Al cierre del año, se confirma un atiborrado menú electoral. A la veintena de candidatos presidenciales deben sumarse los cientos de postulantes al Parlamento. Los elegidos conformarán parte del nuevo liderazgo político que se instale en julio del 2021.
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Entre las opciones se confirman las que –hasta el momento– constituyen los actores principales. De confirmarse la proyección de Alfredo Torres, entre los cinco primeros debería estar el próximo presidente de la República (El Comercio, 9/11/20).
Las encuestas de diciembre ubican a George Forsyth deteniendo el severo declive del mes previo (18%). Pero la campaña recién empieza. El exarquero y exalcalde, dotado de la novedad que personifica, tendrá que mostrar si puede dotarla de contenido para convertirla así en una candidatura más sólida.
Lejos del líder, se ubica un segundo grupo de cuatro candidatos, cuya intención de voto se mueve entre 6% y 8%. A diferencia de Forsyth, tienen mayor recorrido electoral, incluidas las candidatas presidenciales Keiko Fujimori (2011, 2016) y Verónika Mendoza, el hoy congresista Daniel Urresti –el parlamentario de mayor votación en el 2020– y el trunco competidor del 2016 Julio Guzmán. Tres de estos cuatro competidores cuentan, además, con representación parlamentaria, lo que puede ser activo o pasivo.
Finalmente, puede identificarse un tercer conjunto de competidores, cuya intención de voto se asemeja más al margen de error: entre 2% y 4%. Se ubican políticos experimentados como César Acuña y Yonhy Lescano, además del debutante Hernando de Soto, al mando de un tren ajeno.
Los demás candidatos aspiran a dar la sorpresa en atropellada. Habrá que ver si el plazo que separa a la noche buena del día de los comicios será suficiente para acumular el caudal requerido para colarse en segunda vuelta. Seguramente se tiene en mente aquello de que cuatro de cada diez votos se deciden en la última semana (JNE, 2017).
Entre los actores de reparto, no debe descartarse la eventual consolidación de un ‘dark horse’ entre los de bajo perfil actual. El electorado podría pesar la experiencia de Ollanta Humala –aunque presenta un alto antivoto–, el reconocimiento del nombre de Alberto Beingolea y la labor precursora de Lescano en sintonizar con la agenda política actual, plena en recursos efectistas.
En el desenlace que se presente, será fundamental si el resultado repite la fragmentación en enero del 2020 o la polarización de la elección provincial de Lima en octubre del 2018. ¿Se impondrá la precariedad que hoy se ve? ¿O se evolucionará hacia un voto estratégico que limite las opciones a dos o tres viables?
Si puede servir de alguna guía, vale la pena anotar el fortalecimiento de los extremos del espectro político, que grafica la reciente encuesta de IEP. La identificación ideológica en la izquierda y derecha, que hoy llega en ambos casos a 30%, se ha incrementado considerablemente (+10 y +9 puntos porcentuales, respectivamente), dejando a un tercio centrista: el campo de batalla en la eventual polarización.