Es justificada la indignación que ha causado el escándalo en torno al llamado ‘Vacunagate’, algo que ha sumido al país en una profunda desesperanza. El desenlace se inicia con el adelanto del libro de Carlos Paredes —”El perfil del lagarto. Radiografía de un político con sangre fría”— pocos días después de que el arribo del primer lote de vacunas generara expectativas y celebración.
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Es poco lo que puede agregarse a estas alturas en torno al vergonzoso comportamiento de un nutrido y plural número de personas. Si el patrón de anteriores casos de oprobio para el país se repite, no debe descartarse que se esté presenciando recién el primer capítulo de una saga que podría ser aún más devastadora.
¿Qué balance se puede sacar en el frente político, sobre todo considerando el venidero cambio de mando en julio próximo? Por lo pronto, el Ejecutivo puede sacar del mal momento una ocasión y romper del todo con el problemático legado de la gestión de Martín Vizcarra. La incorporación de Óscar Ugarte y Allan Wagner al Ejecutivo debería ser una oportunidad para dotar de mayor peso político a un gabinete de poco apoyo hasta ahora para el presidente Francisco Sagasti. Es una buena noticia la remoción de decenas de funcionarios involucrados —parcial o íntegramente— en el escándalo, paso al que debe dársele la mayor difusión posible.
En el Congreso, se abre un espacio de tensión, que debería superarse pronto. Es positiva la formación de una comisión investigadora y comprensible la exclusión de Somos Perú, el partido que persiste en seguir contando con Vizcarra de activo candidato. No se entiende, en cambio, la exclusión de un representante del Partido Morado, ya que se priva de pluralidad al esfuerzo y se tensa la cuerda innecesariamente. Cierto es que las acusaciones de ser “vacadores” no cesan. Pero esta guerra debería parar ya. ¿A quién le conviene mantener las escaramuzas?
En el frente electoral, el escándalo seguramente volverá a cambiar la agenda. Se habrá pasado de la preocupación económica a la sanitaria, para saltar a una agenda en que la indignación y la desesperanza juegan un rol vital en los desenlaces de abril y junio. Será necesario canalizar esa desolación, algo complicado en una contienda en que el tedio parece emparejado con el desaliento.
En contextos de redefinición, el país ha optado por lo desconocido (Alberto Fujimori en 1990) o el cambio gradual (Alejandro Toledo en el 2001). Aunque todas las opciones en contienda entrañan serios riesgos, será clave que quienes asuman las distintas posiciones de liderazgo en julio del 2021 sean conscientes de la convalecencia moral y anímica del país. Parafraseando al presidente boliviano Víctor Paz Estenssoro en 1985, puede decirse que el Perú “se nos muere”.
El último ejemplo de un líder político que entendió su momento fue Valentín Paniagua: ejerció su liderazgo con una sensata mezcla de determinación y prudencia, dado el sensible momento que le tocó enfrentar. ¿Qué expectativa tener cuando el país enfrenta esta hora tan crítica?