La historia automotriz nos ha demostrado que las grandes marcas también pueden pasar por crisis económicas que terminen por quitarlas del mercado. Hace una década, la marca sueca Volvo estuvo a punto de pasar por lo mismo, pero una decisión correcta terminó por apartarla del fracaso.
Corría el año 2009 cuando las posibilidades de supervivencia de Volvo se iban agotando. Sin embargo, Ford anunció la venta de la firma de Gotemburgo al grupo Geely, por entonces una firma desconocida en el rubro automotriz mundial.
Desde entonces han pasado 10 años, y Volvo ha transformado su manera de trabajar hasta convertirse en una compañía pequeña con una base de clientes al norte de Europa, con una producción premium de vehículos para tres continentes.
La alianza entre Volvo y Geely hoy es un ejemplo del éxito que se puede alcanzar luego de unir la artesanía y experiencia europea con la velocidad y flexibilidad de los procesos de producción en China.
VISIÓN ESTRATÉGICA
Por entonces Volvo tenía 80 años en el mercado, tiempo en el que había logrado desarrollar un atractivo a nivel mundial y cierto potencial para desafiar a cualquier rival. Geely era consciente de ello, por lo que decidió ayudar a Volvo en la recaudación de 11 mil millones de dólares que le permitan reemplazar la tecnología de Ford por la suya.
Una vez con el dinero, Volvo debía tomar sabias decisiones. Así, se apostó por reemplazar los modelos de la marca para construirlos en la plataforma central SPA. Esto le permitiría ensamblar sus vehículos (SUV, sedanes, vagones) tanto en sus plantas europeas como en las nuevas fábricas de China y Estados Unidos.
La escalabilidad global le permitió a Volvo mejorar sus ventas. Para el 2010, la compañía vendió solo 373.525 unidades. Nueve años después, la cifra aumentó hasta las 705.452 unidades. Esto lo motivó a trazarse el objetivo de alcanzar las 800.000 unidades vendidas para el 2020.
Pero el cambio más radical al que debió adaptarse Volvo es la motorización de sus vehículos. En un mercado en el que sus rivales premium ofrecían motores de seis, ocho o doce cilindros, Volvo apostó por las unidades de cuatro cilindros que, de ser necesario, apelarían a la turboalimentación, sobrealimentación y, más tarde, la electrificación.
Ante todo esto, Geely decidió mantener su distancia de Volvo y brindarle autonomía en la industria. Se trataba de un resurgimiento 100% sueco. De hecho, el gigante asiático facilitó la producción de los modelos de Volvo en China, en ciudades como Chengdu o Daqing.
Mientras todo esto ocurría, en Geely desarrollaban un plan que buscaba aprovechar la experiencia de Volvo para mejorar sus propios modelos, expandir los modelos de Volvo más allá del tamaño SPA y crear una sinergia entre ambas marcas.
De este modo, para el 2013 Geely y Volvo crearon el Centro de Tecnología de Vehículos de Europa en China. Este permitiría crear una plataforma que funcionaria para ambas marcas y sería aprovechada por otras dos nuevas. Polestar y Lynk & Co.
Hoy, Volvo sigue liderando un proceso de conversión automotriz, resaltando los temas de seguridad y electrificación. Así, estima que para el 2020 sus vehículos híbridos enchufables y eléctricos representen el 20% de sus ventas totales.
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