“Siempre viva, live forever!” exclamaba Lisle Von Rhuman (Isabella Rossellini) al entregarle la poción mágica de juventud a Madeline Ashton en la comedia negra La muerte le sienta bien (1992). Madeline, interpretada por la versátil Meryl Streep, decide tomar este líquido milagroso luego de una serie consecutiva de golpes al ego por causa del inclemente paso del paso del tiempo. Golpes que encuentran su forma más lapidante al reencontrarse cara a cara con su frenemy de toda la vida, Helen Sharp, quien reaparece tras siete años de ausencia luciendo irreconocible. El actual estado físico de Helen, interpretada por Goldie Hawn, sorprende a Madeline, quien la había visto por última vez con sobrepeso y descuidada. Pero lo que de verdad llama la atención en ese momento de la trama -más allá de la transformación física de la antagonista- es lo mucho que le cuesta creer a la gente que alguien pueda verse tan bien a los 50.
Luego nos enteramos que la inexplicable apariencia de Helen se debe a que ella también tomó la poción ofrecida por el personaje de Rossellini. Que alguien pudiera verse joven a los 50 era algo que en una película de principios de los años noventa sólo se podía sustentar a través de la ciencia ficción. Hoy, es prácticamente la norma. Pero no fue fácil llegar a ello.
Isabella Rossellini tenía 40 años cuando encarnó a esta suerte de sacerdotisa de la belleza, un rol que venía avalado no solamente por sus atributos físicos, sino también por ser la cara de una reconocida marca francesa de cosméticos. A dos años de haber sido estrenada la película, dicha marca decidió terminar su contrato por considerarla demasiado vieja para continuar siendo su imagen, validando esa teoría de que con los años todos nos volvemos ‘descartables’.
Si bien a medida que avanza el tiempo se van rompiendo prejuicios, los que existen con respecto a la edad parecen ser los más difíciles de vencer. Muchos de ellos existen en esta suerte de colectivo universal, donde adjudicamos lo permitido y prohibido según la edad que tengamos. Aunque afecta a los dos sexos, el espectro de inmunidad del género masculino es más amplio, y le permite ser ignorado por los dardos de la crítica mientras que el femenino es un blanco constante. El caso más evidente es Madonna, a quien durante sus cuatro décadas de carrera le vienen preguntando cuándo se va a jubilar, por qué se viste de cierta manera, y por qué sale con chicos menores que ella . Si cambiamos a Madonna por Mick Jagger podemos ver el mismo tipo de comportamiento pero sin embargo él jamás es cuestionado.
Felizmente Madonna siempre ha ignorado el ruido generado por sus críticos y en 1998 redefinió lo que significaba ser una mujer a los 40, reapareciendo entonces con un nuevo album (Ray of Light), como madre primeriza y en mejor forma que nunca, generando el término “brazos de Madonna” que tantas mujeres pedían a sus entrenadores en esa época. Afortunadamente, Madonna nunca sucumbió al linchamiento mediático. Cinco años más tarde, Demi Moore aparecía con un cuerpo admirable corriendo en bikini por la playa en una de las primeras escenas de Charlie’s Angels: Full Throttle (2003). Con 41 años y al lado de su co-protagonista de 31, Cameron Díaz, Demi dejaba claro que las reglas para las mujeres habían cambiado.
Con el arquetipo de mujer cuarentona derribado, nuestros íconos de estilo actuales están conquistando las siguientes décadas. Un ejemplo reciente ocurrió durante la última Semana de la Moda de Milán, cuando Jennifer López –a sus 50 años- sacudió el ciberespacio al cerrar el desfile de Versace con un escotado vestido que emulaba al famoso diseño que usó en los premios Grammy del año 2000. Contrario al predecible veredicto que podría surgir al ser comparada consigo misma a los 31, muchos coincidirán que su versión actual es superior.
La pregunta es ¿por qué limitarnos por la opinión de otros? ¿Por qué vivimos de acuerdo a estos conceptos pre- establecidos en vez de explorar nuestro potencial al máximo? O en todo caso, ¿por qué no creer que podemos ser la excepción a la regla? El mundo publicitario parece haber captado el espíritu del tiempo ya que, veinticinco años después de haber sido despedida por su edad, Isabella Rossellini ha retornado como imagen de Lancôme, la empresa que la convirtió en la modelo mejor pagada del momento en 1982.
Con este giro inesperado en el mundo de la cosmética se marca un nuevo hito en la emancipación de nuestros propios prejuicios, donde entendemos que pese a haber tenido valores injustos podemos retractarnos y redireccionar el camino que nos queda por seguir. Lo más importante de todo esto es que hemos entendido que, por sobre todo, la sofisticación y sabiduría que nos da la edad trascienden cualquier rasgo físico.