Si uno sabe de antemano que la serie que observa en su televisor es sobre un crimen solo le queda esperar a que este ocurra. Presumiblemente ese momento sea lo mejor trabajado, aunque no necesariamente lo más interesante. En “Amor y muerte”, la recientemente estrenada serie de HBO Max, el crimen no lo es todo. Su ‘artífice’, Candy Montgomery (Elizabeth Olsen), sí.
Habíamos comentado hace una semana los tres primeros episodios de esta serie en torno a la muerte de la estadounidense Betty Gore en Texas en el año 1980. Dijimos que la propuesta de HBO Max no es el primer intento por llevar a la pantalla esta truculenta historia sobre enredos amorosos y sangre. Pero era el peso de la actriz a cargo del rol protagónico –Elizabeth Olsen—tal vez el principal gancho para sumarse a la audiencia de esta propuesta audiovisual de solo siete episodios.
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En sí, este cuarto capítulo de “Amor y muerte” no se guarda nada. Nos habíamos quedado en el preciso momento en que Betty Gore (Lily Rabe) muestra un hacha a Candy, tan solo unos minutos después de que esta llegue intempestivamente a su casa. “No quiero que lo vuelvas a ver. No te le acerques”, le advierte Betty a Candy refiriéndose a su esposo Allan (Jesse Plemons). Visiblemente conmocionada, la invitada amaga con irse, pero luego acepta seguir el diálogo y –en cuestión de segundos—comete lo que será un error clave: acepta ingresar a la lavandería a buscar el bañador de la hija de Betty y Allan.
Ya cara a cara, la esposa engañada rechaza las disculpas de Candy y todo se desmorona cuando vuelve a tomar el hacha, como si estuviera lista para atacar a su invitada. Aquí los gritos y los forcejeos se confunden con los ladridos de dos cockers spaniels que observan el enfrentamiento por fuera desde una ventana. Como ha pasado en los episodios previos, esta miniserie muestra violencia y sangre, pero le rehúye al morbo.
La salida de Candy de la casa de Betty –herida sangrante en la frente de por medio—marca un antes y un después de la serie. Hasta aquí, “Amor y muerte” había sido el retrato de dos familias quebradas que intentan sostenerse tal vez por preservar las apariencias en la conservadora Texas de los setenta. A partir de aquí tendremos (al menos en este episodio) un despliegue de cinismo/miedo/autoprotección increíble por parte de Candy Montgomery.
Porque bastan unas horas para que la muerte de Betty se descubra y su efecto se esparza en todo el pueblo. Del otro lado, por supuesto, está Allan, quien no duda en culparse por lo ocurrido. Aquí un punto aparte: la actuación de Jesse Plemons es soberbia. Sentado en el mueble de la sala de su casa, tras volver de un viaje interrumpido por la noticia de la tragedia, pronuncia lamentos que resultan difíciles de olvidar: “Betty siempre tenía miedo cuando me iba. Creía que algo malo le pasaría. Siempre decía que su esposo tenía que estar aquí en casa. Y no lo estuve”.
Aunque, inevitablemente, los focos vuelven a colocarse sobre el personaje de Candy, quien poco a poco da luces en torno a su sangre fría. Porque cuando todos le comentan sobre el crimen, no solo calla lo que sabe, sino que se muestra interesada en continuar la charla, dejando tal vez de lado el dolor de amigos, vecinos y del propio esposo.
No puede dejarse de lado un detalle: Candy es consciente en todo momento de que sus acciones –que para la justicia ‘real’ fueron motivadas por el derecho a la defensa propia—pueden descubrirse en cualquier momento, y tal vez por eso no le escapa a la posibilidad de armar una coartada convincente que sopesen un hecho rotundo: fue la última que vio a Betty con vida.
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El cuarto episodio de “Amor y muerte” también nos deja otras cosas para el análisis. El ambiente ‘litúrgico’ no se deja de lado. Así pues, el ministro de la iglesia metodista no escatima tiempo en deplorar durante su sermón el horrendo crimen de Betty. Así pues, ante la atenta mirada de Candy, se atreve a decir que el responsable del asesinato es “un monstruo”.
Por otro lado, los desplazamientos toman varios instantes del episodio, siempre con Candy como principal protagonista. Dejando la casa de Betty (tras ducharse, en otro momento de pura sangre fría). Yendo camino al colegio de sus hijos. Visitando la iglesia metodista e incluso acudiendo a la dependencia policial a brindar su testimonio. Su rostro, casi siempre al borde del llanto, aparece en largos primeros planos mientras de fondo se escucha música setentera alegre, como si nada oscuro hubiera ocurrido hace tan solo unas horas en la vida de la señora Montgomery.
El contexto en el que ocurrió la terrible muere de Betty no puede dejarse de lado conforme avanzan los episodios de la serie de HBO Max. Cuando Allan llama desesperadamente a casa pues su esposa no le contesta, tenemos teléfonos de disco. No existen ningún tipo de cámaras de video en la calle donde está ubicada la casa de la occisa. Cada uno de estos detalles circunstanciales serán los insumos sobre los que tendrán que trabajar los detectives asignados al caso.
En un primer interrogatorio, Candy –incapaz de dejar de jugar con sus dedos—parece sortear sin problemas las preguntas con una coartada que seguramente alistó en minutos. Pero, como mencionamos líneas arriba, el hecho de ser la última persona que vio con vida a la difunta en el lugar de los hechos parece que la perseguirá en adelante. Esto se pone aún más gris cuando Allan decide confesarle al comisario Abbott una verdad incómoda (siempre al tenor de la madrugada y también por teléfono): él y Candy fueron amantes.
AMOR Y MUERTE/ HBO MAX
Creador: David E. Kelley
Elenco: Elizabeth Olsen, Jesse Plemons, Patrick Fugit, Lily Rabe, Keir Gilchrist, Elizabeth Marvel, Tom Pelphrey, Krysten Ritter
Sinopsis: La miniserie cuenta la impresionante historia real de Candy Montgomery (Elizabeth Olsen), una ama de casa texana de los años 80 acusada de asesinato. Aunque tenía una familia amorosa, una casa perfecta y presencia activa en la iglesia, Candy no podía superar la monotonía suburbana. Luego de un acalorado encuentro con Allan Gore (Jesse Plemons), su compañero de iglesia, Candy enciende la chispa que le faltaba a su vida. Disfrutaron su amorío planeado con astucia hasta que sus respectivas parejas, Pat (Patrick Fugit) y Betty (Lily Rabe) descubren el secreto y una de ellas decide resolverlo con un hacha.
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