El martes, el comité del Congreso de Estados Unidos que investiga el asalto al Capitolio (la sede parlamentaria) del 6 de enero del 2021 recogió un testimonio que ha complicado aún más la situación del expresidente Donald Trump.
Como se sabe, a Trump se le acusa de haber azuzado a sus simpatizantes para que, el día que el Congreso iba formalizar la victoria de Joe Biden en los comicios del 2020, acudiesen al recinto parlamentario para sabotear el proceso. Todo en el marco de un inexistente fraude electoral que el exmandatario y sus seguidores aseguraban se había llevado a cabo para perjudicarlos. Trump, empero, negó que el ataque a la sede del Legislativo haya sido uno de sus objetivos.
Sin embargo, la versión ofrecida esta semana por Cassidy Hutchinson, exasistenta del jefe del gabinete de Trump, Mark Meadows, ha ofrecido detalles que sugieren lo contrario y que describen a un expresidente fuera de sí aquel 6 de enero. Según declaró, el cuerpo de seguridad de la Casa Blanca le había advertido al ex jefe del Estado que algunos de los asistentes al mitin que lideró ese día estaban armados. A lo que Trump habría respondido: “No me importa que tengan armas. No están aquí para lastimarme”, para luego añadir, “dejen entrar a mi gente”.
De igual manera, Hutchinson dio a conocer lo que se enteró por los agentes de seguridad del expresidente. Según cuenta, este trató de ir al Capitolio con sus seguidores (“Soy el maldito presidente, llévenme al Capitolio ahora”), pero el Servicio Secreto se habría negado, pues la zona no era segura. Ante ello, un frustrado Trump habría tratado –en una imagen por demás pintoresca– de coger a la fuerza el volante de su vehículo oficial.
No queda duda de que esta declaración será clave para definir el futuro legal de quien lideró al país norteamericano entre el 2017 y el 2021, pero este es apenas un testimonio más de un trabajo mucho mayor que, en esa misma línea, ha llevado a cabo el comité del Congreso estadounidense designado para investigar el ataque al Capitolio. En este, la republicana Liz Cheney, que actúa como vicepresidenta del grupo de trabajo, ha tenido un rol importante, encarando decididamente tanto a Trump como a su propio partido. Similar a lo hecho por Hutchinson, que con solo 26 años ha elegido contar su verdad, sin importar la manera en la que esto pueda afectar su relación con sus exjefes y, por ende, su futuro laboral.
“Como miembro del personal que trabajaba para representar a la administración lo mejor posible y para mostrar las cosas buenas que había hecho por el país, recuerdo sentirme frustrada, decepcionada”, fue una de las cosas que declaró Hutchinson. Su mensaje es potente pues, más allá de las lealtades personales, nos recuerda que lo más importante de la función pública siempre debe ser el servicio al país. Y en tiempos en los que en el Perú parece revelarse cómo desde el Ejecutivo se usa el poder para beneficio individual, y cómo se cubren las espaldas entre funcionarios, conviene recordar que el verdadero compromiso debería ser siempre con los ciudadanos y con la defensa de la institucionalidad.
Al mismo tiempo, el desempeño de la señora Cheney dentro del comité investigador dice mucho sobre la naturaleza de la separación de poderes y de la necesidad de que la afiliación política no esté por encima de los valores democráticos. Desde el comité, la representante de Wyoming no solo ha retado a Trump por lo ocurrido el 6 de enero, sino también al Partido Republicano, al que pertenece.
Cómo vaya a terminar este episodio está aún por verse. Pero en tiempos en los que el mundo está saturado de extremismo y violencia, expresiones de vocación republicana y de valores institucionales caen como bálsamo y como lección. Y también el hecho de que ningún líder debería estar libre de escrutinio público. Sea quien sea.