No me consta, pero al presidente Castillo le podrían faltar seis figuritas para llenar su álbum Panini. Una por cada investigación fiscal en su contra. Entonces el presidente podría estar pensando aquí hay una señal. En esos concejos de ministros donde los demás hablan y él no dice nada podría abstraerse sumergiéndose en la posibilidad de que tal vez los dioses del fútbol le estén queriendo transmitir algo. Un mensaje trascendental, como aquél del hermano agónico que prefiere el ambiente completo en vez del medio ambiente (sic).
Mientras estuviera descifrando ese mensaje oculto en el Panini el solícito ministro Salas podría estar mandando a comprar los últimos paquetones disponibles. Se relamería con gusto abriendo cada sobre en busca de las estampas que su líder necesita. Anticiparía ansioso el placer, ese deleite intransferible, de ser él quien le consiguiera al díscolo Cristiano Ronaldo y decirle con el cromo reposando sobre las palmas mientras ensaya una reverencia casi imperceptible: Señor presidente, todo suyo.
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Pero lo anterior es fantasía. La realidad es más deprimente. La oposición ha demostrado que su capacidad de error es ilimitada. Le han hecho el favor de hacerle una denuncia endeble de traición a la patria sustentada en una balbuceante entrevista donde de lo único que se le podría acusar es de ser escaso, inarticulado y descriteriado, que a la fecha no es delito.
Así, llevando la acusación de traidor a la espalda como si de un manto real se tratase, se pasea por el país inaugurando colegios y agua potable en medio de un inconexo – aunque efectivo- mensaje populista. ¿Le van a creer a ellos o mí, que, como ustedes soy otra víctima de ellos? Una campaña cortesía de sus acusadores.
Lo han hecho además justo en la víspera de dos hechos coincidentes que presumiblemente le darán un respiro, haciéndole ganar tiempo a su favor. Tiempo es todo lo que necesita para llegar al término de su mandato con pensión vitalicia, escolta e impunidad casi asegurada como catedrático en México o Caracas.
Tanto el mundial de Qatar como la llegada del grupo de alto nivel de la OEA serán una masiva dosis de anestesia para el cuadro clínico del gobierno castillista. Un mundial deslucido, pleno de cuestionamientos y encima sin Perú en la cancha, pero que a Castillo le cae del cielo.
El poder distractivo y opiáceo del fútbol, que no es defecto sino virtud, diluirá las contrataciones sentimentales de Betssy, hará olvidar la bilis de Aníbal, y pondrán en suspenso las revelaciones de colaboradores eficaces que ya empiezan a sonar como cantaletas repetitivas que no mueven la aguja. Y no lo hacen porque el congreso sigue siendo el congreso. Una metamorfosis política está sucediendo frente a nuestros ojos. El congreso es la nueva Keiko.
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Al mismo tiempo que arranca el mundial, llegará a Lima la estéril pompa protocolar de la OEA, que como primer plato de fondo tendrá esa insustancial denuncia de traición a la patria para meterle diente ideológico. En la agenda provisional de la delegación hay señales interesantes. Por un lado, no registra reunión alguna con la Fiscal de la Nación, la principal y más sólida acusadora de Castillo. Por otro, el tiempo que le tiene asignado a la reunión con el presidente del Congreso el lunes es exactamente el mismo que le tiene asignado al almuerzo de ese mismo día: una hora y veinte minutos. Lo que tenga que decir el congreso equivale a la ingesta de un lomo saltado. Buen provecho con la mejor gastronomía del mundo.
Seis partidos mundialistas transcurrirán en simultáneo a la visita de la OEA, lo que consolidará que a la opinión pública le importe un pepino el control de daños gastro-diplomático que traigan consigo. Esto es lo que le gusta a la gente: El lunes, durante la reunión de la OEA con la presidenta del Poder judicial juegan Estados Unidos versus Gales, el duelo de Christian Pulisic frente a Gareth Bale. El martes, mientras se reúnen con “representantes políticos y de la sociedad civil” se enfrentan Francia versus Australia, el partido donde debería haber estado Perú. Lo que suceda con la OEA será una nota a pie de página, a menos que un señor delegado se atragante con un anticucho.
Esta situación en que gobierno y oposición comparten la misma insignificancia, hará verdad absoluta la frase de un exfutbolista: el fútbol es lo más importante de lo menos importante.