El músico Bob Dylan cumple 80 años este 24 de mayo y aún permanece como uno de los misterios que más intrigan a melómanos y no iniciados. La tarea de averiguar quién es no es sencilla: su obra a veces aparenta ser un impresionante muro de palabras impenetrable o difícil de franquear. Y los detalles sobre su vida han sido distorsionados encima para despistar. En Estados Unidos acaba de salir The Double Life of Bob Dylan, libro escrito por Clinton Heylin, uno de sus investigadores más dedicados, que vuelve a echar luces sobre el pasado tenazmente mitómano del compositor de Blowin In The Wind. La tesis es que se trataría de un grandísimo mentiroso.
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Para los fans del viejo Bob nada de esto es nuevo y no importa tanto en verdad. Ya en su autobiografía Crónicas (2004) admitió haber mentido sobre detalles de su pasado desde el primer día que fue fichado por el sello Columbia, por las puras ganas de ser inescrutable. Subsiste para muchos la pregunta ¿Quién es Bob Dylan? La respuesta no está en el viento sino en sus discos, más de 40 publicados entre 1962 y el 2020. Hacer una lista de los mejores discos de Dylan es ciertamente una insolencia. La mejor manera de conocerlo es oír toda su obra en disciplinado orden cronológica. La brevedad de los tiempos actuales imponen listas curadas, como si de las compras del mercado se tratasen. Con ese difícil norte en mira va el siguiente listado sugerido de obras para empezar a escuchar al Premio Nobel de Literatura 2016.
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DIEZ DISCOS PARA EMPEZAR A ESCUCHAR A BOB DYLAN
1. The Freewheelin Bob Dylan (1963).
Debería ser el punto de partida de toda persona que se quiera adentrar en su universo. En una época en que las radios vomitaban voces edulcoradas que hablaban sobre romances adolescentes, el músico de 22 años apenas rascaba su guitarra de forma tosca y cantaba sobre política y desigualdad, llegando al corazón inconforme de la juventud de posguerra. Lo hizo con su voz áspera y el tono de quien predica desde lo alto de una colina. Acá están sus canciones folk más accesibles: Blowin in the Wind, Girl From The North Country, Don´´t Think Twice, It´s Alright y Masters of War, que lo convertirían, muy a su pesar, en la voz de su generación.
2. Blonde on Blonde (1966)
1966 fue un año de cambios para la música popular. Fue el año en que el rock dejaba de ser una novelería para chicos y empezaba a ponerse los pantalones largos, con una serie de discos ambiciosos y osados que hacían ver a Elvis Presley o a Bill Halley y sus Cometas como música de otro siglo y no de cinco años de antigüedad. En ese 1966 los Beach Boys inventaron el pop sinfónico en Pet Sounds, los Rolling Stones empezaron a elevar su input creativo con Aftermath, y Dylan sacudió las mentes drogadas de la época con la salida de Blonde on Blonde, el primer álbum doble de rock, lleno de furia, electricidad, fuerza, poesía, y una “mala leche” encantadora. Dylan ya no quiere ser la voz de una generación, quiere no ser entendido y se pone surreal en algunos pasajes, en otros tierno o abatido. Tracks destacados: Rainy Day Woman N12 & N35, One of Us Must Know (Sooner or later), I Want You, Just Like a Woman.
3. Blood on the Tracks (1975)
La crónica de un matrimonio que se derrumba nunca ha sido mejor contada, en cada sincero puyazo y jirón de carne arrancada, que en Blood on The Tracks, el potente retorno de Dylan a la forma a mediados de los setenta luego de un largo periodo de inconsistencia creativa. El fin de su relación con Sara Dylan, que fuera su musa, esposa y madre de sus cuatro hijos, es relatado con melancolía por ratos (You´re a Big Girl Now) y por otros con cólera (Idiot Wind). Ninguna canción acá tiene pierde. Dylan ha negado muchas veces que el material sea autobiográfico, pero ha mentido también en otras canciones. Su hijo, el vocalista de The Wallflowers Jakob Dylan, ha dicho que este disco es sus “padres hablando”.
4. Nashville Skyline (1969)
O el disco en que cambia de voz. Como camaleón, Dylan fue mutando durante los sesenta, jugando a ser inaprensible: del joven trovador folk del neoyorquino Greenwich Village pasó a ser el “judas rockero” que cogía una guitarra eléctrica y destrozaba una tradición, y cerró ese intenso periodo de cambios con una nueva reinvención: un disco de música country. Bob llevó la apuesta todavía más lejos con un radical cambio en su forma de cantar, con un tono suave acreditado a su alejamiento de tabaco que desconcertó a su fans, pensando que se trataba de otro cantante. Nashville Skyline fue, una vez más, a contramano de las tendencias de época en que el rock se hacía más pesado y estridente. Es tranquilo, es melodioso, es un Dylan irreconocible en su forma más no en sus intenciones.
