El martes se cumple el 487° aniversario de la fundación de Lima. A lo largo de los siglos, la capital del Perú ha desarrollado numerosas facetas a través de su extensa geografía que se funden en una personalidad única de tradición, desorden, contradicciones y optimismo bajo un regular cielo gris.
A pesar de la enorme importancia de la ciudad para el país, esta no ha podido resolver muchos de sus principales problemas, o siquiera poner en marcha un proceso realista de solución. A propósito de su aniversario, vale la pena poner cuatro retos centrales sobre la mesa.
El primero es el transporte. Los limeños que deben moverse en hora punta a distritos cercanos pueden necesitar más de una hora para llegar a su destino. Y aquellos que, por estudios, trabajo u otro motivo, hacen distancias más largas suelen pasar más tiempo en el transporte público que descansando o con sus familias. Todo esto, además, en un ambiente caótico, contaminante e inseguro, con consecuencias para la salud mental de conductores y pasajeros. La creación de la Autoridad del Transporte Urbano para Lima y Callao (ATU) en el 2018 fue un paso adelante en el ordenamiento de un sistema disfuncional, pero desde entonces los intentos para frenar cualquier reforma sustancial han arreciado, desde grupos de presión organizados que ganan cada vez más peso en posiciones claves del Ejecutivo y Legislativo.
El segundo reto es la inseguridad ciudadana. De acuerdo con un estudio de finales del año pasado de Lima Cómo Vamos, para el 72,8% de encuestados el principal problema de Lima y Callao era la inseguridad. Esto no es novedad: el crimen en la capital ocupa el primer lugar del sondeo desde hace una década. En las últimas semanas, por ejemplo, el Congreso y el Ejecutivo se han mostrado a favor de declarar en emergencia a la ciudad, a pesar de que la participación de las FF.AA. para el patrullaje urbano puede traer más problemas que soluciones.
El tercer tema es la preparación para un eventual gran terremoto que podría azotar la ciudad luego del silencio sísmico de casi tres siglos. Dada la precariedad de las construcciones y la falta de un plan coherente de mitigación de desastres, un terremoto de magnitud 8,8, como anticipan algunos expertos, sería catastrófico. Desde este Diario, venimos advirtiendo con regularidad que este es uno de los asuntos más importantes que hay pendientes por sus devastadoras consecuencias.
Finalmente, el cuarto gran tema, y que de cierto modo agrupa a los anteriores, es la falta de articulación política y funcional de la ciudad. Lima se divide en 43 distritos que hacen de la ciudad un rompecabezas inoperativo para varios de sus servicios fundamentales, sin contar al Callao. Es difícil encontrar otra capital en la región que se gobierne de forma tan fragmentada. Las disputas entre alcaldes por obras que atraviesan más de un distrito o por la demarcación de límites entre los distritos son un dolor de cabeza regular, a lo que se suman la disfuncionalidad de los sistemas de seguridad o recojo de basura. En esta figura, el alcalde de Lima Metropolitana tiene mucho menos poder del que se piensa. La prohibición de la reelección de alcaldes, además, hizo más difícil que la ciudad mantenga políticas de largo plazo. A la fecha, el proyecto de recuperación del Centro Histórico de Lima es uno de los pocos ejemplos de iniciativas que han logrado sobrevivir diversas gestiones y muestra frutos.
¿Cuál es la visión de ciudad que queremos para Lima? En este aniversario, vale reconocer lo que se ha logrado en los últimos años, pero quizá más relevante sea poner la atención en esos puntos que el día a día de la vida citadina opaca.