Desde el momento en que Pedro Castillo llegó al balotaje del 2021, los principios e ideas que regirían un eventual gobierno suyo han sido materia tanto de preocupación como de dudas. Lo primero, por el radicalismo autoritario que describe el documento que presentó Perú Libre como plan de gobierno ante el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) y por la constante animosidad demostrada en campaña por el candidato y sus allegados contra instituciones como la Defensoría del Pueblo, el Tribunal Constitucional, el Congreso y la prensa. Y lo segundo, por lo difícil que ha sido identificar los liderazgos al interior del grupo político que delimitarán los nuevos planes de acción del aspirante al sillón de Pizarro.
En los últimos días, en fin, Castillo se ha preocupado más por generar incógnitas en torno a esta materia que por disiparlas. Incluso ha formulado pretextos absurdos para no revelar quiénes serían los miembros de su equipo técnico, como “no voy a exponer a mi equipo técnico, ¿para qué, para que lo ‘terruqueen’?” y, hace poco: “Los equipos técnicos son parte del pasado, parte de la repartija”. Aseveraciones que, por un lado, dan a entender que sí tienen un grupo de estas características y, por otro, que los consideran obsoletos… Contradicciones que se han expresado en la realidad, en personas que aseguran haber sido convocadas por el postulante a fin de elaborar un programa de gestión para el futuro cercano y en las reacciones de algunos miembros del partido contra estos.
Esto es precisamente lo ocurrido con el aprista Miguel del Castillo, quien venía asegurando que fue convocado por el candidato del lápiz para “asistir técnicamente en una propuesta”. De hecho, el jueves, en una entrevista a una radio local llegó a asegurar que en los próximos días se presentaría el equipo técnico de Perú Libre, así como su plan de gobierno. El papel del hijo del excongresista Jorge del Castillo, empero, fue negado por personas allegadas a la agrupación y por la cuenta oficial de Twitter del candidato presidencial. “Como congresista electo y miembro de la comisión política de Perú Libre rechazo que el hijo del Tío George sea el jefe del plan 200”, ha dicho Guillermo Bermejo, mientras que un comunicado compartido por Pedro Castillo asegura que, más bien, es el señor Roger Najar el coordinador elegido para fortalecer el Plan del Bicentenario, Perú Libre de Corrupción.
El señor Najar ha sido la persona con la que los grupos de izquierda que se aliaron con Perú Libre han trabajado los detalles de la entente y su expresión en futuras propuestas políticas. Sin embargo, aunque los detalles del acercamiento no estén del todo claros, se sabe que Del Castillo sí tuvo contacto con el aspirante a inquilino de Palacio de Gobierno. Este último, sin embargo, no se ha preocupado por poner los puntos sobre las íes y dar explicaciones, con consecuencias evidentes: se distingue incertidumbre e improvisación al interior de Perú Libre.
Si a todo lo anterior se le suma la confusión en torno al papel de Vladimir Cerrón en la campaña del partido que fundó y cómo Castillo ha negado, tantas veces como ha ratificado, algunas de las ideas de su socio, la verdad es que hasta ahora no queda clara la escala de los despropósitos a los que nos atendríamos en un eventual gobierno estampado con este sello político.
Lo único evidente es, por encima de todo, que este proyecto electoral tiene la solidez de un castillo de naipes y que su objetivo principal es cambiar la Constitución y darle un vuelco (preocupante) a otras instituciones básicas para el orden democrático. El camino que seguirán para ello y para demostrar su pertinencia, mientras tanto, es confuso y pedregoso.
Todo este trance, hay que decirlo, es responsabilidad de Pedro Castillo, que ha hecho de la opacidad un escudo de dudosa efectividad. Pero lo que el país necesita, y eso deberían saberlo quienes pretenden liderarlo, es un panorama claro para tomar decisiones el 6 de junio.