Victoria tiene 2 años, pero habla como si tuviese 60. Dice las cosas más claras que mucha gente que conozco, ordena sus ideas mucho mejor que yo, y, si bien maneja un vocabulario que evidencia que esta no es su primera vez en el mundo, habla como si el mundo se fuese acabar mañana.
—Mamá, vamos a jugar.
—Hija, espera, recién te despiertas ¿No quieres estirar un poquito?
—¡Uh! ¡Ah! ¡Oh! Ya está. Vamos a jugar. Baja de la cama, mamá.
—Ya, vamos a hacer pichi ¿Quieres hacer pichi?
—No. Te acompaño.
—Siempre dices lo mismo, pero todos hacemos pichi en la mañana.
—Quiero hacer pichi.
—A ver: 1, 2,3 ¡Uuuuuupa!
—Una pichota.
—Una pichota, sí
—¿Me limpias? Y me lees un cuento.
—¿Cuál quieres leer? Pero espera… te tengo que poner un calzón.
—¡Mira! Tiene arcoíris y corazones.
—Ajá.
—¿El tuyo tiene arcoíris y corazones?
—No, mi amor. Los míos no son tan divertidos.
—¿Por qué?
—Porque compré otros.
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—¿Por qué compraste otros?
—Porque prefiero mis calzones sin arcoíris.
—¿No te gustan los arcoíris?
—Sí me gustan, Victorina. Solo que…uno crece y… Ya, ¿qué cuento quieres leer?
—¡Cabecitas de jardín! ¿Dónde está mi gato morado?
—En la sala, Vica.
—¿Por qué está en la sala?
—Porque lo dejaste ahí anoche ¿no te acuerdas?
—El otro día dejé el gato morado en la sala
—….
—Lo escondí para que el conejo no lo encuentre.
—….
—Y también para que pueda dormir. Hay que darle panqueques, mamá.
—Voy. Aguanta… mi café.
—Tú dijiste: aguanta.
—Sí. Que es algo como “dame un segundo”.
—Dame un segundo, gato. Aguanta. Espérame aquí.
—…
—¿Por qué estás en pijama?
—Tú también. Nos acabamos de despertar.
—¿Por qué nos acabamos de despertar?
—Porque ya es de día
—¿Por qué?
—Porque ya salió el sol.
—¿Por qué ya salió el sol?
—Porque vino desde el otro lado del mundo.
—¿Por qué vino del otro lado del mundo?
—Porque eso hace. Bueno, en verdad nosotros nos movemos
—¿Quiénes se mueven?
—Ala, la puuu.. La tierra, mi amor. ¿De dónde eres?
—De la tierra
—Ya, la tierra se mueve… o… pucha, a ver: El sol cae en la tarde y sale en la mañana.
—El sol se va al mar
—Sí
—Y luego sale
—Ajá
—¿Por qué?
—Cuando seas grande le puedes preguntar al sol
—¿Por qué le puedo preguntar al sol?
—¡Sooool! ¿Por qué sales por la mañana?
—¡Soooooooool!
—No responde, mi amor. Quizás no está de humor para hablar. A veces, uno necesita estar en silencio. El silencio es bueno, Vica. ¿No quieres estar en silencio un rato?
—No. Conversa.
—Asu. Ya…. Vamos a llamar a la abuela.
Lo dije.
Mi hija no se calla.
No es una queja. La verdad es que es bastante divertido, pero claro: un poco de silencio no le hace mal a nadie.
Si tienes un parlanchín en casa, te abrazo y te regalo mucho silencio mental. MUCHO.