticas a la par que ejercían sus obligaciones laborales. La carga extra de labores como la educación desde casa de los niños implicaron para las mujeres dedicar 15 horas más a los trabajos no remunerados en comparación con los hombres, de acuerdo con una encuesta de GenderLab. En años previos a la pandemia, según datos de la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo, las mujeres ya empleaban nueve horas más. Dicha sobrecarga indica que la equidad de género en los espacios domésticos aún dista de ser una realidad.
Por otro lado, mientras que para algunos estar en casa significó un refugio contra el virus, para muchas fue un peligro, al tener que compartir varios meses el mismo espacio con su agresor. De marzo a octubre del 2020, los equipos itinerantes de urgencia (EIU) –grupos formados por el Ministerio de la Mujer para asistir a las víctimas de violencia durante la cuarentena– atendieron 18.778 casos, de los cuales 16.223 (86,4%) corresponden a mujeres. Asimismo, la Defensoría del Pueblo reportó que desde enero hasta diciembre del 2020 se cometieron 132 feminicidios en todo el país y 204 tentativas; cifras menores que las del año anterior, pero que siguen siendo alarmantes.
No debemos olvidar, además, que en esta campaña electoral siguen evidenciándose las limitaciones de las mujeres para participar en espacios políticos. A pesar de que representan el 50,5% del total de la población peruana, solo un 22% de las listas de candidatos al Congreso están encabezadas por una mujer y, en el actual Parlamento, solo el 25,4% lo son. Además, de los 18 candidatos a la presidencia, dos son mujeres. Para que exista una verdadera democracia es elemental que estén representadas plenamente; de lo contrario, la participación inclusiva e igualitaria en política se mantendrá como un lejano escenario.
Este 8 de marzo, conmemorado en medio de la peor pandemia en los últimos 100 años, sirve para recordar que el camino hacia la igualdad de género sigue siendo largo y lleno de obstáculos. Pero la crisis por el COVID-19 ha supuesto no solo dificultades, sino también la oportunidad de identificar aquello que tiene que cambiar para seguir avanzando.