Gran consternación ha causado la denuncia realizada por la tercera vicepresidenta del Congreso, Patricia Chirinos, contra su colega Guido Bellido. Como se sabe, el martes la legisladora contó que el hoy presidente del Consejo de Ministros la agredió en la sede del Legislativo en julio pasado con frases a todas luces misóginas (“anda cásate” y “ahora solo falta que te violen”).
Bellido, por su parte, no ha aceptado las imputaciones y ha alegado que todo se trataría de un plan urdido con miras a “vacar al presidente”. Aunque, como hemos recordado en este Diario, su postura sobre las mujeres ha quedado bien patente en sus redes sociales donde hasta hace no mucho regaba sus miasmas misóginos y homofóbicos sin filtro. Chirinos, sin embargo, ha mencionado con nombres y apellidos a tres testigos de la presunta agresión: los legisladores Jaime Quito, José Jerí y Enrique Wong.
Quito ha dicho: “No puedo ser testigo de algo que no he escuchado”. Jerí, por su parte, ha afirmado: “No recuerdo el detalle de qué es lo que dijo, pero fueron [comentarios] desatinados”. Wong, en cambio, ha optado por la estrategia del avestruz. “Yo no puedo adelantar una opinión porque estaría afectando el debido proceso. Ya en la Comisión de Ética haré mis declaraciones pertinentes”, alegó.
La verdad, no obstante, es que lo del ‘debido proceso’ parece una excusa conveniente. Lo que se demanda de él es que dé un testimonio (que diga si algo ocurrió o no), no que exprese una opinión. La Comisión de Ética, como se sabe, todavía no se ha instalado y el congresista cuestionado no es otro que el jefe del Gabinete Ministerial. Por lo que daría toda la impresión de que el ‘show’ montado por el congresista Wong no tiene otra finalidad que evaluar, en el tiempo que resta hasta que el grupo de trabajo entre en funcionamiento, el verdadero alcance que su declaración podría tener, y ver qué provecho le saca. Si no es así, que hable porque la opinión pública quiere oír su versión.