Media hora de debate bastó este último viernes 13 para que la representación nacional pasara a votar la moción de censura al titular del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (Midis), Julio Demartini. Como se recuerda, la iniciativa estaba motivada por las reiteradas denuncias de alimentos en mal estado distribuidos entre los niños en edad escolar de diversos lugares del país por el programa Qali Warma (que depende de la referida cartera) y por los casos de corrupción asociados a ello. En su momento, Demartini había declarado que asumía la responsabilidad política de lo ocurrido, pero eso no lo había llevado a cumplir con la consecuencia lógica de lo afirmado. Es decir, la renuncia al cargo.
Es por eso que 42 parlamentarios, pertenecientes a bancadas tan disímiles como Somos Perú, Honor y Democracia y Acción Popular, entre otras, presentaron la moción de censura que se votó el viernes. Para ser aprobada, sin embargo, esta necesitaba 66 votos… Y solo sumó 64. El cuestionado ministro se salvó por una combinación de votos en contra (4), abstenciones (15) y el repentino desvanecimiento de varios legisladores cuando se los llamaba para emitir el voto. Llamó la atención sobre todo la actitud de Fuerza Popular, cuyo subsecretario nacional, Miguel Torres, había aseverado días antes que “tendría que pasar algo verdaderamente milagroso” para que su partido pudiera entender que no existía una responsabilidad política en Demartini. Pues bien, los 11 votos en abstención provenientes de la bancada naranja sugieren que el milagro se produjo…
En un esfuerzo por justificar lo sucedido, el congresista fujimorista Arturo Alegría sostuvo que, aunque compartía las críticas al ministro, no podían “caer en el juego de quienes solo intentan desestabilizar al país”. Pero si fuera esa una máxima en la que creen en su partido a pie juntillas, tampoco habrían votado a favor de la censura del ahora exministro de Energía y Minas Rómulo Mucho.
Lo cierto es que Fuerza Popular y, en menor grado, Alianza para el Progreso (que aportó cuatro votos en contra y dos abstenciones a la hora de definir la censura) terminaron de mostrarse en este trance como lo que tanto niegan ser: socios de este gobierno. Socios esencialmente silenciosos, desde luego, pero el acto de mirar hacia el costado cuando se está definiendo la suerte de un funcionario que lleva sobre sus espaldas una carga negativa tan pesada habla por sí solo.