Esta locución familiar nuestra se refería a una extinguida especie reemplazada por la hoy polifacética empleada del hogar, pues sus labores excluían las de cocina, lavado de ropa, cuidado de niños, etc. En su cuento “El chino está cojo”, escribe Carlos Eduardo Zavaleta: “Ella no se parecía a las esposas de otros generales de división. No gritaba a la muchacha de mano ni al chofer...” (Cuentos completos 3, Lima 2004, p. 67; véanse t. pp. 68 y 76).