5. Bringing It All Back Home (1965)
Con sus dos lados bien diferenciados, uno acústico y el otro eléctrico, Bringing It All Back Home refleja las vacilaciones que Dylan atravesaba a mediados de los sesentas. Se había erigido como la sensación de la música folk, con su guitarra acústica, su armónica, su chalina y sus prédicas, y se debía a ese público que lo idolatraba y odiaba la joven música del rock con la pasión con la que algunos menosprecian hoy al reggaetón. Dylan no pensaba igual así que empieza a romper con ellos y acá esta la primera fractura: un lado es potente y electrificado y en el que destacan Subterranean Homesick Blues, Maggies Farm y más temazos que horrorizaron a sus viejos fans, tanto como las letras coloridas y surrealistas que rehuían las interpretaciones simples o dogmáticas del folk.
6. Highway 61 Revisited (1965)
Liberado de las cadenas folk en Bringing It All Back Home, y luego del legendario abucheo masivo que le dieron en el festival de Newport (comprensible porque era de música folk), Dylan abraza ya sin miedos el formato rock en este disco. Solo Desolation Row podría haber encajado en un disco anterior. Highway 61 es mejor conocido por incluir el hit Like a Rolling Stone, una entre tantas joyas en la secuencia, que solía tocar en vivo a un volumen ensordecedor. Al nuevo Dylan se lo ve en portada, como la epítome de lo cool, con sus lentes en manos, su casaca azul y un polo de club de motociclistas. Su afición por las motos estaría a punto de poner fin a su carrera al año siguiente.
7. Desire (1976)
Luego de su efectivo retorno con Blood on The Tracks, Dylan y banda prepararon este sucesor en el que los temas de corte autobiográfico cedieron (solo un poco) ante la re descubierta protesta de sus primeros discos. Acá Bob suena como un novelista en un apasionado estudio de personajes. El disco abre con Hurricane, ocho intensos minutos dedicados a abogar por la inocencia del boxeador Rubin Carter, “el Huracán”, acusado injustamente de triple homicidio en 1972. Musicalmente todo el álbum es una montaña rusa inobjetable, aunque sus letras, firmadas a dos manos con Jacques Levy hayan llegado rodeadas de controversia, como esa elegía al mafioso Joey, de 11 minutos, bastante innecesaria.
8. John Wesley Harding (1968)
Los fans más acérrimos de Bob Dylan suelen trazar una imaginaria linea divisoria que parte su biografía en dos. Para ellos hay un antes y un después del accidente de motocicleta que sufrió el cantautor un 29 de julio de 1966. Este le dejó muy maltrecho, con vértebras rotas y lo llevó al ostracismo y a un prematuro retiro en la cima de su fama. Nadie sabía dónde estaba o si seguía vivo. Lo siguiente que se supo de él fue John Wesley Harding, el primero de su díptico grabado en Nashville, que iba en sentido opuesto de todo lo que ocurría entonces. Los Beatles habían sacado Sgt. Pepper y la tendencia musical se volcaba con ellos a abrazar la colorida psicodelia. Dylan más bien regresaba al sepia y a sus raíces acústicas en uno de sus trabajos más sólidos.
9. Time Out Of Mind (1997)
Los ochentas fueron épocas de confusión para los músicos de otros tiempos y Dylan no fue la opción. Después de Desire, el músico se volcó al cristianismo y publicó una cuestionable trilogía en esa línea, que pocos se tomaron en serio. Luego lanzó una andanada de albumes de irrelevante sonido ochentero (con la ocasional excepción de Oh Mercy, en 1989). Con decir que su mejor decisión en esa época fue integrar el supergrupo The Traveling Wilburys. De ahí la resonancia que tuvo la llegada de Time Out of Mind, en 1997, su primera obra maestra en casi una década. Producido por Daniel Lanois, habitual colaborador de U2, el álbum es reconocido por su sonido atmosférico y reverberado, una decisión de producción que a Dylan no terminó de cuajarle del todo. Aún así aceptó feliz su grammy a Mejor Disco del Año, a los pocos meses. Es considerado el inicio del renacimiento de su carrera.
10. Modern Times (2006)
Ya en el nuevo siglo, el viejo Bob ha seguido facturando trabajos hecho con pasión renovada y de enorme valor. El primero de ellos fue Love & Theft (2001), que nos lo trajo con su voz de tercera edad y envuelto en punzantes reflexiones sobre la mortalidad. Le seguiría, en una onda un poco más ligera, el irresistible Modern Times (2006), en el que alterna números bailables y deudores del blues con hermosas baladas como When The Deal Goes Down que anticiparía su interés por las baladas de crooner de los cincuenta, a las que tributaría en los años siguientes en discos de covers como Shadows in the Night (2015) y el desmedido Triplicate (2017). Siguientes discos de material original, como Together Through Life, Tempest y el más reciente Rough and Rawdy Ways, no han conseguido igualar el discreto encanto de Modern Times.