Hace un año, el escritor Alonso Cueto compartió en su cuenta de Facebook una fotografía que parece de un tiempo lejano: la componen Abelardo Sánchez León, Fernando Ampuero, Armando Benítez, riendo y abrazados, celebrando juntos el cumpleaños 81 de Alfredo Bryce Echenique. Es la última imagen pública del autor de “Un mundo para Julius”, quien, según se sabe, mantiene cuidados extremos para protegerse del coronavirus. Cueto le contó a este Diario que ese día Bryce “estuvo muy locuaz” y que recordó entre risas el día que el presidente Juan Velasco Alvarado, en son de broma, le dijo: “Con tus historias has destruido a la clase alta de Lima”. “Nos reímos y la pasamos muy bien, disfrutando. Para Alfredo la amistad es una religión”, comentó Cueto.
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Habían pasado pocos meses desde que Alfredo Bryce había anunciado su retiro de la literatura con la publicación de “Permiso para retirarme”, su tercer volumen de antimemorias. En la última entrevista que tuvo con El Comercio, en febrero del 2020, contó que su alejamiento se debía a una decisión estrictamente personal. Entre otros temas, además, se refirió a la crisis política que ya atravesaba el país. “Realmente es curioso y es increíble que los presidentes peruanos, todos los presidentes de los últimos años, estén de alguna forma en el candelero. Son todos, uno tras otro, y la verdad es deplorable que se haya llegado a esos extremos”, sostuvo en esa oportunidad.
Tres semanas después entraríamos en cuarentena. Y desde entonces, tres presidentes de por medio, ha guardado silencio.
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Más allá de sus antimemorias, el periodista Mariano Olivera publicó en el 2010 el libro de no ficción “Bryce antes de Julius” (Estruendomudo) donde comparte datos importantes de su bibliografía, los nombres que marcaron su vida y sucesos jamás contados. Para esta publicación contrastó el testimonio del escritor peruano con más de treinta fuentes vinculadas a él, entre familiares, amigos y compañeros de estudios que, en muchos casos, hablaron por primera vez.
Uno de los capítulos más entrañables del libro es el que le dedica a Margarita Revilla, su primera esposa, a quien Bryce conoció durante su etapa de estudiante universitario en San Marcos. “Era una mujer muy alta de cuello larguísimo y estudiante de la universidad Católica, con quien acabaría casándose y divorciándose en París, en 1967 y 1970, respectivamente”, se lee en la publicación.
Olivera cuenta que la primera vez que Bryce vio a Maggie, como cariñosamente la llamaba, fue en la Feria del Pacífico, donde era promotora en un stand de automóviles franceses. Su timidez le impidió hablarle aquella vez, pero persuadió a uno de los fotógrafos que se encontraban en el lugar para que discretamente le tomara una foto. Con la imagen en mano anduvo preguntándole a media ciudad si conocía a la mujer que allí aparecía. Varios meses después, un excompañero de Bryce del colegio San Pablo, con quien se encontró en la plaza San Martín, le dijo que sabía quién era la chica de la fotografía.
Alfredo Bryce no lo dudó y en ese momento decidió ir en busca de la mujer que, a esas alturas, ya le había robado el corazón. Emprendió una larga caminata hacia San Miguel, donde vivía Maggie. Al llegar a su destino, cuando la tuvo al frente, soltó lo primero que se le ocurrió: “Vengo desde la Plaza San Martín, caminando, y desde hace miles de años que te busco”. A la joven estudiante de la Católica le hizo gracia la escena y, al poco tiempo, comenzaron a salir como enamorados. Tulio Loza, amigo de carpeta de Bryce, ha contado que más de una vez acompañó al escritor peruano a casa de la familia Revilla, que entonces eran propietarios de los vinos Santa Marta.
Los últimos años de la carrera Alfredo Bryce la pasó entre las aulas de San Marcos y yendo y viniendo de su casa en San Isidro a la casa de Margarita Revilla. Cuando ingresó a La Sorbona para estudiar Literatura francesa clásica, ambos se mudaron a París. Allí se casaron y como la vida no siempre es una ilusión, al cabo de tres años se separaron.
Obstinado como él solo, Bryce se volvió a casar tiempo después –ha estado casado en tres oportunidades- pero esa es otra historia. //