Nos encaminamos a una segunda vuelta que pocos esperaban. Dos candidatos que irrumpen en los últimos días de una campaña electoral que atrajo poco interés y que, por realizarse en medio del peor momento de la pandemia, fue un evento lleno de miedo.
Dos candidatos como Pedro Castillo y Keiko Fujimori, que tuvieron las mayores votaciones de la abultada oferta de 18 candidatos, pero de porcentajes de los más bajos de la historia electoral. Ambos solo suman un tercio de la votación válida y apenas el 18% del electorado nacional. Los que votaron nulo y en blanco superaron la votación de ambos candidatos. Keiko Fujimori alcanzó casi el 40% de los votos en el 2016, pero ahora solo llega a 13,4%, mientras que Pedro Castillo con su 19% no hubiera ganado y siquiera pasado a la segunda vuelta, en ningún proceso electoral desde que se aplica este mecanismo en la década del ochenta.
Es, pues, una cifra baja que obliga a los candidatos de Perú Libre y Fuerza Popular a doblegar esfuerzos para conquistar a las dos terceras partes que no votaron por ellos. Las cifras son, pues, un mensaje para la segunda vuelta, en la medida en que estos son los porcentajes reales del peso de cada candidatura. Las que corresponden a la segunda vuelta son artificiales, construidas por el sistema electoral para producir un ganador, pero que no son votos cautivos.
Si bien la elección devino en una carga de votos en las posiciones extremas tanto de derecha como de izquierda, representadas por Fujimori y Castillo, no se reparten la mayoría de los votantes. En otras palabras, la aplastante mayoría del electorado limita los extremos y obliga a la moderación. Las segundas vueltas no se han ganado con los discursos de la primera. Sin embargo, las primeras declaraciones de ambos candidatos, a la semana de las elecciones, han sido básicamente atizar el anticomunismo/antifujimorismo para producir el miedo como herramienta de convicción.
Si bien Pedro Castillo ha ganado la primera vuelta y supera en casi 7% de los votos a Keiko Fujimori, lo cierto es que, en el Perú, hay antecedentes que dicho orden se altera. Así ocurrió en 1990 con Alberto Fujimori que ganó a Mario Vargas Llosa, pese a que este había ganado la primera vuelta, o en el 2006, cuando Ollanta Humala ganó la primera vuelta, pero perdió la segunda, a manos de Alan García o, más cerca aún, la misma Keiko Fujimori que casi doblando la votación, en el 2016, a Pedro Pablo Kuczynski, este ganó la segunda vuelta.
Todas las segundas vueltas desatan –por su propia naturaleza de competencia de dos– una dinámica de polarización intensa. Esta no será la excepción. Pero lo que el país requiere es propuesta y compromiso de los candidatos para dar repuestas inmediatas contra la pandemia y encaminar, el próximo quinquenio, a la economía y a la sociedad por un rumbo que deje atrás lo atrozmente vivido en el que está por concluir.
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